Políticos nefastos. Cap. 31

Nico Zerpa

, vive en Buenos Aires, Argentina (1989-presente)
Respondido el 1 ene 2018
En Argentina son tantos casos que es muy difícil determinar cuál fue el peor. Pero voy a contar un caso que me tocó muy de cerca y que por fortuna no me costó la vida. Al igual que las otras respuestas sobre mi país, está relacionado con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Yo soy uno de los sobrevivientes de lo que se conoce como la “Tragedia de Once
”, un choque de trenes en el que 51 personas murieron y más de 700 resultamos heridas. Fue el tercer incidente ferroviario más mortal en la historia argentina.
En el impacto, el segundo vagón se metió dentro del primero, donde estaba yo. Estuve atrapado entre los hierros retorcidos y los otros pasajeros (algunos de ellos ya fallecidos) por unas cuatro horas, hasta que los bomberos lograron rescatarnos uno por uno. Para colmo, era durante la hora pico, por lo que el tren estaba completamente abarrotado. Afortunadamente, yo solo sufrí golpes, moretones y alguna que otra cicatriz.
El caso judicial ya tiene una sentencia [1]. Según ella, el impacto en sí fue provocado por el conductor del tren que no accionó los frenos correctamente. Sin embargo, lo que realmente generó tantas muertes y tanto daño fue el pésimo estado de los trenes y la desorganización de la empresa Trenes de Buenos Aires (TBA), que estaba a cargo de esa línea ferroviaria.
Para comenzar, el tren chocó contra un paragolpes que no funcionaba. O sea, que el propio elemento que debía evitar un accidente fue lo que terminó provocándolo.
Por otra parte, la carrocería era menos resistente por la falta de mantenimiento y eso facilitó el “acaballamiento” del segundo vagón dentro del primero, lo que aumentó la cantidad de heridos y muertos, además de tenernos a todos hacinados dentro.
También debido al mal estado de los trenes, eran comunes las demoras y cancelaciones del servicio, haciendo que los coches que sí funcionaban se llenaran de gente. Una vez más, esto aumentó la cantidad de heridos y muertos en el choque.
Todo esto era parte de un esquema de corrupción de muchos años entre TBA y el gobierno de aquel entonces.
El esquema funcionaba así: TBA omitía la mayor parte del mantenimiento regular de los trenes a propósito y con el visto bueno de los funcionarios públicos que debían controlarlos.
Entonces, el gobierno, a cargo de las inversiones ferroviarias, iniciaba un plan para reconstruirlos. La empresa a la que el gobierno asignaba estas obras era Emprendimientos Ferroviarios (EMFER), de los mismos dueños de TBA. Cuando los coches restaurados volvían a estar en servicio, una vez más evitaban el mantenimiento para que el gobierno inicie una nueva obra para rearmarlos.
Entonces, los dueños de las dos empresas recibían dinero del Estado de dos formas: una eran los subsidios que recibía TBA para evitar que aumentara la tarifa a los pasajeros, más el costo de las refacciones para EMFER.
Los esquemas de corrupción más comunes consisten en que el privado soborna al funcionario público para evitar que lo controle, y la baja en la calidad del servicio es una mera consecuencia. Pero esto fue más allá, que el servicio fuera decadente era parte necesaria del esquema de corrupción.