Un costeño que trabaja por salvar los humedales del río Bogotá
Por Jhon Barros
El renacer del agua
Las acciones y proyectos de restauración ecológica en el humedal Córdoba estuvieron concentrados en su segundo sector, entre las avenidas Córdoba y Suba, zona que colinda con los barrios Batán, Potosí, Puente Largo, Santa Rosa y varios conjuntos residenciales.
La reconformación hidrogeomorfológica, una serie de obras orientada al restablecimiento de la diversidad de hábitats acuáticos y recuperación del espejo de agua arrancó en 2012. Fue una de las tareas más complicadas, ya que el área contaba con serios impactos como la abundancia de pastos, pocos árboles endémicos y conexiones erradas del sistema de alcantarillado, que tenían la calidad del agua deteriorada.
El trabajo con las comunidades impidió que Córdoba se convirtiera en una piscina de cemento, como le pasó al humedal Juan Amarillo. Cada intervención por parte del Distrito debía contar con el aval de los habitantes.
Poco a poco, los habitantes de barrios como Niza, Batán, Potosí, Puente Largo y Santa Rosa, fueron involucrándose en la apoteósica tarea de restaurar el humedal Córdoba, un trabajo que no se vio interrumpido por los cambios en la administración del ecosistema. Darwin, debido a su estrecha relación con la comunidad, sobrevivió a esos remezones administrativos.
“Los funcionarios iban y venían, pero yo logré quedarme. Eso generó mantener esa conexión entre la comunidad y las diferentes acciones del ecosistema. Para que más gente de la zona dejara de ver al humedal como un foco de inseguridad y basuras, empecé a realizar recorridos para que conociera la gran diversidad de aves. Córdoba es el ecosistema con mayor cantidad de avifauna, con más de 150 especies registradas”.
Así lucía Córdoba en 2012. El espejo de agua estaba oculto entre escombros, basuras y vegetación invasora. Foto: Darwin Ortega.
“Este proceso no fue nada fácil, principalmente por la forma como casi siempre se concibe a un humedal desde lo técnico, sin tener en cuenta la realidad del ecosistema. En la reconformación hidrogeomorfológica, fue la misma comunidad la que evitó la llegada del concreto y evidenció algunas fallas, como que el agua depositada se estaba filtrando por una fractura que no fue contemplada en el diseño. La gente fue la que logró incidir para que la resolvieran”.
Córdoba carecía de un caudal ecológico, es decir un cuerpo de agua que le inyectará el recurso hídrico para que no se secara. La comunidad le propuso al Distrito poner en marcha un proyecto pionero basado en una transfusión de agua natural para que el humedal resurgiera, estrategia que nació en la junta de acción comunal del barrio Niza.
“La autoridad ambiental dijo que no. Pero con la presión de la comunidad logramos que se hiciera unos estudios de las quebradas que estaban asociadas al humedal y que podían suministrarle agua. Santa Bárbara era la que presentaba las mejores condiciones de calidad del agua y morfológicas, por lo cual se tomó la decisión de tomar tres litros por segundo de agua, de los 10 litros que tiene de caudal, para direccionarlos a Córdoba”.
Todas las obras en Córdoba contaron con la veeduría de la ciudadanía de varios barrios de Suba. Foto: Darwin Ortega.
Esa nueva inyección causó un cambio inmediato en el humedal. Darwin recuerda que antes de esto, el ecosistema tenía poca diversidad de especies acuáticas, que emergió por la ampliación del espejo de agua. El caudal ecológico también mermó la carga contaminante de las aguas residuales que le llegan a Córdoba por las conexiones erradas, un trabajo que la Empresa de Acueducto lleva años tratando de solucionar.
“Córdoba se convirtió en el único humedal de la capital con un caudal ecológico, todo gracias a ese trabajo comunitario en el que he tenido la fortuna de participar y crecer como profesional y ser humano. Este trabajo debe contemplarse para otros humedales como Tibanica en Bosa, un lugar que padece por incendios provocados y que en la época seca pierde todo su cuerpo de agua”.
El renacer de este pulmón del norte de Bogotá también contó con las manos de la comunidad. Estudiantes de colegio y vecinos del humedal hicieron parte de las jornadas de siembra de árboles y la conformación de las islas con las plantas acuáticas. “Todo proceso de restauración ecológica necesita de la comunidad para ser exitoso. Córdoba sirve con ejemplo de que sí es posible generar una transformación humana para beneficiar a la naturaleza”.
El nuevo caudal ecológico hizo surgir de nuevo el agua en el segundo sector de Córdoba. Foto: Darwin Ortega.
Niños del humedal
Para Darwin, que ya perdió su acento caribeño, el fortalecimiento del tejido social no era suficiente con las personas adultas que habitaban cerca al humedal de Córdoba. Comprendió que la semilla de la conservación debía iniciar en los niños y jóvenes, quienes en el futuro serán los encargados de velar porque el proceso de restauración siga vivo.
“Con varios líderes de la comunidad empezamos a trabajar en los diferentes colegios de la zona para que los estudiantes vieran al humedal como un aula viva ambiental, un sitio donde pudieran aprender desde matemáticas hasta ciencias naturales y sociales. Un hijo de ese proceso es un grupo llamado los Guardianes del agua, conformado en 2009 por pequeños desde los cuatro años”.
Estos niños y jóvenes salieron de las aulas de cuatro paredes para fusionarse con la naturaleza en su máximo esplendor. Aprendieron sobre biodiversidad, el rol de recarga hídrica que cumple los humedales y los impactos que los deterioran. “Ver a un niño de 10 años hablando con propiedad sobre la necesidad de conservar la naturaleza es algo único, y mucho más si empezó ese proceso cuando apenas tenía cinco años de vida”.
Más de 300 niños de Suba han pasado por el grupo de los Guardianes del Agua. Foto: archivo personal.
Esa semilla de conservación con los más pequeños trascendió a los colegios. Los padres, hermanos, tíos, primos y abuelos de los niños y jóvenes de los Guardianes del agua empezaron a participar en recorridos, caminatas y clases al aire libre. “Es distinto escuchar a una persona mayor hablar sobre conservación a que el mensaje sea transmitido por un niño. Esa lección le queda guardada a toda la ciudadanía”.
El proceso de Guardianes del agua ha sobrevivido. Con la participación activa de 30 pequeños cada al año, en la última década han pasado más de 330 niños y jóvenes, quienes se han convertido en asiduos defensores de los recursos naturales.
“En Córdoba también lideramos un proceso de trabajo social ambiental para los estudiantes de bachillerato. Además de cumplir con las horas exigidas, estos jóvenes conciben la naturaleza desde otra perspectiva y continúan con ese legado ambiental sin importar la carrera universitaria que escojan. Muchos de ellos todavía me llaman para que los oriente en las entrevistas de trabajo donde quieren abordar el tema ambiental”.
Los niños de colegio fueron parte fundamental de la restauración del humedal Córdoba. Foto: archivo personal.
Con sed de conocimiento
En 2009, mientras Córdoba empezaba su proceso de transformación, Darwin terminó su tecnología en saneamiento ambiental en la Universidad Distrital. Perfectamente podría haberse quedado con ese conocimiento, ya que su labor como intérprete lo curtió en el manejo con las comunidades.
Sin embargo, los árboles del humedal le dijeron que debía seguir nutriendo el cerebro con nuevos conocimientos. Al comienzo pensó en cumplir un sueño que tenía de niño, ser docente o psicólogo para ayudar a la naturaleza, pero no lo convenció. Luego quiso estudiar biología, pero todas las universidades que tenían esa carrera eran diurnas, algo que no podía asumir por su trabajo en el humedal y porque siempre se ha costeado sus estudios.
La ingeniería ambiental se convirtió en la mejor opción, pero descartó muchas universidades porque estaban más enfocadas en la ingeniería y poco en lo ambiental. «Necesitaba un punto de equilibrio. La educación, gestión social y conservación ecológica hacían parte del pensum de la Universidad ECCI, y además las clases eran en la noche. No lo pensé más de dos veces para elegirla”.
Darwin tiene el don de hablar con la naturaleza. Cada decisión que pretende tomar, primero se la consulta a los árboles. Foto: archivo personal.
Poco a poco, Darwin fue alimentando su cerebro con conceptos como remediación de suelos, restauración de cuerpos de agua y el establecimiento de parches de vegetación, pero siempre enfocado en el trabajo comunitario.
“Todo ese conocimiento lo aplicaba en mi trabajo con Córdoba, que durante esa época estaba siendo sometido a las obras de reconformación hidrogeomorfológica, la instalación de senderos en materiales cien por ciento naturales, la siembra de árboles y las labores de educación ambiental. Y así estuve hasta 2014, cuando recibí el cartón (diploma) como ingeniero ambiental”.
Sumado a esto, Darwin fue parte de la Red Nacional de Jóvenes de Ambiente creada en 2010, la cual se extendió en varios departamentos del país. “Hoy en día, esta red está conformada por más de 10.000 jóvenes de todo el país que hacen procesos ambientales con las comunidades, un colectivo juvenil que coordiné durante dos años”.
El cemento no hizo parte de las obras de restauración del humedal Córdoba. Foto: Darwin Ortega.
A replicar lo aprendido
Darwin se queda corto al describir todos los frutos recogidos por trabajo con la comunidad del humedal Córdoba, un ecosistema que pasó de potrero repleto de basuras, escombros y aguas nauseabundas, a uno de los mayores hervideros de biodiversidad de la capital.
“Ver un bosque nativo en un espacio donde antes había escombros, es indescriptible. El renacer del sector dos fue impresionante, era una zona llena de residuos con plantas invasoras y ahora abundan las especies nativas. Con los estudiantes y habitantes sembramos miles de plantas, le dimos vida al suelo con productos del compostaje y realizamos jornadas de recolección de residuos sólidos, donde encontramos muebles, camas y un sinfín de llantas y plásticos”.
Los Guardianes del Agua siguen defendiendo al humedal de Córdoba. Foto: archivo personal.
La apropiación de la comunidad con el humedal no tiene límites. Darwin recuerda que en las jornadas de siembra, muchos de los habitantes relacionaban al árbol con algún familiar fallecido. “Es muy bonito ver personas que siguen visitando a su árbol y hablan con él, así como yo hacía con Tommy. Ven en cada especie sembrada la continuidad de la persona que ya no está en este mundo. Yo también cambié en ese proceso y me veo como un hijo del humedal”.
Nuevas ofertas
En 2016, Darwin recibió una propuesta que rechazó varias veces por su gran conexión con Córdoba. Las directivas del Parque Jaime Duque querían recuperar una antigua zona de humedal en Tocancipá, que se había convertido en un potrero por las actividades agropecuarias.
El ideal era poner en marcha un proyecto llamado Ecoparque Sabana, 70 hectáreas dedicadas a la conservación ambiental que exaltaría la cultura de los muiscas, los primeros habitantes de la cuenca del río Bogotá.
Luz Helena Vélez, Luz María Gómez y Jorge La Rotta, fuertes defensores del humedal Córdoba. Foto: archivo personal.
“En ese momento yo estaba trabajando con el Jardín Botánico en torno a la restauración de los humedales del Distrito y la labor social. Cuando me llamaron del Jaime Duque, al comienzo no me llamó la atención, porque la verdad no me veía trabajando allá. Mi corazón y alma estaban aferrados en Córdoba”.
1 Comment
Rubén Torres
3 años agoLo que es imperativo es eliminar a los pirómanos, a esa gentuza le da lo mismo que el bosque esté desbrozado o no. Saben perfectamente cómo prenderles fuego.
Es urgente incrementar la flota de jumbos modificados, los aviones convencionales no cargan con suficiente agua como para hacer mella en un incendio. Ese es precisamente el problema principal del motivo de que se quemen miles de hectáreas en cada incendio. Además que los hidroaviones suelen cargar el agua en el mar cuando los incendios están próximos a él. De esa forma la sal perjudica mucho a la vegetación y no deja que se vueva a recuperar los vegetales que habían antes del incendio.
Los gobiernos deben invertir en super-aviones y no tiene por qué ser precisamente cargados con agua. Podrían fabricar bombas con una gran concentración de CO2. Si las llamas se quedan sin oxígeno, estas deberían apagarse, al menos en teoría. Hay que conseguir que cualquier incendio pueda apagarse en menos de una hora.