30 de abril de 2024

“El porno es una escuela de violadores”, esta es la frase que me decía una terapeuta especializada en género y porno en una entrevista que tuve la suerte de poder tener para aprender más respecto a los efectos de esta industria en la sociedad.

Para poder entender las consecuencias del porno es fundamental conocer su historia. Antes ya existía el porno, pero la globalización ha supuesto una repercusión mucho mayor. Fabian Thylmann revolucionó la industria del porno haciéndolo gratuito y accesible a través de su empresa Manwin, en 2007. Esta empresa, actualmente llamada Mindgeek, posee el 90% de las páginas web más famosas de porno, Pornhub, Redtube y Youporn, entre ellas. Esto ha supuesto que el porno sea la segunda industria económica más potente a nivel mundial, después del mercado de armas.

En el libro-ensayo “Lo que esconde el agujero:  El porno en tiempos obsceno” de Analía Iglesias y Martha Zein, se explica cómo el consumo del porno ya no es una elección libre, sino que el algoritmo prácticamente te obliga a consumirlo. Las autoras cuentan cómo esto  ha generado una vinculación entre el deseo y la felicidad, provocando que las personas vean el porno como una forma de suplir sus carencias de bienestar.

“El semen sigue siendo el rey”, es la frase que usan las escritoras. Explican que en todo tipo de porno, siempre se acaba con la eyaculación masculina. Al centrarse en los genitales masculinos, la eyaculación y penetración parecen fundamentales. La socióloga inglesa Gail Dines explica cómo Internet transmite a los jóvenes que en eso se resume ser hombre. Cuanto  más jóvenes empiezan a consumir, menos empatía tienen en sus relaciones sexo-afectivas y más confusión entre placer/espectáculo y violencia/espectáculo tienen.

Al profundizar en este tema, me di cuenta de cómo el porno tiene un trasfondo más allá de lo que parece. No es sólo una vía de placer, sino que afecta a la vida real de las personas. Entonces, me puse en contacto con una especialista en el tema, la cual por cuestiones de privacidad me pidió que no diera su nombre.

Ella se dedica a dar charlas de concienciación en colegios, en espacios públicos, y trata a través de sus vivencias y formación terapéutica, dar un mensaje sobre cómo el porno está afectando negativamente a las mujeres y a sus relaciones sexo-afectivas.

En la entrevista, la especialista me contó el peligro de que el porno sea la única fuente de educación sexual de los jóvenes y las consecuencias de esto en sus relaciones sexuales. Ella misma me contó que había sufrido un caso de violencia de género, en el que todo comenzó por el consumo del porno.

La entrevistada me contó cómo muchos jóvenes tienen problemas en sus relaciones sexuales por el porno, debido a que la adicción al consumo del porno y de forma constante supone unas expectativas, una manera de ver el sexo y unos comportamientos que derivan en una imposibilidad de tener relaciones sexuales sanas. La especialista cuenta cómo esto supone una desconexión total por parte de los hombres y, en el caso de los jóvenes, aún más: “No miran a la cara, no te escuchan, no te respetan”.

Además de esa desconexión, esa disociación de qué es realidad y qué no, lleva a violaciones, abusos, e imitaciones del porno que suponen un problema para el contexto social actual. La entrevistada asocia esta disociación con la pandemia, opina que a partir de la pandemia estamos más desconectados de la vida, y más conectados a cinco pantallas simultáneamente.

Esto hace que el sexo del porno sea un sexo en el que el rol de la mujer es ser un objeto y el del hombre limitarse a ser dominante. Esto supone que estas relaciones sexuales rápidas, sin mirarse, sin vínculo, se extrapole a la vida real de la misma manera.

De esta desconexión han hablado varios filósofos en la revista francesa Tiqqun, donde explicaban cómo el porno es otro factor que fomenta el que se siga “viviendo sin estar viviendo”, es decir, anestesiados sin vivir realmente experiencias reales.

Tras contarme esta perspectiva, la entrevistada me contó su testimonio. Ella ha  sufrido durante años violencia de género por parte de su pareja, en la que el porno fue el desencadenante de múltiples abusos y situaciones desagradables para ella. Este testimonio demuestra los efectos que puede tener una cultura del sexo sin implicación emocional, una idealización de lo que es el sexo, y una representación fría y violenta de lo que en realidad no debería ser así.

El filósofo Henri Peña Ruizc, en una charla en el Institute d’Etudes Politiques en París, habló de la importancia de crear una ética del placer, ya que la moral y el placer van de la mano. Para ello “hay que empezar a vivir el sexo como algo común, un vínculo, no vivirlo separados”. Como dicen las escritoras de “Lo que esconde el agujero”: “ En cada relación sexual hay un vínculo y, por tanto, una forma de tratarse.” La solución no está en prohibir el porno, sino en centrarse en forjar vínculos en los que se priorice el lenguaje y dejar aparte idealizaciones e imágenes falsas de lo que es el sexo.

La entrevistada, ante esto, propone una idea de cómo ver las relaciones sexo-afectivas: “Que nos miremos a la cara, que nos sepamos hablar a parte de por teléfono, a parte del WhatsApp, que nos aburramos mirándonos. Eso sería la base para luego poder hacer cualquier otra cosa. Eso es el principio para que lo demás, si llega, bienvenido sea.” De esta forma propone que, en vez de parejas sexo-afectivas, busquemos parejas afectivas-sexuales, creando una confianza de base para luego forjar relaciones sexuales sanas, donde el porno no sea más que una ficción alejada de lo real.

Redactora: Julia Garcia-Nuño Garcia

Editoria: Mencia Castaó-Justel Vallelado

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30/04/2024