La paloma, ¿enemigo público?

Por Guillermo Rico

La inexistencia de un censo de este tipo de aves hace imposible asegurar qué tan nocivo es su impacto.

Las palomas son visitantes frecuentes de las plazas centrales de distintas ciudades.

La paloma común (Columba livia) es una habitante frecuente de las plazas públicas de las ciudades de Colombia. Mientras algunos la ven como un animal inofensivo, otros la definen como una especie invasora que puede tener efectos nocivos en la salud de los seres humanos.

Estas aves se han adaptado perfectamente a los entornos urbanos, ya que en estos encuentran con facilidad el alimento y el agua que necesitan para sobrevivir. Un ejemplo de dicha adaptación es el centro de Bogotá, donde las palomas se han convertido en un ícono de la Plaza de Bolívar, allí son alimentadas por turistas y transeúntes.

Quienes ven a las palomas como un «enemigo», se basan en la evidencia científica que lista un gran número de enfermedades que pueden transmitirse a partir del contacto con el excremento de palomas. Sergio Córdoba, biólogo de la Asociación Bogotana de Ornitología, señala que “las palomas transmiten enfermedades infecciosas nocivas para la población humana como la clamidiosis, la histoplasmosis, la criptococosis y otras enfermedades parasitarias que afectan los sistemas respiratorio y gastrointestinal».

Asimismo, Jairo Hernández, funcionario del Ministerio de Salud y Protección Social, considera que las palomas son agentes transmisores de influenza aviar, enfermedad que puede afectar a los seres humanos y generar pérdidas económicas en el sector ganadero.

Incluso, investigadores como María Piedad Baptiste, del Instituto Alexander von Humboldt, sostienen que la especie puede llegar a ser nociva para algunos ecosistemas, “las palomas pueden competir con la avifauna nativa por alimento y refugio, llegando incluso a desplazar poblaciones nativas de su hábitat natural”.

Ante esta evidencia, el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible sugiere la caza y control de la paloma común cuando el aumento de su población lo haga necesario. Sin embargo, esta entidad es enfática en que los métodos que se utilicen, “no deben ocasionar perjuicio a las demás especies ni a su medio, ni causar la extinción de la especie controlada”.

En otros países con una problemática similar se han implementado otras herramientas como la modificación del hábitat, exclusión, repulsión con productos químicos, remoción de nidos y campañas de educación ambiental. Sin embargo, este tema ha logrado que se den numerosas discusiones sobre la pertinencia de ver a las palomas como un enemigo de los entornos humanos.

Andrea Padilla, vocera (corresponsal) para Colombia de la fundación Animal Naturalis, es enfática en sugerir que el control que se implemente sobre cualquier población de paloma común debe hacerse de manera humanitaria. Padilla se inclina por la destrucción de nidos con el fin de disminuir la tasa de natalidad.

En este punto un primer paso para tomar cualquier medida respecto a la población de palomas sería la realización de un censo. No obstante, la Secretaría de Salud de Bogotá asegura que no existe algún estudio al respecto en la capital.

Tomar medidas para el control de la población de palomas en Bogotá, sin los estudios adecuados, sería una medida irresponsable. Pero si se continúa desconociendo esta problemática, es innegable que la población de palomas en la ciudad seguirá creciendo y los riesgos potenciales asociados quizás se harán evidentes, por lo que urge la realización de un estudio que permita saber a ciencia cierta si hay o no que temer a este tipo de aves.

La paloma, ¿enemigo público? (semana.com)

27/12/2020