Impiden ejercer al Dr. Ángel Ruíz-Valdepeñas, cofundador de Médicos por la Verdad España

La Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Médicos de las Islas Baleares decidió en mayo pasado suspender de colegiación durante 6 años e imponer una multa de 16.732’80 euros al Dr. Angel Ruíz-Valdepeñas -cofundador de Médicos por la Verdad España– por supuesta vulneración del Código de Ética y Deontología Médica. ¿La razón? Desvelar las mentiras del relato sobre la Covid-19, negarse a aceptar acríticamente las verdades oficiales sobre la «pandemia» que dicen asola al mundo, poner en duda el sentido y la eficacia de las medidas adoptadas sobre ella y recomendar a la gente que no se vacune porque, al igual que las mascarillas, no son ni eficaces, ni necesarias, ni seguras. En suma, se trata de una decisión política y no de carácter profesional o sanitario. Hemos hablado con él de ello.

Los médicos de todo el mundo comparten desde el comienzo de la «pandemia» una instrucción no escrita: ¡Prohibido discrepar! Saben que si no están de acuerdo con las medidas adoptadas por la OMS y los gobiernos sobre las PCR, las mascarillas, el confinamiento, las vacunas y sus efectos secundarios deben callar o serán repudiados, difamados y, finalmente, sancionados. Y no por los jueces o las autoridades sanitarias sino por los compañeros que controlan los colegios profesionales, corporaciones de derecho público cuyos actos financian sin rubor las grandes multinacionales farmacéuticas y sanitarias que además mantienen estrechos vínculos con sus principales dirigentes. Lo hemos explicado ampliamente en nuestra revista en varios reportajes al dar cuenta de los expedientes abiertos a muchos médicos que finalmente serían absueltos en los tribunales demostrándose la arbitrariedad de la medida y la sinrazón con la que se les trató profesional y socialmente. Y es que las grandes cadenas de radio y televisión así como los principales diarios y revistas se hacen siempre amplio eco de este tipo de denuncias pero luego callan -o informan brevemente y de pasada- cuando los profesionales injustamente acusados son absueltos. Quedan así «marcados» por lo que en argot periodístico se denomina «la pena del telediario». Y la razón es simple: todo el mundo se entera de las acusaciones pero muy pocos luego de si eran inocentes.

Pues bien, en esta ocasión los grandes medios de comunicación anunciaron a bombo y platillo en mayo pasado que el Dr. Angel Ruíz-Valdepeñas, cofundador de Médicos por la Verdad España, había sido «sancionado» con 16.732’80 euros y se le había suspendido profesionalmente durante 6 años… pero sin explicar que al estar recurrida no se trata de una sanción firme aunque de momento conlleva la pérdida de ingresos.

Todo empezó el 30 de septiembre de 2020 cuando su colegio le abrió un expediente disciplinario por manifestarse públicamente en redes sociales y medios de comunicación en contra del Nuevo Orden Mundial y negando públicamente la eficacia de las medidas adoptadas durante la pandemia, desaconsejando el uso de las mascarillas y sugiriendo desobedecer las medidas de distanciamiento social establecidas por las autoridades. Cuatro meses después -el 27 de enero de este año- la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Médicos de las Islas Baleares decidió sancionarle con la suspensión durante 72 meses del ejercicio profesional y una multa de 240 cuotas colegiales (a razón de 69,72 euros cada una, 16.732’80 euros- por promover «acciones contrarias a la evidencia científica» así como por “una inadecuada praxis profesional’. ¡Como si alguna de las decisiones tomadas desde el comienzo de la pandemia tuviera un inequívoco sustento científico! La propuesta sería ratificada el pasado 20 de mayo.

Lo que pocos saben es que el Servicio Balear de Salud -entidad para la que trabajaba- ya le abrió el 23 de junio de 2020 un expediente disciplinario por idénticas razones que implicó la suspensión de empleo y sueldo. Y como su contrato acababa el 30 de junio no se lo renovaron por lo que se quedó sin trabajo y sin ingresos. Obviamente aquel expediente disciplinario se recurrió ante los tribunales, pero como nuestro sistema judicial es uno de los más rápidos y eficaces del mundo la fecha comunicada para su resolución es ¡mayo de 2023! Sin comentarios.

Agregaremos que también a la doctora Natalia Prego -que fundó junto a él Médicos por la Verdad España– le abrió expediente en 2020 el Colegio Oficial de Médicos de Pontevedra y hay igualmente propuesta de sanción por las mismas razones. Y otro tanto cabe decir de la doctora española de origen ucraniano Nadiya Popel que trabaja en el servicio de Urgencias del Hospital Mateu Orfila de Menorca a la que el pasado mes de mayo se le impuso un expediente disciplinario por unas declaraciones que hizo a Menorca.info en las que afirmaba que en sus 16 años de práctica médica nunca había visto tras una actuación sanitaria tantos efectos secundarios en tan poco tiempo… refiriéndose a la vacuna de AstraZeneca. El expediente lleva aparejada la suspensión de empleo durante seis meses -en los que solo percibirá el salario base- y se tomó al estimarse como «falta muy grave» sus manifestaciones contrarias a la vacunación. Y eso que solo alegó que “se trata de una vacuna experimental que no se puede inocular sin dar toda la información al paciente”. De nuevo sin comentarios.

Claro que tan grave como estas sanciones es el silencio cómplice y cobarde de sus compañeros de profesión ante tales represalias, algo que en el caso de las vacunas no es precisamente nuevo. Recordemos que el 13 de junio de 2019 -meses antes pues del comienzo oficial de la Covid-19– la Junta Directiva del Colegio Oficial de Médicos de Madrid decidió inhabilitar profesionalmente a la doctora Isabel Bellostas durante 364 días ¡por alertar de los peligros de las vacunas infantiles! y tampoco la defendieron entonces sus «colegas». Afortunadamente el juzgado de lo Contencioso Administrativo n° 3 de Madrid suspendió cautelarmente la decisión el 2 de marzo de 2020 pero todavía persiste la «amenaza».

Y es que todas estas actuaciones colegiales no tienen otro objetivo que imponer a los médicos una especie de «ley del silencio» conminándoles a acatar y asumir todo lo que se les diga e imponga y, sobre todo, amedrentarles para que no manifiesten en público opiniones discrepantes o contrarias a las verdades oficiales establecidas y no participen en debates o actos en los que así se haga. Lo grotesco es que ahora se les exige además que no informen a sus pacientes de los riesgos que corren con las mascarillas y las vacunas experimentales que se están inoculando masivamente sin la correspondiente prescripción facultativa y sin que los vacunados hayan sido ampliamente informados. De hecho se les está vacunando sin un adecuado consentimiento informado lo que sería de vital importancia al tratarse de «sustancias» aún en fase experimental. ¿Cómo se explica pues el atronador silencio mayoritario de los médicos y de las asilvestradas sociedades científicas?

DISCREPAR TIENE UN PRECIO

Angel Ruiz-Valdepeñas tiene 54 años -nació en 1966 en Avilés-, reside en Ibiza desde 2008 y lleva tres décadas trabajando como médico. Es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, ha ejercido en varios servicios de Urgencias y durante 7 años fue Jefe de los Servicios Médicos del Centro Penitenciario de Ibiza pasando posteriormente a formar parte del Servicio de Urgencias del Hospital de Formentera cuya dirección, ante el expediente abierto por el Servicio Balear de Salud, decidió no renovarle el contrato. Y de todo esto hemos tenido oportunidad de hablar con él.

Antes de nada, ¿podemos saber cómo se encuentra de ánimo tras los dos expedientes abiertos? Porque uno le ha costado el trabajo y el otro puede implicar si prosperara -algo que sinceramente dudamos- seis años de suspensión y más de dieciséis mil euros de multa.

-Estoy muy bien aunque sin aquel trabajo, así que aprovecho el tiempo informándome aún más para seguir denunciando todo lo que está ocurriendo. Y seguiré haciéndolo mientras pueda. De hecho me siento bien, me siento muy feliz porque sé que estoy haciendo lo que debo. Es más, le voy a confesar que no tengo prisa porque los expedientes se resuelvan. El primero ya fue recurrido y el del colegio de médicos se recurrirá en breve. Sé que el tiempo juega a nuestro favor. Cuanto más tiempo pase, más se verán las mentiras, más se verá el engaño. Además, no me apetece ya nada trabajar en el sistema tal como está, teniendo que hacer PCRs a todo el mundo y peleándome con los compañeros por defender mis ideas.

Es usted el primer médico represaliado oficialmente en España por mostrarse públicamente contrario a las discutibles decisiones gubernamentales tomadas durante la pandemia. ¿No tiene la sensación de que le han tomado como «cabeza de turco» para lanzar a sus compañeros el mensaje de que al que discrepe públicamente se le va a dar un escarmiento?

-Sin lugar a dudas. Es una sanción que pretende amedrentar, acallar a los compañeros que discrepen de las medidas tomadas durante la pandemia, y, ahora, con la vacunación. Lo que pasa es que han conseguido lo contrario: al convertirme en protagonista me han puesto un altavoz en las manos que aprovecho en cada una de las entrevistas que me hacen. A pesar del impacto que la persecución me ha supuesto personal y profesionalmente nos ha dado una magnífica oportunidad para difundir las ideas del colectivo que a partir de esos momentos se formó y actualmente cuenta en España con más de 200 médicos agrupados en Médicos por la Verdad España además de varios miles a nivel mundial. Si no me hubieran hecho ni caso, si no hubieran decidido ir contra mí, igual este colectivo ni existiría…

Usted fue el primer médico que adquirió relevancia mediática con sus denuncias públicas sobre las falsedades que nos estaban contando sobre el confinamiento, las PCR, las mascarillas, la pandemia… ¿Cómo llegó al punto de exponerse socialmente, de salir a la calle a denunciar altavoz en mano -y no es una metáfora- lo que estaba ocurriendo?

-Empecé a replantearme lo que estaba ocurriendo después de estar en la India -que hace frontera con China- y ver que allí apenas había muertos a pesar de haber una presencia importante de población china en la zona en la que yo estaba y de la ausencia tanto de higiene como de distancia social, características de la sociedad india. Los muertos se concentraban en los países occidentales. Enseguida entendí que se repetía el mismo patrón que vivimos con la gripe aviar y la gripe porcina, cuyo objetivo real fue implantar la vacunación como una herramienta más para imponer una especie de dictadura mundial con una excusa sanitaria. Y la herramienta para conseguirlo era el miedo. Esta pandemia creada estaba permitiendo de hecho imponer medidas que no tenían respaldo científico alguno. Lo llamativo es que a pesar de la ausencia de evidencias sobre la validez de las medidas no escuchaba voces que se opusieran. Me quemaba que nadie dijera nada. Además, estaba claro que trataban de imponernos una vacuna experimental así que decidí no seguir callando. Luego, como no tenía muy claro cómo expresarme, estuve viendo distintas convocatorias y escogí unirme a la concentración del Movimiento 2020 que se reunía los sábados en la plaza de Callao (Madrid). Acudí a la manifestación del 13 de junio de 2020 y allí leí el manifiesto del M2020 -tras retocarlo mínimamente para estar de acuerdo con lo que leería- denunciando el Nuevo Orden Mundial, la «plandemia» y el sinsentido de las medidas tomadas. Mi intervención fue recogida para mal en los medios… pero recogida al fin de al cabo. Después me hizo una entrevista la periodista Karin Baker y a partir de ahí me quedé sin trabajo. Ahora bien, no fui el primer médico en dar la cara públicamente. La doctora Natalia Prego ya llevaba difundiendo audios y videos a través de las redes sociales desde marzo, pero es verdad que en aquel momento mis intervenciones tuvieron gran repercusión mediática.

A nivel personal, ¿qué precio ha tenido que pagar por su disidencia?

-A nivel emocional y a nivel de salud el coste ha sido alto. Viví un sufrimiento que alcanzó a mi propia familia que me decía: «Déjalo, dales la razón. No te metas en esto porque tienes las de perder» y comentarios por el estilo. Imagine el disgusto que es para mi madre, de 85 años, para la que el trabajo lo es todo, saber que me han suspendido durante seis años. Incluso con mi propia pareja pasé por alguna dificultad. Y a nivel laboral, por supuesto, estoy sin cobrar desde junio de 2020. Pero, como le decía antes, ahora me siento con fuerzas y animado para seguir adelante.

Hemos hablado de su sanción como un intento de acallar a los críticos pero, ¿no cree que en líneas generales el comportamiento del establishment médico -desde su dirección hasta los médicos de base- está siendo decepcionante?

-Desafortunadamente, sí. ¿Cómo puede uno callar ante una situación tan grave? Callarse supone ser cómplice de lo que está ocurriendo. Es triste ver a tantos compañeros guardar silencio, mientras a diario tratan los efectos secundarios de las vacunas, o mientras piensan que las mascarillas no sirven para nada al aire libre. Se puede entender el silencio de quien tiene niños pequeños -una familia- y teme las represalias, pero es difícil justificar que haya tan pocos hablando. Acaban de abrir expediente sancionador a la doctora Nadiya Popel por denunciar los efectos secundarios de las vacunas, cuando ella misma los está constatando. Lo cierto es que las llamadas «vacunas» contra la Covid-19 son en realidad sustancias en fase experimental y ante este hecho debería ser obligatorio mirar con lupa cada una de las reacciones que hay tras las vacunaciones. Por supuesto, debería haber un grupo control con placebo pero, ¿dónde están los «grupo placebo»? Simplemente, no existen. El que existía en las primeras fases experimentales recibió también dosis activas de las vacunas luego nunca se podrá evaluar adecuadamente el efecto de estas mal llamadas vacunas.

Sinceramente, se está haciendo todo mal.

UN PRODUCTO DE INGENIERÍA SOCIAL

Los grandes medios de comunicación siguen queriendo convencer a la sociedad de que el descenso de la mortalidad y las hospitalizaciones se debe a las vacunas cuando la curva es similar a la del año pasado. En 2020, tras alcanzar las cifras más altas de mortalidad en marzo y abril, se produjo una caída hasta otoño… sin vacunación y con menos gente inmunizada de forma natural. ¿Se está repitiendo ahora el mismo proceso?

-Creo que la situación es peor. Y esperemos que no ocurra lo del año pasado. Recuérdese que después de la primera ola vivimos unos meses de tranquilidad hasta que llegó un primer repunte que se inició poco después de comenzar la campaña de vacunación contra la gripe. ¿Qué sentido tenía comenzar a vacunar contra la gripe en agosto-septiembre si se supone que había desaparecido en todo el mundo hacia la 14a semana del año -justo en marzo/abril- y que entonces se dispararan los casos de Covid-19? ¡Qué casualidad! ¿Quién se supone que te podía contagiar de la inexistente gripe? Es ilógico creer que la gripe había desaparecido. Sencillamente, los casos de gripe se atribuyeron al SARS-CoV-2. Tras publicarse el estudio del Hospital de Barbastro que constató que entre los vacunados contra la gripe existía una mayor mortalidad -atribuida a la Covid-19-y después de conocerse una casuística similar de claro aumento de mortalidad en todo el mundo en relación con las mayores tasas de vacunación antigripal en mayores de 65 años en la campaña anterior, lo lógico habría sido suspender la campaña de vacunación antigripal hasta no estudiar a fondo esta problemática. Pero no, el Gobierno de España se empeñó en adelantar la campaña de vacunación antigripal. Y cualquiera puede ver las gráficas: la mortalidad atribuida a la Covid-19 volvió a aumentar. Fue un error detrás de otro, un desastre.

El 27 de diciembre de 2020 comenzó la campaña de vacunación contra el SARS-CoV-2 y pocos días después la mortalidad ¡se volvió a disparar! Fue el peor momento, especialmente el vivido en las residencias. Médicos por la Verdad España lo advirtió mucho antes, en la conferencia de prensa que se dio el 25 de julio, la primera que organizamos.

La campaña de vacunación masiva no se debió poner nunca en marcha, porque no sabemos qué contienen las vacunas; si tienen metales, si están contaminadas, cuáles son los componentes que se ocultan tras las patentes… Es inaudito que sean secretos.