Alexander von Humboldt descubrió a este pequeño pez de bigotes, de un poco más de 20 centímetros, con un cuerpo de color verde oscuro y negro, endémico de la sabana. La contaminación del agua, su traslado forzoso a varias lagunas y la pesca inadecuada, lo tienen al borde de la extinción.
2020/04/06
Desde hace 40 años, el pez capitán no ha sido visto en la cuenca alta del río Bogotá. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
Mientras Alexander von Humboldt recorría la parte alta del río Bogotá, la más fría y repleta de frailejones paramunos, que abarca municipios como Villapinzón, Chocontá, Suesca, Sesquilé y Guatavita, un pez con bigotes en las heladas aguas del río llamó poderosamente su atención. Corría el año 1805 y ningún extranjero se había percatado antes de su presencia.
Se trataba de un pequeño bagre bigotón, piel gruesa, sin escamas, con la cabeza aplanada y cinco aletas distribuidas en un lánguido cuerpo de escasos 23 centímetros. Su color era verde oscuro y negro, con algunas pintas amarillas y blancas. Humboldt lo encontró tranquilo, como pasmado en las frías aguas del río que los muiscas habían bautizado como Funza, palabra chibcha que significa el gran varón.
El expedicionario alemán tuvo una curiosa visión con el pez. Se le pareció al capitán de un barco solitario y abandonado que fluía en total calma por aguas mansas y cristalinas. Humboldt anotó en su diario de viaje el hallazgo y le puso como nombre Eremophilus, palabra que significa amante de la soledad, y mutissi como apellido, en honor a su amigo el botánico José Celestino Mutis.
Los bigotes y colores del cuerpo de este bagre llamaron la atención de Humboldt en sus expediciones por la cuenca alta del río Bogotá. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
Pero la palabra Eremophilus mutissi no la entendía nadie. Por eso, Humboldt decidió darle un nombre más común para que todos lo entendieran y se lo imaginaran: el pez capitán de la sabana. Lo describió como una comida agradable, un animal consumido principalmente por los pobladores de la capital, en ese tiempo llamada Santa Fe, para la celebración de la cuaresma.
El encuentro de Humboldt con el pez de largos bigotes dejó una huella histórica. Luego de varios estudios, los científicos evidenciaron que este bagre es una especie endémica del río Bogotá, es decir que no habita en ninguna otra parte del planeta. Además, fue la primera especie de pez de agua dulce descrita científicamente en el país.
Los primeros 11 kilómetros del río Bogotá, en la zona rural de Villapinzón, eran el principal hábitat del capitán de la sabana. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
Empieza su declive
Los reportes Humboldt, de hace 215 años, relataban que el pez capitán vivía tranquilo y en una soledad inamovible en el tramo alto del río Bogotá, un sitio con alturas entre los 2.500 y 3.100 metros sobre el nivel del mar y bajo temperaturas no mayores a los 18 grados centígrados.
En esa época, su única amenaza era el consumo de los habitantes aledaños a las orillas del río Bogotá, un trayecto de aguas cristalinas y puras que dista del panorama de contaminación que hoy lo agobia. Pero esa actividad era insignificante: los pobladores no hacían una pesca depredadora y consideraban al pez como una insignia que debía respetarse.
Vidal González, un hombre cercano a los 70 años de vida que trabaja como único guardabosque del páramo de Guacheneque en Villapinzón, donde nace el río Bogotá, recuerda que en su infancia y adolescencia el pez capitán abundaba por las veredas.
“El río Funza era muy caudaloso, lo que permitía que en sus aguas vivieran especies como el pez capitán. Mi mamá me mandaba a pescar con anzuelo, y yo regresaba con varios pescados. Abundaban por la zona. La última vez que lo vi fue hace como 40 años”, recuerda Vidal.
Vidal González tuvo la fortuna de conocer al pez capitán en todo su esplendor. Foto: Javier Tovar.
Según el Programa Nacional para la Conservación del Pez Capitán, estudio publicado hace dos años y elaborado por el Ministerio de Ambiente, la Secretaría de Ambiente de Bogotá, la Universidad Manuela Beltrán, la Universidad Nacional y el Instituto Humboldt, el primer golpe contra el pez fue el traslado forzoso de muchos individuos a otros cuerpos lagunares.
Esa reintroducción inició a mediados del siglo XX, cuando varios peces capitanes fueron sacados del río para trasplantarlos (trasladarlos) en sitios como las lagunas de Tota, Fúquene y La Cocha (Nariño), y a otros cuerpos de agua fría en Ubaté, Chiquinquirá y Tundaza.
El pez capitán era la especie insignia del río Bogotá en su cuenca alta. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
Este forzoso cambio de hogar no tenía la intención de aumentar la cantidad de peces capitanes o repoblar las lagunas. El propósito fue más bien macabro: alimentar a las truchas, una especie introducida y principal fuente de alimentación de los pobladores de estas áreas del país.
“La presencia de especies exóticas como la trucha y la carpa en estas lagunas ha impactado considerablemente las poblaciones del capitán. Su poder reproductivo se ha visto disminuido en los lugares donde se reintrodujo. La trucha, carpa (roja, común y espejo), pez dorado y langostilla, consumen las ovas (huevos) y alevinos (alevines) del capitán y le transmiten enfermedades”, cita el Programa Nacional del Pez Capitán.
Más verdugos
En la actualidad no hay estudios poblacionales sobre la cantidad de individuos del pez capitán que sobrevive en la cuenca alta del río Bogotá. El libro rojo de peces de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la resolución 1912 del Ministerio de Ambiente, lo catalogan como una especie en vulnerabilidad, al encontrarse aún en varios cuerpos lagunares.
Colombia aún no cuenta con un estudio sobre la posible población del pez capitán en el único tramo cristalino del río Bogotá. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
Además de su cambio de hogar y servirle de alimento a las truchas, el capitán con bigotes descubierto por Humboldt tiene más verdugos, como la transformación y degradación de su hábitat, la pérdida de cobertura vegetal en las rondas y bosques, la desecación, sedimentación y mal uso del recurso hídrico, y la contaminación del agua del río.
Las aguas que bañan al altiplano cundiboyacense están cargadas de fósforo, nitrógeno, amoniaco y coliformes, y tienen una alta demanda química de oxígeno, factores que han dejado a este bagre bigotón casi sin alimento. “La mala calidad del agua ha disminuido la fauna que le sirve de alimento el capitán, como crustáceos, moluscos, macroinvertebrados acuáticos y larvas de insectos”, cita el estudio.
El color verdoso de su cuerpo fue una de las características que le llamó la atención a Humboldt. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
Hasta su tamaño ha mermado en los últimos años. Por ejemplo, en los individuos analizados en laguna de Fúquene, los expertos han encontrado peces maduros listos para procrear con 10 centímetros de largo, es decir menos de la mitad de su tamaño promedio.
En la laguna de Pedro Palo, ubicada en las montañas del municipio de Tena, varias de las reservas naturales que hay a su alrededor cuentan con criaderos de peces capitán.
26/11/2020
1 Comment
Rubén Torres
3 años agoSiempre es una desgracia ver como desaparecen las especies por culpa de la mala gestión que se hacen sobre ellas. Es muy sencillo hacerlos desaparecer y muy difícil o imposible restablecer el número de individuos que había antes de que el ser humano apareciera en este planeta. Por todo ello es imperativo restablecer el equilibrio de los ríos. Si algún descerebrado ha introducido especies foráneas que son inadecuadas, hay que eliminarlas. Se me ocurren tres formas de conseguirlo: vertiendo sustancias a los ríos que obligan a los peces a salir a la superficie o colocando cientos de redes de lado a lado para capturar todos los peces y ponerlos en varios tanques de agua grandes equipados con filtros y aireadores. Hay que poner los peces depredadores aparte y por especies. Cuando pasen un par de meses y se compruebe que no queda ni un pez en los tramos que se han puesto redes, se pueden ir devolviendo los peces en los cursos altos de los ríos, pero se debe proceder seguir con las redes río abajo hasta su fin. La tercera consiste en recuperar unos cientos de peces de cada especie, se mantienen en grandes acuarios durante un mínimo de 6 meses. Mientras tanto, se llevan unas nutrias que sin duda no dejarán ni una sola carpa viva.
En cuanto a la contaminación que padecen los ríos son reversibles si realmente hay la voluntad de desearlo, pues existe la suficiente tecnología. Pero primero hay que conseguir que cesen los vertidos contaminantes a los cursos de agua.
En cuanto a los alimentos para el gran capitán; crustáceos, moluscos, macroinvertebrados acuáticos y larvas de insectos, se pueden criar fácilmente en acuarios para poder devolver una parte a los ríos conforme vayan criando y saturando los tanques de agua.