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En solo un día han fallecido dos menores ahogados en piscinas privadas. Una niña de 11 años ha muerto tras caer a la piscina de su vivienda en la localidad granadina de Almuñécar, según han informado a Efe fuentes del servicio Emergencias 112. Emergencias recibió sobre las 21.30 horas de este miércoles una llamada que alertaba de que una menor había caído a una piscina en una vivienda ubicada junto al Barrio de los Marinos de Almuñécar. La niña fue rescatada del agua y le practicaron técnicas de reanimación, aunque cuando llegaron los servicios sanitarios solo pudieron confirmar su muerte. El cuerpo fue trasladado al instituto anatómico forense para que se le realice la autopsia, que determinará las causas de la muerte. También un niño de 4 años ha muerto este miércoles, al parecer por ahogamiento, en una piscina privada en Ciudad Quesada, en el municipio alicantino de Rojales, según han informado a Efe fuentes conocedoras del caso. El suceso ha ocurrido poco antes de las 18.00 horas, en circunstancias no precisadas por el momento. Una dotación del Samur ha atendido al menor y le ha practicado maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), pero finalmente ha fallecido. Al parecer, la familia del pequeño, de origen marroquí o árabe, estaba de visita en Ciudad Quesada, el núcleo residencial principal de Rojales del interior, a diez minutos de las playas de Torrevieja. Otras fuentes han señalado que la familia, afincada en Bélgica, iba de camino a la provincia de Castellón y había hecho una parada en la urbanización donde se han producido los hechos.
8/08/2020
1 Comment
Rubén Torres
3 años agoQue se pierda la vida de un niño o de varios siempre será una tragedia para los padres, más grave si ha sido por ser unos padres irresponsables. Pero así es la Naturaleza, esos niños debieron aprender a nadar como me ocurrió a mí cuando apenas tenía 9 años. Tengo que explicar lo que me ocurrió para no parecer que carezco de sentimientos: desde muy pequeño tenía la costumbre de cuando mis padres me llevaban a la playa me sentaba en mi flotador en forma de pato y me sentaba en el, usando los brazos como remos me alejaba mucho de la orilla sin haber tomado nunca lecciones de nado. Mis padres no sabían nadar, pero mis tres hermanos sí y nunca me enseñaron, pues pasaban mucho de mí, por lo que tampoco jugaban conmigo, por esa razón al sentirme solo me daba por alejarme de todo el mundo. Cuando decidían marcharse mi padre enviaba siempre a mi hermano mayor a buscarme porque era el que más aguantaba nadando y cuando estaba cerca de mi me decía; hora de marcharse, entonces yo remaba hacia la orilla y nos íbamos. Un día que estábamos disfrutando de la playa yo hice como siempre, una vez lejos de la orilla me di cuenta que un señor nadaba hacia mi, yo estaba sentado en mi flotador y sin saber porqué me hizo caerme del flotador, una ola alejó el flotador, el señor siguió nadando y se alejó, me entró el pánico y no podía gritar porque estaba chapoteando y tragando mucha agua, me hundía un y otra vez, el flotador estaba solo a cuatro metros más o menos, pero a mi parecía que estaba muy lejos porque no sabía nadar y solo tragaba agua. No sé como llegué hasta el flotador, me senté y empecé a remar como un desesperado hasta la orilla, cuando llegué fui directo a la toalla donde mis padres tenían una sombrilla, por eso la encontré rápidamente, me tumbé y me puse a llorar, mis padres estaban en la orilla chapoteando. Nunca les dije a mis padres lo que me había pasado porque sabía que me llevaría una bronca por alejarme de la orilla sin saber nadar, y seguramente me hubiese llevado algún que otro guantazo, pues mis padres todo lo arreglaban así. Me costó unos días sin atreverme a meterme más de lo que me cubría el pecho, hasta que por fin recordé cómo llegué hasta el flotador y empecé a nadar como las ranas, después me fijé en como nadaban las demás personas y las imitaba. Así aprendí a nadar y a bucear. Pero nadie se molestó a enseñarme. Por eso cada vez que me enteraba que alguien se ahogaba no me impresiona.