Gabriela Calderón
Gabriela Calderón de Burgos reseña el libro de Alberto Alesina, Carlos Favero y Francesco Giavazzi titulado Austeridad: Cuando funciona y cuando no funciona (Princeton University Press, 2019).
Alberto Alesina se destacó en el campo de la economía política con trabajos que analizan las políticas de austeridad. El año pasado publicó un libro con sus colegas Carlos Favero y Francesco Giavazzi titulado Austeridad: Cuando funciona y cuando no funciona (Princeton University Press, 2019). Aun cuando el libro se enfoca en países de la Unión Europea y otras economías desarrolladas de la OCDE, de estas investigaciones podemos derivar lecciones para estos tiempos turbulentos.
El libro empieza definiendo qué es la austeridad: “una reducción considerable de los déficits del estado y una estabilización de la deuda pública lograda mediante recortes de gasto o aumentos de impuestos, o ambas cosas”. Luego los autores explican que hay dos tipos de austeridad: una basada en aumentos de impuestos y otra basada en reducciones del gasto público. Si bien es cierto que en casi todos los países y episodios analizados en el libro se adoptaron planes mixtos, suele ser el caso que los planes solían tener una tendencia a cargar la mayor parte del ajuste fiscal por el lado de los impuestos o por el lado de recortes del gasto. Los distintos enfoques de austeridad tienen importantes consecuencias para el crecimiento.
Los autores concluyen que hay una diferencia importante entre los planes de austeridad basados en alzas de impuestos y aquellos basados en reducciones del gasto público. “Los recortes de gasto en promedio han estado asociados con recesiones muy ligeras. Una reducción del déficit de 1% del PIB por el lado de recortes de gasto está asociada (en promedio) con una desviación de menos de medio punto porcentual del crecimiento promedio del PIB del país, y esta desviación dura no más de un par de años…En cambio, los planes basados en aumentos de impuestos están asociados con grandes recesiones: pérdidas del producto interno bruto de entre 2% y 3% del PIB, por una reducción del déficit equivalente a 1% del PIB, y estas recesiones duran varios años”.
Ellos consideran que los recortes de gasto estimulan las inversiones dado que quienes las realizan tienen la expectativa de que los impuestos permanecerán iguales o disminuirán. Los inversores son más sensibles ante la incertidumbre a futuro: si no se realizan reformas para bajar el gasto de manera permanente, esperarán que la carga tributaria suba en el futuro y se abstendrán de realizar las inversiones.
Además, los autores encuentran que los planes basados en reducción del gasto son más eficaces para reducir el peso de la deuda que aquellos basados en aumentos de impuestos. Podría ser que los efectos de los distintos tipos de planes de austeridad se vean influenciados por otros factores como la política monetaria, la variación en el tipo de cambio y otras reformas estructurales adoptadas al mismo tiempo. Pero los autores concluyen que ninguna de estas variables explica la diferencia de resultados en crecimiento económico.
Los autores también consideran si el momento en que se implementa el plan de austeridad influye en los resultados y concluyen que no importa si se implementan con o sin recesión, los planes basados en alzas de impuestos suelen ser más costosos.
Todo esto nos indica que la insistencia del gobierno en resolver la crisis fiscal por la vía de alzas de impuestos sería la equivocada.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 31 de julio de 2020.
17/08/2024
1 Comment
Rubén Torres
3 meses agoPor enésima vez se puede comprobar que el refranero español nos es útil para definir a la sociedad. Dice así; donde no hay mata no hay patata.
Han pasado miles de años donde se utilizan bienes o dinero para poder adquirir productos. Utilizar eso produce injusticias, estafas, avaricia, codicia, fraudes, robos, desigualdad, etc. Y a pesar de todo eso, seguimos utilizando el dinero ¿por qué? Pues la respuesta está en ese refrán.
Por suerte no todos somos idiotas y sabemos solucionar los problemas que los ausentes de mente provocan. Bastaría con prescindir del dinero, modificar las leyes injustas, modificar el Código Penal e implementar el Nuevo Orden Mundial.