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En pocos meses se han publicado en España dos libros -Cerebro de Pan y Sin trigo, gracias- en los que se acusa al trigo actual -una vez más- de ser la causa subyacente de numerosos problemas de salud y aumentos injustificados de peso proponiendo por ello que se elimine de la dieta todo producto alimenticio que lo contenga si se quiere mantener la salud o recuperarla. El primero está escrito por el neurólogo David Perlmutter y se centra en los problemas que provoca en el sistema nervioso central -causando especialmente alzheimer- y el segundo es obra del cardiólogo William Davis y en él se analiza principalmente su influencia negativa en el sistema cardiovascular. Damos a conocer sus principales conclusiones.

«Los cereales modernos están destruyendo silenciosamente tu cerebro. Y cuando digo modernos no me refiero solo a las harinas refinadas, las pastas o el arroz que cargan ya con el estigma que les imponen los enemigos de la obesidad. Me refiero también a todos los cereales que muchos hemos llegado a considerar saludables: el trigo integral, el cereal integral, el multigrano, los siete granos, el grano vivo, el grano molido a la piedra y demás. En pocas palabras, estoy diciendo que uno de nuestros grupos alimenticios esenciales más queridos es en realidad una agrupación terrorista que ataca nuestro órgano más preciado: el cerebro«. ¿Sorprendido? Pues quien así de rotundo se manifiesta es el neurólogo norteamericano David Perlmutter en las primeras páginas de su libro Cerebro de Pan (editorial Grijalbo), alguien que lleva 35 años dedicado al estudio de las patologías cerebrales y es el único neurólogo acreditado en el Colegio Estadounidense de Nutrición, además de ser miembro fundador del Consejo Estadounidense de Medicina Holística e Integral y autor de numerosos artículos científicos publicados en Journal of Neurosurgery Southern Medical Journal, Journal of Applied Nutrition y Archives of Neurology. Es más, ha recibido varios premios por su novedoso enfoque del tratamiento de las enfermedades neurológicas como el Linus Pauling Award en 2002, el Premio Nacional al Nutricionista del Año de la Asociación Norteamericana de Nutricionistas en 2006 y el Premio al Médico Humanista del Año del Colegio Americano de Nutrición en 2010.

Perlmutter no es pues un neurólogo muy ortodoxo. De hecho su principal meta hoy es contribuir a que se produzca una auténtica revolución en el abordaje de las patologías cerebrales -y muchas otras enfermedades- lo que según él comienza por eliminar de nuestra dieta el grupo de los cereales -incluyendo sus derivados- y los alimentos ricos en hidratos de carbono. Ataca pues la base de la pirámide alimenticia defendida durante décadas.

«Creo -escribe Perlmutter- que los cambios alimenticios que se han dado en el último siglo -de una dieta alta en grasa y baja en carbohidratos se ha pasado a una dieta baja en grasa y alta en carbohidratos que sobre todo consiste en cereales y otros carbohidratos dañinos- son el origen de muchas de las dolencias modernas ligadas a! cerebro, incluidas la migraña, el insomnio, la ansiedad, la depresión, la epilepsia, los trastornos motores, la esquizofrenia, el trastorno de déficit de atención e hiperactividad y esos momentos de senilidad que es muy probable anuncien un declive cognitivo grave y una enfermedad progresiva, irreversible, intratable e incurable«.

En otras palabras, para Perlmutter lo fundamental para abordar desde una migraña hasta el alzheimer es prescindir de los carbohidratos refinados -comenzando por los cereales- y aumentar la ingesta de grasas saludables.

COINCIDENCIA TEMPORAL

Lo curioso es que la aparición de su libro ha coincidido en el mercado español con la de otro titulado Sin trigo, gracias (Editorial Aguilar) del cardiólogo William Davis -publicado en inglés con el título Wheat Belly cuya traducción literal es Barriga de trigo– en el que se asegura que el trigo puede ser causa de obesidad y patologías cardiovasculares. «Aprendí lo malo que es el trigo -dice Davis- cuando en mi práctica médica comencé a aconsejar a los pacientes eliminarlo de su dieta. Lo hice porque el 80% de las personas que me encuentro por primera vez son diabéticos o pre-diabéticos y tienen el doble o el triple riesgo de padecer enfermedades del corazón. En un esfuerzo por reducir el azúcar en sangre les pedí eliminar todos los productos de trigo de su dieta basándome en el simple hecho de que, con pocas excepciones, los alimentos elaborados con trigo aportan más azúcar a la sangre que casi todos los demás alimentos. Y es así con todos los granos enteros; más que el azúcar de mesa, más que una barra de chocolate, caramelo y avellanas. Orgánicos o multigranos, no hay ninguna diferencia«.

En Discovery DSALUD hemos alertado ya en varias ocasiones del peligro de consumir el trigo actual. Vea en nuestra web –www.dsalud.com– los artículos que con los títulos ¿Qué ingerimos realmente cuando compramos pan? y La intolerancia al pan y a los productos hechos con trigo es cada vez mayor (éste publicado en dos partes dada su extensión) aparecieron en los números 157, 163 y 164 respectivamente; y lea lo que al respecto se explica en el libro La Dieta Definitiva.

¿Y cómo es posible que los cereales nos sienten hoy tan mal? Pues la principal razón es que ante la necesidad de dar de comer a un número cada vez mayor de personas las técnicas agrícolas se

fueron modificando seleccionándose solo las especies de mejor rendimiento y más resistentes que se intentaron mejorar mediante hibridaciones primero y manipulaciones genéticas después. Buscando en suma que resistieran mejor el sol y el frío, la nieve y las heladas, la falta de agua, el viento, los insectos…

A lo que hay que añadir el desarrollo de cereales genéticamente modificados para obtener más cosechas de mayor rendimiento y lograrlas incluso fuera de temporada. Todo un proceso marcado por la cantidad sin tener en cuenta su posible impacto negativo sobre el organismo al consumirlos, no tan diferente del de nuestros ancestros y por tanto incapaz de adaptar su respuesta biológica a cambios tan drásticos. De hecho el resultado ha sido la aparición de un número cada vez mayor de patologías que hoy se saben está conectadas de forma directa o indirecta con el trigo y sus derivados ante la incapacidad de nuestro organismo para asimilar sus proteínas y las de otros cereales. Siendo especialmente perjudicial la naturaleza dañina de ciertas proteínas al ser modificadas en los procesos de cocción y la gran cantidad de sustancias químicas que hoy se añaden durante la producción de todo tipo de panes.

Y todo esto es, en suma, lo que denuncian Davis y Perlmutter tras constatar que los efectos perjudiciales de los mismos son aún mucho mayores de lo que se pensaba.

GLUTEN Y CEREBRO

Para el Dr. Perlmutter, neurólogo y a la vez experto en Nutrición, hay una patología a la que contribuye sobre todo el trigo: el alzheimer. Y así lo manifiesta asegurando en su obra que quienes padecen esa patología «hicieron una o más de las siguientes cosas:

Vivieron mucho tiempo con niveles elevados de azúcar en sangre, aun en ausencia de diabetes

Comieron demasiados carbohidratos a lo largo de su vida.

Optaron por una dieta baja en grasas que disminuyó sus niveles de colesterol. Y,

No se les diagnosticó la intolerancia al gluten (proteína que se encuentra en el trigo, la cebada y el centeno)».

Explicando que el impacto del trigo en el cerebro se debe al gluten y a los procesos inflamatorios a los que su consumo da lugar, al aumento del nivel de azúcar en sangre, a que ello genera resistencia a la insulina y a que su adicción puede acabar conduciendo a la obesidad, a una prediabetes o a una diabetes tipo 2 y a todas las patologías asociadas a ésta, entre ellas las neurológicas.

Algo que Perlmutter comprendió cuando tras tratar a sus pacientes, muchos con todo tipo de síntomas y patologías del sistema nervioso central, vio que casi todos presentaban intolerancia al gluten. Así que comenzó a recomendar a todos dietas sin gluten primero y, después, libres de carbohidratos refinados comprobando en muy pocas semanas que mejoraban.

El gluten -término que hace referencia al grupo de gliadinas y gluteninas- constituye el 80% de las proteínas del trigo -el 20% restante son albúminas, prolaminas y globulinas- y es el que da plasticidad a la harina permitiendo fabricar desde una pizza hasta una baguette pasando por una

magdalena. Es el elemento que da cohesión y maleabilidad a la masa de carbohidratos -almidón y amilopectina- que constituye del 80 al 90% de la harina. Y es también el que permite fermentar ésta (sin gluten no hay fermentación).

Ahora bien, cuanto más complejo es el genoma de un trigo mayor es la variedad de proteínas que contiene. Y los trigos modernos, a diferencia de los antiguos (escanda o diploides), tienen una enorme variedad de gliadinas y gluteninas capaces de provocar una respuesta inmune que de lugar desde un simple malestar a patologías graves.

El problema no es sin embargo solo ese; para William Davis hay otro igual de grave que no se ha tenido en cuenta. Y es el de que además del gluten hay «otras 1.000 proteínas en el trigo que también tienen potencial para provocar respuestas extrañas o inesperadas». Añadiendo: «Se podría decir que el trigo es un perfectamente elaborado ‘Frankengrain’ (palabra inventada para definir un grano elaborado sin sentido a base de trozos como lo fue Frankesteirí) que parece haber sido creado para ejercer el máximo daño a la salud de la forma más deseable e irresistible posible. Realmente no creo que tal monstruo fuera creado con el propósito de dañar a las personas pero la asombrosa colección de efectos adversos, todos ellos incluidos en una sola comida, apoyados por el Gobierno de Estados Unidos y otras agencias de salud ‘oficiales’, explica por qué éste hace más daño que el que cualquier grupo terrorista extranjero pudiera infligirnos«.

El caso es que la literatura científica que asocia el gluten con distintas enfermedades autoinmunes -como la celíaca o la artritis reumatoide- es innumerable e incontestable pero por alguna extraña razón los daños que provoca en el cerebro parecen ser ignorados; quizás porque sus manifestaciones no son tan evidentes como las respuestas inflamatorias que genera en otros puntos del organismo. Sin embargo, cada vez es mayor el número de trabajos que asocian el gluten con trastornos neurodegenerativos como la ataxia cerebelosa, la esclerosis múltiple e incluso la esquizofrenia ¡en personas no celíacas! El doctor R. P. Ford -del The Children’s Gastroenterology and Allergy Clinic de Nueva Zelanda- lo explicó en el trabajo que publicó en 2009 en Medical Hipotheses con el título The gluten syndrome: a neurological disease (El síndrome del gluten: una enfermedad neurológica): «El gluten provoca síntomas tanto entre los celíacos como entre quienes presentan sensibilidad al gluten sin serlo porque todos sufren reacciones adversas en el sistema nervioso. Luego es crucial entender que la sensibilidad al gluten también puede estar asociada a síntomas neurológicos en personas sin la mucosa intestinal dañada (es decir, no celíacos). El gluten puede causar daño neurológico mediante una combinación de reacciones cruzadas de anticuerpos, enfermedad compleja inmune y toxicidad directa. Afecciones del sistema nervioso que incluyen desregulación del sistema nervioso autónomo, ataxia cerebelosa, hipotonía, retraso del desarrollo, trastornos del aprendizaje, depresión, migraña y dolor de cabeza. Si el gluten es el agente perjudicial putativo no es necesario que haya daño intestinal. Esto es lo que se conoce como ‘Síndrome del gluten’».

Hoy se sabe que al llegar las gliadinas del gluten del trigo al intestino las células epiteliales de éste segregan unas proteínas denominadas zonulinas que provocan un incremento de la permeabilidad intestinal y el paso de macromoléculas al torrente sanguíneo que el sistema inmune intenta combatir de inmediato con linfocitos T y otras células de defensa. El doctor Alessio Fasano, descubridor de las zonulinas y fundador del Centro de Investigación Celíaca -primer centro celíaco de Estados Unidos- que se encuentra actualmente en el MassGeneral Hospital para niños asevera que la sobreproducción de zonulinas está implicada en el desarrollo de las enfermedades autoinmunes -incluyendo la diabetes tipo 1, la enfermedad celíaca y la esclerosis múltiple- e incluso en la aparición de «desórdenes neoplásicos«.

Las citocinas inflamatorias generadas son capaces de atravesar la barrera hematoencefálica y atacar al cerebro. De hecho, Perlmutter afirma que el gluten es, junto a las dietas altas en carbohidratos, el mayor estimulante de las reacciones inflamatorias -cerebro incluido- que dan luego lugar a muy distintos problemas y enfermedades. Asegurando que de hecho se han encontrado elevadas cantidades de citocinas inflamatorias en enfermos de alzheimer, parkinson, esclerosis múltiple y otras patologías neurodegenerativas. Daño que puede verse incrementado por el hecho de que las antigliadinas generadas por el sistema inmune pueden atacar en el cerebro proteínas similares en su estructura a las de las gliadinas.

Dicho esto, agregaremos que los dos autores de los que hablamos coinciden en que hay tener mucho cuidado a la hora de escoger alimentos sin gluten porque buscando soluciones al problema pueden acabar cayendo en uno igual o peor. Así lo explica William Davis: «Los pocos alimentos que aumentan en sangre el nivel de azúcar más que el trigo son la harina de arroz, el almidón de maíz, el almidón de tapioca y la harina de patata; es decir, los ingredientes más comunes utilizados en los alimentos sin gluten. Un pan de grano entero libre de gluten, por ejemplo, se hace generalmente con una combinación de arroz, patata y almidón de tapioca; almidones pulverizados secos llenos de carbohidratos altamente digeribles de alto índice glucémico que por tanto envían más azúcar a la sangre. Y ello contribuye a la diabetes, las cataratas, la artritis, las enfermedades del corazón y el aumento de grasa en el vientre. Por eso muchos celíacos que renuncian al trigo y recurren a alimentos exentos de gluten se convierten en obesos y diabéticos. Los alimentos sin gluten, tal y como se fabrican actualmente, son sustitutos muy pobres de la harina de trigo. Cualquiera que consuma alimentos sin gluten -como magdalenas sin gluten- debe entender que no es diferente de comerse una bolsa de caramelos«.

Debemos matizar que aunque tanto Davis como Perlmutter citan el arroz junto a los cereales su crítica sobre él se limita a indicar que al ser rico en almidón y su metabolización da lugar a glucosa su ingesta debe ser controlada -no suprimida- pero optando siempre por el integral.

EL AZÚCAR Y EL TRIGO

Una de las principales razones de que consumir una dieta rica en cereales y carbohidratos sea tan dañina es que eleva el nivel de azúcar en sangre mucho más que alimentos como la carne, el pescado, el pollo o las verduras. Perlmutter cuenta en su libro que cuando da charlas sobre el tema utiliza una imagen en la que aparecen cuatro alimentos comunes: una rebanada de pan de trigo integral, una barra de chocolate con caramelo y cacahuete, una cucharada de azúcar refinada blanca y un plátano. Y a continuación pregunta a sus oyentes qué alimento creen que aumenta más el nivel de azúcar en sangre. La mayoría responde que el azúcar pero ésta tiene un índice glucémico de 68 mientras el del chocolate es de 55, el plátano de 54 y el pan de trigo integral de 71 (similar al del pan blanco contra lo que muchos creen). Luego es absurdo recomendar que no se ingiera azúcar y se anime a ingerir de desayuno o merienda cereales y carbohidratos de carbono refinados aunque sea sin gluten: pan, pasta, bollería, tartas, pasteles… El hombre occidental no realiza hoy suficiente ejercicio como para consumir tanta glucosa y por eso hay tantas personas con sobrepeso u obesas.

El trigo tiene además un carbohidrato complejo único, la amilopectina A, que se transforma rápidamente en glucosa pasando a la sangre. Y como normalmente esa glucosa no se quema rápidamente va directamente al hígado que la transforma en grasa (triglicéridos) que luego almacena como reserva en las células adiposas (adipocitos). En abdomen y cintura sobre todo en el caso de los hombres y en glúteos y piernas en el de las mujeres pero también en las vísceras abdominales y en las glándulas mamarias. Y aclaremos que se llama grasa visceral o abdominal -en realidad intraabdominal- a la que se encuentra entre los órganos -estómago, intestinos, hígado, páncreas y riñones- siendo semilíquida.

Por otra parte el consumo habitual de carbohidratos hace trabajar de forma continua al páncreas que se ve obligado a elaborar constantemente insulina para retirar el exceso de glucosa de la sangre y llevarla hasta las células en un proceso que, de convertirse en un hábito alimenticio, puede acabar en la acumulación de grasa visceral y posteriormente en una pre-diabetes o diabetes tipo 2 con todas su patologías asociadas.

Hoy es ampliamente conocido que la diabetes duplica el riesgo de padecer alzheimer. Lo que Perlmutter agrega es que -como en el caso del gluten- no es necesario llegar a la expresión máxima de la patología, la diabetes, para sufrir en el cerebro las consecuencias del exceso de azúcar en sangre. Ser prediabético o tener el azúcar alto de forma sostenida se asocia ya a una disminución de la función cerebral y es un factor de riesgo para el desarrollo de alzheimer. Porque, como pasa con el gluten, se sabe desde hace años que un exceso de azúcar en sangre afecta negativamente a la función cognitiva.

El doctor Christian Enzinger -del Departamento de Neurología de la Universidad de Graz (Austria)- publicó en 2005 en Neurology -junto a otros colaboradores- el trabajo Risk factors for progression of brain atrophy in aging: six-year follow-up of normal subjects (Factores de riesgo en la progresión de la atrofia cerebral con la edad: seis años de seguimiento de sujetos normales) en el que se concluye que ancianos neurológicamente asintomáticos experimentaron una continua pérdida de volumen cerebral que parecía acelerarse con la edad y uno de los factores de riesgo de esa atrofia cerebral fue la presencia de hemoglobina glucosilada A(HbA1c); es decir, de glucosa adherida a hemoglobina. De lo que colegirían que «la agrupación de factores asociados con el llamado Síndrome Metabólico en sujetos con alta HbA1c sugiere una relación entre este síndrome y la pérdida de tejido cerebral en fases avanzadas de la vida«. En suma, que un nivel alto de HbA1c -lo que implica una presencia sostenida de azúcar en sangre- se asocia con una reducción del tamaño del cerebro con las consiguientes consecuencias de pérdida de funcionalidad.

Uno de los trabajos citados por Perlmutter que apoya su conclusión de que el exceso de azúcar procedente del trigo y otros carbohidratos daña el cerebro es Higher normal fasting plasma glucose is associated with hippocampal atrophy: The PATH Study (La glucosa plasmática en ayuno, en el nivel superior del rango normal, está asociada a la atrofia del hipocampo. El Estudio PATH) publicado en 2012 en Neurology por un equipo coordinado por N. Cherbuin. Trabajo según el cual altos niveles de glucosa en plasma se asocian con una mayor atrofia de las estructuras relacionadas con el envejecimiento y los procesos neurodegenerativos, el hipocampo y la amígdala. En el estudio participaron 249 personas de entre 60 y 64 años que tenían niveles de azúcar en sangre dentro de la normalidad según los parámetros de la Organización Mundial de la Salud a los que se sometió a escáneres cerebrales al comienzo del mismo y cuatro años después (de media) constatando los investigadores tras filtrar los datos por edad, presión arterial alta, tabaquismo, consumo de alcohol y otros factores que tener el nivel de azúcar en sangre en el rango superior de lo que se acepta como «normal» se asocia a una reducción del cerebro de entre un 6 y un 10%. “Estos hallazgos sugieren -manifestaría Cherbuin- que incluso en las personas que no padecen diabetes un alto nivel de azúcar en sangre puede tener impacto en la salud de su cerebro. Se necesita más investigación pero estos hallazgos puede llevarnos a tener que reevaluar el concepto de lo que se consideran niveles normales de azúcar en sangre e, incluso, a redefinir la diabetes”.

La prueba más evidente de que el exceso de azúcar daña el cerebro de forma progresiva la ofrece la diabetes tipo 2. El pasado año -2014- un equipo de la Unidad de Geriatría de la Universidad de Palermo (Italia) coordinado por M. Bargallo publicó en World Journal of Diabetes un trabajo titulado Type 2 diabetes mellitus and Alzheimer’s disease (Diabetes Mellitus Tipo 2 y la enfermedad de alzheimer) en el que se concluye que entre los diabéticos tipo 2 la incidencia de deterioro cognitivo y el riesgo de desarrollar todo tipo de demencias es mayor. Problemas que se manifestarían principalmente en las áreas de eficiencia psicomotora, la atención, el aprendizaje, la memoria, la flexibilidad y velocidad mental y la función ejecutiva con aumento de atrofia cortical y subcortical. “Los estudios más recientes -explican- se han centrado en el papel de la insulina y la resistencia a la insulina como posibles vínculos entre la diabetes y el alzheimer. Las alteraciones en los mecanismos de señalización de la insulina pueden contribuir a las lesiones moleculares, bioquímicas e histopatológicas de la enfermedad de alzheimer. La hiperglucemia es un factor de riesgo para la disfunción cognitiva y la demencia pero la hipoglucemia también. Todo sugiere que las hipoglucemias sintomáticas y asintomáticas recurrentes pueden causar daño cerebral subclínico y deterioro cognitivo permanente«.

ADICCIÓN Y OBESIDAD

Lo singular es que mucha gente sabe ya esto, pero es incapaz de dejar los carbohidratos refinados, algo que los dos autores de los que nos hacemos eco en esta ocasión explican afirmando que se debe a que el trigo es adictivo. Y es que al descomponerse la gliadina algunos de sus péptidos cruzan la barrera hematoencefálica uniéndose a los receptores opiáceos de las células cerebrales. Así lo dio a conocer ya en 1984 un equipo dirigido por F. R. Huebner en un trabajo publicado en Peptides titulado Demonstration of high opioid-like activity in isolated peptides from wheat gluten hydrolysates (Demostración de la alta actividad similar a la de los opioides en péptidos aislados de gluten de trigo hidrolizado) según el cual «los péptidos muestran diferencias considerables de actividad y mientras algunos no la muestran con 0,5 mg de los más activos equivalieron en el ensayo a 1 nanómetro de morfina. Siendo los péptidos más activos los derivados de la gliadina del gluten«.

Hablamos de unos polipéptidos cuya actividad fue descubierta por un equipo de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos coordinado por la doctora Christine Zioudrou que fueron bautizados como exorfinas por su similitud con la morfina. Serían pues esas exorfinas del trigo las que provocarían en algunas personas una moderada euforia que es lo que aumentaría su deseo de seguir consumiéndolas provocándoles adicción. Un conocimiento que según William Davis habría sido aprovechado por la gran industria alimentaria. «Este hecho -asevera – ha sido utilizado por la Big Food poniendo harina de trigo -y por tanto gliadina- en numerosos productos a fin de aumentar así el apetito, el consumo y sus ventas. Creo que esto explica por qué la harina de trigo se puede encontrar en los lugares más inverosímiles; como en la sopa de tomate o en el regaliz«.

TRIGO Y CORAZÓN

En suma, el consumo de trigo y sus derivados puede ser causa de sobrepeso, obesidad, diabetes tipo 2 y trastornos neurodegenerativos pero también de patologías cardiovasculares según el Dr. Davis quien aporta un dato no muy conocido: que el consumo de trigo, más que cualquier otro alimento común, desencadena la formación de pequeñas y densas partículas de sdLDL -subtipo de las famosas LDL o lipoproteínas de baja densidad- que según él son «la causa más común de enfermedades coronarias y ataques al corazón en Estados Unidos».

Algo de lo que ya advirtió en 1999 un equipo del Departamento de Alimentación y Nutrición de la Universidad Laval de Canadá coordinado por B. Lamarche en un trabajo publicado en Diabetes Metabolism titulado The small, dense LDL phenotype and the risk of coronary heart disease (CHD): epidemiology, patho-physiology and therapeutic aspects (El fenotipo pequeño denso de LDL (sdLDL) y el riesgo de enfermedad cardiovascular: epidemiología, patofisiología y aspectos terapéuticos) que constató la asociación del sdLDL y un riesgo tres veces mayor de cardiopatía coronaria; añadiendo que su presencia generalmente va acompañada de un exceso en sangre de triglicéridos y un bajo nivel de HDL -el llamado colesterol «bueno»- así como de obesidad abdominal, resistencia a la insulina y otras alteraciones metabólicas. «Nuestros datos sugieren –afirman los autores- que el aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular asociada a la presencia de sdLDL puede ser modulada de forma significativa por la presencia/ausencia de resistencia a la insulina, obesidad abdominal y aumento de la concentración de partículas LDL. Desde un punto de vista terapéutico el tratamiento de esta condición no sólo deberá tender a reducir los niveles de triglicéridos en plasma sino también a la mejora de todas las características del síndrome de resistencia a la insulina por lo que la pérdida de peso corporal y la movilización de la grasa abdominal aparecen como elementos clave«. Como vemos, todos ellos factores relacionados con el consumo de carbohidratos como el trigo.

Añadiendo Davis por su parte: «Una de las cosas que hemos observado es que el 99.9% de las personas con enfermedades coronarias tienen un exceso de partículas sdLDL y que con la eliminación del trigo el nivel de esas partículas cae por los suelos. No es raro por ejemplo ver una caída desde 1.800 nmol/litro -medida típica de partículas sdLDL- hasta cero. No estamos pues hablando de caídas de un 10%, estamos hablando de transformaciones dramáticas de esos parámetros. El consumo de trigo causa enfermedades del corazón. No son el colesterol ni la grasa saturada los que están detrás de la principal! causa de muerte de los estadounidenses: ¡es el trigo!”

Antonio F. Muro

 

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 180 – Marzo 2015

8/05/2024