El artículo que el prestigioso profesor de Biología Molecular de la Universidad de Caen y presidente del Consejo Científico de Investigación independiente en ingeniería Genética de Francia Gilles-Eric Seralini había publicado en Food and Chemical Toxicology fue vergonzosamente retirado porque demostraba que tanto el maíz transgénico como el herbicida RoundUp -ambos de la multinacional Monsanto– son muy peligrosos para la salud. Una decisión que la revista adoptó poco después de contratar como editor ¡a un antiguo empleado de esa multinacional biotecnológica! Pues bien, casi novecientos científicos de todo el mundo han denunciado tan lamentable censura impropia de una publicación que se supone debería regirse por la ética. Y lo que es más grave: un nuevo estudio demuestra que los pesticidas son ¡mucho más peligrosos de lo que se reconoce!
Hace nueve meses explicamos a nuestros lectores en un contundente artículo titulado Adulteración y contaminación intencionada del agua y los alimentos que apareció en el n° 160 -puede leerlo en nuestra web: www.dsalud.com– que el prestigioso profesor de Biología Molecular de la Universidad de Caen y presidente del Consejo Científico de Investigación Independiente en Ingeniería Genética de Francia, Gilles-Eric Seralini, había publicado en Food and Chemical Toxicology un artículo en el que denunciaba que tanto el maíz transgénico como el herbicida RoundUp -ambos de la multinacional Monsanto- son muy peligrosos para la salud porque pueden -al menos así ha ocurrido en mamíferos- provocar tumores y daños hepáticos y renales que lleven a la muerte. Pues bien, Monsanto no tardó mucho en demostrar la enorme influencia que ejerce sobre las revistas científicas a las que puede obligar a pisotear los códigos científicos y éticos con el fin de defender sus negocios acallando además a quienes los ponen en peligro.
Como ya explicamos en aquel artículo el equipo que dirige Seralini llevaba años alertando de los peligros de los transgénicos, sobre todo debido al modo fraudulento en que Monsanto hace los estudios y al proceso seguido para su aprobación por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés: European Food Safety Authority).
De hecho entre 2007 y 2009 Seralini revisó el análisis estadístico de los datos de Monsanto -datos que la empresa se negaba a proporcionar y solo hizo públicos tras la sentencia de un juzgado alemán que le obligó a ello- concluyendo que la duración de sus estudios -sólo 90 días- no permitía constatar realmente los efectos de su maíz transgénico por lo que deberían realizarse otros de más tiempo. Y a continuación publicaría otro análisis comparativo sobre tres variedades de maíz transgénico que ya habían sido aprobados por la EFSA con estudios de solo tres meses -NK603, MON810 y MON863- confirmando el análisis sus primeras conclusiones.
El escándalo estaba servido y de hecho desató una inmediata campaña de difamación contra él orquestada por científicos a sueldo de la multinacional biotecnológica vinculados a la Asociación Francesa de Biotecnología Vegetal (AFBV). Sin embargo Seralini les plantó cara demandando a la AFBV y a su presidente Marc Fellous, poseedor por cierto de varias patentes de organismos genéticamente modificados en una empresa radicada en Israel. ¿El resultado? Que a Fellous se le condenaría por difamación el 18 de enero de 2011.
En el intervalo Seralini decidiría efectuar un estudio propio para comprobar el efecto en roedores de esos productos pero no durante tres meses sino durante toda la vida de los animales. Y dos años después, en noviembre de 2012, publicó sus conclusiones en el n° 50 de Food and Chemical Toxicology, publicación propiedad del grupo Elsevier, la mayor empresa editorial de libros de Medicina y revistas científicas del mundo (entre ellas The Lancety Cell). Con estas conclusiones: «Para las hembras, la tasa de mortalidad de todos los grupos de tratamiento fue de 2-3 veces superior a la de los controles y las muertes de produjeron con mayor rapidez. Las hembras desarrollaron tumores mamarios de gran tamaño casi siempre con mayor frecuencia y rapidez que los controles; el equilibrio de las hormonas sexuales resultó modificado por los tratamientos con OMG y Roundup. En los machos tratados las congestiones y necrosis hepáticas fueron de 2,5 a 5,5 veces mayores. Las nefropatías renales marcadas y graves también fueron generalmente entre un 1,3 y un 2,3 mayores. Los machos presentaron 4 veces más tumores palpables de gran tamaño que los controles y se desarrollaron hasta 600 días antes. Los datos bioquímicos confirmaron importantes deficiencias renales crónicas; en todos los tratamientos y en ambos sexos el 76% de los parámetros alterados estaban relacionados con el riñón. Estos resultados pueden explicarse por los efectos no lineales de alteración endocrina del Roundup pero también por la sobreexpresión del transgen del OMG y sus consecuencias metabólicas».
Como era de esperar en sólo 24 horas Seralini empezó a recibir críticas muy duras; empezando por la propia EFSA que quedaba en evidencia. Y de inmediato se orquestó otra campaña de difamación en su contra recibiendo el director de Food and Chemical Toxicology en apenas una semana numerosas cartas de personas que calcaban los argumentos de la EFSA y arremetían contra Seralini y la propia revista; en algún caso incluso pidiendo su cierre. Solo que todos los firmantes trabajaban en el sector y tenían conexiones con la industria biotecnológica -algunos directamente con Monsanto-. De hecho, muchos de ellos eran dueños de patentes de transgénicos (tiene una lista detallada de sus nombres y de sus conexiones concretas con la industria en el artículo Smelling a corporate rat que puede leer en www.spinwatch.org/index.php/issues/science/item/164-smelling- a-corporate-rat).
Lo grotesco es que el Comité de Ética sobre Publicaciones (COPE por sus siglas en inglés de Committee On Publications Ethics) establece que la retirada de un artículo debe basarse en alguno de estos tres motivos:
1) Clara evidencia de resultados no fiables por mala práctica o error honesto.
2) Plagio o publicación redundante; y,
3) Investigación no ética.
Sin embargo los críticos de Seralini no aludieron a ninguno de esos tres motivos. Le acusaron de que las conclusiones no eran válidas porque el estudio no se había diseñado y ejecutado correctamente; reprochándosele concretamente haber utilizado un número insuficiente de ratas y trabajar con el tipo Sprague-Dawley que, según ellos, es propensa a desarrollar tumores. Añadiendo argumentos menores sobre otras cuestiones relacionadas con el protocolo empleado en el estudio, e incluso, un posible conflicto de interés. ¡Y esas acusaciones las hacían científicos propietarios de patentes de organismos modificados!
Aun así el equipo de Seralini elaboró una respuesta pormenorizada que publicó en marzo de 2013 en Food and Chemical Toxicology (puede leerla en http://gmoseralini.org/wp-content/uploads /2012/11/seralini2012_answers.pdf) junto a las Cartas al Director las que se vertían las críticas mencionadas que, por cierto, tenían un denominador común: no se basaban en datos de laboratorio sino en meras opiniones que en muchos casos ni siquiera se referían a cuestiones científicas. Respuesta de Seralini que puso al descubierto que en realidad no se estaba ante un debate científico sino ante la reacción visceral de un grupo de personas que veían en peligro sus intereses económicos. Veamos brevemente lo esencial de su respuesta.
RESPUESTAS DE SERALINI A LAS CRÍTICAS
–Crítica, el protocolo no es el adecuado para un estudio sobre tumores no respetándose las reglas establecidas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
–respuesta, no se trataba de un estudio sobre carcinogénesis sino de toxicidad a largo plazo para el que el protocolo empleado es absolutamente correcto; y no podía incumplirse ninguna directriz de la OCDE porque ¡no existen para estudios a largo plazo! De hecho el equipo de Seralini propone su protocolo -basado en las directrices 408 y 452- para discutirlo y establecerlo en un futuro.
–Crítica, la cantidad de ratas utilizadas fue insuficiente.
–respuesta, la cantidad de ratas utilizadas fue la que establecen los estudios bioquímicos legales recomendados por la OCDE.; de hecho ningún estudio legal autorizado ha usado más ratas por grupo, incluyendo el que Monsanto presentó para la aprobación de su maíz transgénico.
–Crítica, el tipo de ratas utilizadas no fue el adecuado.
–respuesta, las ratas Sprague-Dawley son la que se utilizan habitualmente en los estudios de toxicología por su similitud con los seres humanos; el Programa Nacional de Toxicología de Estados Unidos las utiliza, de hecho, para evaluar la toxicidad crónica de los productos químicos y por eso mismo fueron las que utilizó Monsanto en sus estudios sobre el maíz transgénico.
–Crítica, el equipo de Seralini no tiene experiencia en toxicología.
–respuesta, el equipo de Seralini ha publicado en los últimos cinco años 26 estudios toxicológicos (todos en revistas peer review)-, once de ellos en revistas especializadas exclusivamente en toxicología.
En suma, las críticas vertidas eran ridículas. En todo caso lo más importante del estudio de Seralini es que se trata -al menos hasta el momento- del único que se ha prolongado más allá de tres meses y pone en entredicho los actuales procedimientos para la aprobación de transgénicos y pesticidas porque demuestra que los primeros tumores empiezan a aparecer ¡a los 4 meses en los machos y a los 7 en las hembras! Y lo más grave: ¡la mayoría no fueron visibles hasta los 18 meses! Y ello demuestra el corrupto comportamiento de las agencias de seguridad alimentaria que aceptan como pruebas de segundad estudios que no muestran efectos adversos ¡por la simple razón de que se interrumpen a propósito antes de que aparezcan!
LA MANO DE MONSANTO
El caso es que lo explicado hasta aquí podría casi considerarse un «debate científico» pero es que en mayo de 2013 se produjo un hecho determinante: Food and Chemical Toxicology, la revista donde Seralini publicó sus trabajos, creó un nuevo puesto denominado Editor Asociado para Biotecnología contratando para ocuparlo a Richard Goodman quien entre 2003 y 2007 fue ¡empleado de Monsanto! Y ¡oh casualidad! pocos meses después Elsevier anunciaba que retiraba el artículo de la revista. Aun a pesar de que en la propia nota en la que se anunciaba se reconocía que el editor jefe de la revista, Wallace Hayes, no había encontrado evidencia de fraude o tergiversación intencionada de datos; sólo se repetían los ya comentados argumentos sobre la cantidad y tipo de ratas utilizadas (puede leer íntegramente la nota en www.elsevier.com/about /press-releases/research-and-journals/elsevier-announces-article-retraction-from-journal-food-and- chemical-toxicology).
Tan esperpéntica decisión tuvo sin embargo una reacción inesperada: 140 científicos franceses firmaron de inmediato una declaración titulada Ciencia y Conciencia que publicaría el diario Le Monde en la que mostraban su abierto rechazo a la retirada del estudio. Recibiendo posteriormente Seralini muchas cartas de apoyo de científicos indignados -puede verlas en http://gmoseralini.org /introduction-to-scientists-support-seralini– y la publicación de una Carta Abierta dirigida al editor jefe de esa revista que a día de hoy ha sido firmada ya por 889 científicos y 2.285 no científicos de 82 países -puede leerse y firmarse en http://www.i-sis.org.uk/Open_letter_to_FCT_and_Elsevier.php.
OTRA BURLA DE LA AUTORIDAD ALIMENTARIA EUROPEA
Afortunadamente a pesar del poder de sus críticos el equipo de Seralini continúa trabajando en el asunto y poco antes de entregarse este texto en la imprenta nos llegaba la noticia de que la revista Biomedical Research International acababa de aceptar publicar un nuevo estudio suyo cuya versión provisional puede leerse ya online en su web: http://www.hindawi.com/journals/bmri/aip/179691.
Y según el mismo, todo indica que los pesticidas utilizados hoy en todo el mundo contienen adyuvantes que se mantienen en secreto y sus fabricantes consideran «inertes» logrando así que lo único que se analice para establecer una posible toxicidad es el principio activo -para el que se establece una «Toma Diaria Aceptable», nivel considerado presuntamente seguro para los seres humanos a largo plazo- a fin de justificar su presencia en los cultivos y el medio ambiente. Sin embargo en una investigación previa el equipo de Seralini ya había encontrado adyuvantes en los herbicidas a base de glifosato que tenían una toxicidad ¡diez mil veces superior a la del principio activo! Lo que explicaba los efectos secundarios que no podían atribuirse al glifosato. Siendo ese descubrimiento el que impulsó a Seralini a investigar de nuevo a fondo los nueve pesticidas más utilizados hoy, pero en su formulación completa encontrándose con que todas ellas son citotóxicas; mucho más tóxicas que sus principios activos por separado. En algunos casos en dosis ¡hasta 600 veces menores que las empleadas en agricultura! Es más, ocho de las nueve formulaciones son cientos de veces más tóxicas que sus principios activos; una de ellas 1.056 veces más tóxica. Algo por otra parte lógico ya que la función de los adyuvantes es precisamente proteger el principio activo para que no se degrade al diluirlo, aumentar su vida media y ayudarlo a penetrar en las células de modo que potencia su actividad y, por tanto, los efectos secundarios. La desvergüenza es tan grande que algunas de las sustancias que los fabricantes califican de simples «adyuvantes inertes» en estos pesticidas ¡se consideran principios activos en otros productos!
El escándalo vuelve pues a surgir. De hecho según ha avanzado Foodnavigator.com la EFSA ha anunciado que va a estudiar este nuevo artículo mientras la ECPA -la asociación que agrupa a las industrias de los pesticidas en Europa- asevera por su parte que los resultados de Seralini son «irrelevantes para la seguridad de los pesticidas».
En definitiva, es evidente que un grupo de personajes ávidos de dinero están envenenando impunemente nuestros alimentos con el beneplácito cómplice de unas autoridades manifiestamente corruptas. ¡Y luego dicen los médicos que se ignoran las causas de la mayoría de las enfermedades!
Jesús García Blanca
Fuente; Revista Discovery Salud. Número 169 – Marzo 2014
9/04/2024