Científica de exploración oceánica, divulgadora y emprendedora, la estadounidense Rachael Miller ha creado Cora Ball, un dispositivo que permite filtrar los microplásticos que desprende la ropa al ser lavada. En una visita a Barcelona, habló sobre el riesgo que supone el vertido de estos residuos en las aguas urbanas, que acaban yendo a parar al mar y son ingeridos por las especies que lo habitan.
Alejandro Muñoz
9/11/2022
Rachael Miller, activista de la protección de los océanos con el dispositivo Cora Ball en Barcelona / Consulado General EE UU en Barcelona
Hay vocaciones que marcan el rumbo de la vida. Es el caso de Rachael Miller (Vermont, EE UU) con la protección de los océanos. En una reciente visita a Barcelona, donde vino invitada por el Consulado de EE UU en España, no pudo esperar mucho para pasear por la playa y recolectar pequeños fragmentos de plástico que luego comparó con otras muestras que había obtenido en Hawái. Su objetivo era mostrar a unos alumnos de instituto, a los que dio unas charlas, la contaminación por plástico en nuestros mares y océanos.
Miller es una aventurera de la ciencia: científica de expedición, exploradora National Geographic y miembro de The Explorers Club. Es además coinventora de Cora Ball, un dispositivo con forma de bola que permite filtrar los microplásticos que desprende nuestra ropa al ser lavada.
También es fundadora de Rozalia Project, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a proteger el océano de los escombros marinos mediante la limpieza, prevención e investigación en aguas urbanas y costeras. Miller lidera expediciones científicas cuyos resultados se divulgan en publicaciones revisadas por pares y ha creado programas educativos para inspirar a personas de todas las edades en la conservación de las aguas.
“Me siento feliz en el agua. Es necesario proteger aquello que amas”, cuenta la investigadora a SINC. Miller se crio en el agua. Nadadora de competición y regatista, su vocación por cuidar los océanos se desarrolló desde edad temprana. “Cuando tenía 16 años fui de crucero. Recuerdo que me marcó para siempre el ver cómo se tiraban cientos de bolsas de basura al mar desde la parte trasera del barco”.
Hace 13 años, ya siendo adulta, en un viaje con su marido por la costa de Maine (EE UU) se quedó espantada por los niveles de basura —que “llegaban a la altura de las rodillas”— en las playas de aquellas islas deshabitadas. Por ello, decidió fundar Rozalia Project.
Después, llegaron las expediciones científicas y el desarrollo de programas educativos de concienciación ecológica a través de la ONG.
Imagen del dispositivo de filtrado de microplásticos para lavadoras. / Cedida por Cora Ball
¿La lavadora es un peligro para los océanos?
En ese contexto, Rachael Miller leyó un artículo en un medio de actualidad científica sobre las microfibras. Era el año 2013 y todavía no era muy conocido que estos productos contaminaban las aguas de las ciudades. Posteriores estudios científicos —también en España— identificaron las lavadoras como uno de los mayores causantes del vertido de microplásticos a los mares y océanos.
“En ocasiones, un problema te grita directamente y te obliga a reaccionar a ello”, explica. “Montamos un proyecto con varios objetivos: queríamos contribuir a generar más ciencia sobre este problema, porque no había muchas investigaciones en aquel momento. Así podíamos entender el problema mejor. También queríamos proponer una solución y concienciar a la población, no solo a los estudiantes, sino a industrias como la textil, la ingeniería de materiales o la fabricación de filamentos, para utilizar otros materiales… Incluso el abordamos el tratamiento de aguas residuales. Había muchos lugares donde este problema se interconectaba”.
“¿Por qué debemos preocuparnos por la contaminación por microfibras? Las microfibras son el tipo más numeroso de microplástico en los mares. Causan daños a los seres de toda la cadena trófica marina, pero particularmente a los más pequeños, como el plancton, que tiene un gran papel en la generación de oxígeno. Por otro lado, los microplásticos transfieren contaminantes orgánicos y afectan a los sistemas reproductivos de los seres vivos. También sabemos que los humanos ingieren e inhalan microfibras en cantidades de decenas de miles por año y no sabemos mucho sobre el impacto que tiene eso en nuestra salud”, señala la experta.
Filtrar el agua del mismo modo que lo hacen los corales
Cuando Miller profundizó más en el problema de la contaminación por microplásticos, identificó el campo sobre el que podía actuar: las lavadoras. Después de diferentes ideas, Miller lanzó una campaña en Kickstarter, en 2017, para desarrollar Cora Ball, junto a su socio y cofundador de Rozalia Project, James Lyne, y la diseñadora Brooke Winslow.
El dispositivo Cora Ball filtra el agua del mismo modo que lo hacen los corales. Atrapa partículas diminutas del agua que fluye a través de él. Esta esfera tiene pequeños ganchos que recolectan las fibras y pelusas que se desprenden de la ropa para que puedan recogerse y tirarse en la basura, en lugar de ser vertidas en el desagüe.
A pesar de su sencillo mecanismo, un estudio independiente muestra que Cora Ball reduce en un 30% la contaminación del agua por microfibras.
Otra de las estimaciones de Miller es que “si el 10 % de los hogares de EE UU usara el dispositivo, podría reducirse la contaminación por microplásticos equivalente a más de 30 millones de botellas de agua. Una cantidad de botellas de agua suficiente como para llegar desde de Nueva York a Londres”.
Pero la solución no es definitiva. “Creo que la dirección es que debemos tener filtros en las lavadoras y adoptar un estándar de ‘trampas de pelusas’ para que las lavadoras y secadoras de todos funcionen con la máxima eficiencia. Tal vez, incluso un sistema secundario de captura de pelusas”, indica.
“Tenemos un gran problema global. Todos los que usamos ropa somos parte de esta contaminación y todos los que comemos o respiramos sufrimos las consecuencias”.
Rachael Miller explica unas muestras de microfibra en Barcelona. / Consulado General EE. UU. en Barcelona
Los microplásticos de Barcelona no salen solo de la lavadora
Durante su visita a Barcelona, también pudo conocer la iniciativa Surfing for Science, liderada por la profesora Anna Sànchez Vidal, de la Universidad de Barcelona.
El proyecto se apoya en una red de surfistas y remeros de paddle surf, para recopilar muestras de plástico de las zonas más inaccesibles. “Están haciendo un gran trabajo. Han recopilado un gran conjunto de datos a lo largo del tiempo y son datos muy poderosos. Es solo cuestión de tiempo que la gente empiece a prestar atención. El 10 % de todo el microplástico que encuentra Surfing for Science es césped artificial. Y encontrar un porcentaje tan alto, ciertamente significa que hay un problema al que no se le está prestando mucha atención”, reconoce Miller.
La inventora cree que hay que seguir investigando en este campo. “No se trata solo de prohibir algo, sino de estudiar y resolver el problema. No es tan fácil como prohibir directamente el césped artificial, sino también de preguntarse, ¿qué es lo que lo está causando esto? ¿Cuáles son los mecanismos para que el césped pase de un campo o una zona ajardinada al océano? Hay algunas preguntas para las que no hay suficientes datos y por eso debe investigarse para identificar el problema”.
Miller sueña con un día en el que, con la ayuda de la innovación, podamos reciclar los microplásticos que se desechan en la lavadora. “Actualmente es difícil dar un uso distinto a estos materiales que no sea la basura. Si analizáramos la ropa que llevamos puesta ambos, podríamos encontrar cerca de 15 materiales diferentes. Cuando lavamos, no se separa una lavadora de poliéster, otra de material acrílico, otra de algodón. Todo va mezclado y cada material reacciona de forma diversa a las temperaturas y la tracción. Algunas fibras son más fuertes que otras, unas absorben agua y otras la repelen… Nos falta innovación para aprovechar estos materiales”, concluye.
Derechos: Creative Commons
25/03/2024
1 Comment
Rubén Torres
8 meses agoEs plausible que exista gente concienciada con el medioambiente, que incluso se esfuerce en inventar objetos que reduzcan la contaminación. Pero no es suficiente. Lo que Miller ha inventado no impide que se sigan vertiendo toneladas de microfibras al mar diariamente, por lo tanto hay que tomar medidas más drásticas como prohibir fabricar prendas de ropa sintéticas, césped artificial o vallas que simulan setos de plástico.