Cómo los ríos urbanos convirtieron un agua sagrada en cloaca
El paso del río Bogotá por la capital y Soacha es catastrófico. Los ríos Fucha, Tunjuelo y Salitre le inyectan 690 toneladas diarias de carga contaminante, golpe al que se suman los químicos de las curtiembres de Villapinzón y los vertimientos de los afluentes Apulo y Calandaima.
2020/05/19
Cerca de 97 por ciento del río Bogotá está contaminado. Foto: Javier Tobar.
Un viaje de 380 kilómetros hace el río Bogotá por el departamento de Cundinamarca, un tramo que inicia en el imponente y ancestral páramo de Guacheneque y culmina nauseabundo y oloroso en las aguas cálidas del río Magdalena, a la altura de Girardot y Ricaurte.
Tan solo 11 kilómetros tienen cara de río. En las zonas veredales de Villapinzón todavía fluye puro y cristalino rodeado por árboles del bosque andino cubiertos por musgos, bromelias y quiches. En sus aguas aún es posible ver uno que otro pez capitán o cangrejo sabanero, especies emblemáticas del alma de la sabana de los muiscas.
Envuelto en un hechizo de protección ancestral nace el río Bogotá en el páramo de Guacheneque. Foto: Jhon Barros.
El 97 por ciento restante recibe los vertimientos, descargas y basuras de las cerca de 12 millones de personas que habitan en su cuenca, área que cubre 46 municipios de Cundinamarca y la capital del país. Su agonía empieza en los cascos urbanos de Villapinzón y Chocontá.
Las más de 120 curtiembres que albergan estos territorios tiñen de gris sus aguas por los desechos químicos del proceso de pelambre. Sumado a esto, por la carencia de Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR), recibe las descargas de las viviendas sin ningún tipo de descontaminación.
Los químicos de las curtiembres de Villapinzón y Chocontá le dan el primer golpe al río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
El río Bogotá, antes llamado Funza, palabra chibcha que significa el varón poderoso, sigue por 170 kilómetros de los otros 19 municipios de la cuenca alta, recibiendo las desgracias de los habitantes, la industria y la actividad agropecuaria, impactos que, aunque son considerables, no lo hacen agonizar de manera crítica.
Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), los 30 puntos de monitoreo en este tramo indican que 57 por ciento del río Bogotá en la cuenca alta presenta una calidad de agua regular, 23 por ciento aceptable y 20 por ciento mala.
Las aguas cristalinas del río Bogotá llegan a su fin en el casco urbano de Villapinzón. Foto: Jhon Barros.
“Los puntos más críticos son El Espino y el río Negro, los últimos en la cuenca alta. Desde 2015, en este último punto de monitoreo todos los cálculos del índice de calidad de agua han reportado una categoría mala. La mejor condición hídrica la presentan sitios como las descargas de los embalses de Tominé y Neusa, río Tejar y aguas arriba del casco urbano de Villapinzón”, informó la CAR.
Epicentro de contaminación
El primer tramo del río Bogotá culmina en el municipio de Cota. Luego sigue silencioso y denso por los 90 kilómetros de la cuenca media, zona que abarca 10 municipios cundinamarqueses y la capital del país. En este trayecto, sus aguas, ya lastimadas, empiezan a convulsionar.
Los 33 puntos de monitoreo de la CAR en la cuenca media indican que el 73 por ciento de la zona presenta una calidad hídrica mala, el 9 por ciento aceptable, el 3 por ciento muy mala y el 3 por ciento regular.
Los habitantes de Bogotá y Soacha le dan una estocada mortal al río Bogotá. Foto: Javier Tobar.
En Bogotá, el río que en el pasado fue sagrado y adorado por los muiscas, recibe a diario 690 toneladas de carga contaminante, entre vertimientos, grasas, arenas y basuras. Estas inyecciones tóxicas las recibe por parte de los tres ríos urbanos que atraviesan la capital, Salitre, Fucha y Tunjuelo, cuerpos de agua igual de lastimados que el alma de la sabana.
En 2019, estos tres afluentes le aportaron 118.561 toneladas de sólidos suspendidos totales al Bogotá, desechos que disminuyen el paso de la luz a través del agua evitando la actividad fotosintética en las corrientes, es decir afecta la producción de oxígeno. En 2018, este indicador fue de 86.685 toneladas.
En la cuenca media, el río Bogotá luce sin vida. Descargas, basuras, grasas y arenas lo agobian cada día más. Foto: Javier Tobar.
Salitre, primer golpe
La primera inyección fatal viene por el río Salitre. Al igual que el Bogotá, su nacimiento está envuelto en la magia de la naturaleza. Da sus primeras gotas en los cerros orientales de la localidad de Chapinero, arriba del Parque Nacional, un sitio donde baja cristalino, frío y puro rodeado por la vegetación nativa del bosque andino. Allí es llamado río Arzobispo.
El Salitre tiene una longitud de 19,76 kilómetros. Está ubicado en el sector centro-norte de la capital, donde recorre 10 localidades bogotanas. Su cara de río culmina en el Parque Nacional, donde es canalizado. En su cruce con la Avenida NQS cambia de nombre a Salitre y luego es llamado Juan Amarillo debido a la cercanía con el humedal de las localidades de Engativá y Suba.
Así nace el río Bogotá en los cerros orientales de Chapinero, en inmediaciones del Parque Nacional. Foto: Jhon Barros.
Su viaje culmina en el río Bogotá, en inmediaciones de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales Salitre, la cual actualmente está siendo ampliada y optimizada. Este río urbano recibe 30 por ciento de las descargas residuales de toda la capital, cerca de siete metros cúbicos por segundo de vertimientos aportados por más de 2,3 millones de habitantes del norte y centro de la ciudad.
Sus puntos más críticos son el sector de Galerías, zona que tiene un alcantarillado combinado, su paso por la carrera 30, donde habitantes de calle le arrojan toda clase de basuras, y Entrerríos, donde sus aguas se tiñen de un negro oscuro y denso.
Todos los ríos urbanos de Bogotá fueron canalizados. El Salitre recibe basuras y descargas contaminantes. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Según el Observatorio Ambiental de Bogotá de la Secretaría Distrital de Ambiente (SDA), en 2019 el río Salitre le aportó al Bogotá 13.035 toneladas de sólidos suspendidos totales, panorama que en 2018 fue de 15.100 toneladas.
Dos de sus cuatro tramos presentaron un Índice de Calidad del Agua (WQI) catalogado como marginal. El tramo uno, desde el Parque Nacional hasta la carrera 7, tuvo un índice bueno, al igual que el segundo, entre la carrera 7 y la carrera 30 con calle 53.
Las aguas residuales domésticas son la principal causa del deterioro del río Salitre. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Su agonía empieza en el tercer trayecto, que va hasta la avenida 68, donde su calidad se deteriora a marginal, estado que se mantiene hasta su desembocadura en el río Bogotá.
Salitre padece por aguas residuales domésticas del alcantarillado público, líquidos nauseabundos con coliformes, basuras y materia orgánica.
Así luce el río Salitre antes de desembocar sus aguas contaminadas en el río Bogotá. Foto: Jhon Barros.
Fucha, estragos de la industria
Los 17,3 kilómetros del río Fucha, cuerpo de agua que serpentea canalizado por 10 localidades de la capital, incrementan el nefasto panorama del río Bogotá luego de la inyección nauseabunda del Salitre.
Está localizado en el sector centro-sur del Distrito. Nace en los cerros orientales en una zona que hace parte del páramo Cruz Verde en la localidad de San Cristóbal. Allí, sus aguas transparentes se tornan más majestuosas por la sobredosis de verde del paisaje, como musgos, bromelias, quiches y frailejones.
El río Fucha nace en la reserva El Delirio, el de los cerros orientales del sur de Bogotá. Foto: Jhon Barros.
En la zona, llamada reserva El Delirio, aún sobreviven las trochas empedradas construidas por los españoles para el ingreso a la ciudad, al igual que animales como truchas, cusumbos, pavas andinas y peces capitán. Es el único sitio donde está puro.
En su trayecto recibe los vertimientos residuales de la población del sur y las descargas industriales de sectores como Restrepo y Montevideo, este último con varias empresas dedicadas a la tintura de ropa. Las aguas grisáceas se pintan de los colores de esta actividad.
El único sitio del río Fucha que luce puro es su nacimiento. Luego es canalizado y contaminado. Foto: Jhon Barros.
Lo nutren de contaminación los canales San Blas, Los Comuneros, Albina y Río Seco, al igual que quebradas como Finca, San José, La Pena, Los Laches, San Cristóbal, San Francisco, Santa Isabel y Honda, afectadas por las actividades humanas.
Junto con el río Tunjuelo, el Fucha recibe el 70 por ciento de las descargas residuales e industriales que agobian al río Bogotá en la cuenca media, desgracias aportadas por más de 7,3 millones de personas del sur de la ciudad y Soacha.