Por Jhon Barros

Aves como las tinguas bogotana y la pico verde, el cucarachero de pantano y la monjita, además de una especie de musaraña y una planta llamada margarita de pantano, aún existen en las zonas de humedal del tramo más neurálgico de este cuerpo de agua.

 

2020/04/12

Varias especies de la fauna y flora colombiana han sobrevivido a la contaminación de la cuenca media del río Bogotá. Fotos: Fundación Humedales Bogotá.

Antes de ser un emporio de la urbanización y el desarrollo, Bogotá era un territorio anfibio repleto de agua. Hacia 1950, la capital del país contaba con más de 50.000 hectáreas ocupadas por humedales y lagos, recargas hídricas conectadas con el río Bogotá donde el común denominador era la biodiversidad nativa.

La mole de concreto, que dio paso a la construcción de zonas residenciales, industriales y grandes avenidas, sepultó a la gran mayoría de estos hervideros de vida natural en la cuenca media del río más importante de la sabana. Sumado a esto, los vertimientos contaminantes arrojados por la población, pintaron de negro las áreas hídricas cercanas al cuerpo de agua.

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La masacre de los humedales, lagos y sus zonas de amortiguación fue abismal. En los últimos 70 años, estos territorios perdieron 98 por ciento de su superficie, es decir que tan solo 726,6 hectáreas sobrevivieron al concreto, esponjas hídricas que se encargan de controlar y prevenir inundaciones, retener nutrientes y recargar los acuíferos.

A pesar de la contaminación y reducción de su hábitat, los humedales bogotanos siguen siendo reservorios de biodiversidad. Foto: EAAB.

Los relictos de humedal subsisten en nueve localidades bogotanas: Suba, Usaquén, Engativá, Kennedy, Bosa, Tunjuelito, Ciudad Bolívar, Barrios Unidos y Fontibón, donde el Distrito logró protegerlos legalmente en 15 parques ecológicos distritales de humedal, Juan Amarillo, Jaboque, Torca-Guaymaral, La Conejera, Córdoba, El Tunjo, Tibanica, Capellanía, El Burro,

A pesar de sus impactos, la fauna y flora de los humedales han conformado un tipo de resistencia biodiversa que lucha por no desaparecer. Según la Alcaldía de Bogotá, estos ecosistemas cuentan con la presencia de más de 19.000 aves de 150 especies endémicas y migratorias, además de 115 mamíferos de ocho especies y 2.869 plantas de 180 especies.

Por su parte, en 2017 un informe del Instituto Humboldt reveló que en la sabana de Bogotá hay 235 especies de aves, de las cuales seis están bajo algún grado de amenaza y 46 son migrantes boreales y siete son endémicas. 

El humedal La Conejera en Suba es uno de los más conservados y biodiversos de Bogotá. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Algunos de los animales y plantas que habitan en los humedales bogotanos son endémicos, es decir únicos en todo el planeta. Otros son catalogados como emblemáticos o insignias de la zona, ya que sorprenden por su presencia a pesar del evidente deterioro ecosistémico y de los certeros verdugos como la contaminación del agua, proliferación de basuras y escombros e incendios forestales.

Tal es el caso de aves como las tinguas bogotana, pico verde, pico rojo y pico amarillo, el cucarachero de pantano y la monjita, un roedor llamado musaraña de Thomas y una extraña planta nombrada como la margarita de pantano, representantes de la biodiversidad de la sabana que siguen dando muestras de resistencia y belleza en medio de múltiples amenazas.

Córdoba, humedal ubicado en Suba, es el que reporta mayor cantidad de especies de aves, con más de 150. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

A punto de extinguirse

Un ave tímida y algo asustadiza, con apenas 25 centímetros y un plumaje marrón con rayas negras y algunas manchas rojas en sus alas, era considerada como la especie más emblemática de los humedales del altiplano cundiboyacense.

Los científicos la llaman Rallus semiplumbeuspero es más conocida en el argot popular como la tingua bogotana o rascón andino. Es una especie que solo habita en la sabana, en especial en los cuerpos de agua de la capital y la cuenca media del río Bogotá, sitios con alturas entre los 2.500 y 3.100 metros sobre el nivel del mar.

La tingua bogotana está listada como una especie en peligro de extinción. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Antes del boom poblacional y urbanístico de la sabana, que tuvo su auge hacia la década de los 80 del siglo pasado, esta ave de pico largo, curvo y color rojo abundaba entre los juncos de los humedales, vegetación que aprovechaba para ocultarse durante en día. Solo hacía notar su presencia por medio de sonidos agudos y altos, parecidos a los que hace una ardilla.

Los invertebrados acuáticos eran su principal fuente de alimento, a los cuales cazaba solitaria en horas de la mañana o entrando el atardecer, siempre oculta y sigilosa. Pero su capacidad para pasar desapercibida no fue suficiente para evitar que fuera diezmando su población, tanto es así que se encuentra en la lista de las especies en peligro de extinción.

Según el Libro Rojo de las aves de Colombia, la principal amenaza de la tingua bogotana ha sido la disminución de su hábitat, en particular los juncales. También juegan en su contra la cacería, la quema de los juncos, la explotación agrícola intensa para cultivos de cebolla, la contaminación de los cuerpos de agua con agroquímicos y desechos orgánicos e inorgánicos y la presencia de perros.

La tingua bogotana ha sido reportada en zonas con alta presencia de vegetación del humedal La Conejera. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

En los últimos años, expertos han encontrado registros de esta tingua en sitios como el lago de Tota, las lagunas de Fúquene, Suesca y La Herrera, humedales bogotanos como Torca-Guaymaral, La Conejera, Tibanica, Jaboque y Juan Amarillo, y otros cuerpos de agua como La Florida y Gualí.

“El porcentaje total de pérdida de hábitat se desconoce. Sin embargo, la población de la especie se ha reducido en el largo plazo como consecuencia de la pérdida de hábitat, depredación por perros y contaminación de humedales”, cita el Libro Rojo.

La publicación estima que su área de hábitat remanente oscila entre los 164 y 500 kilómetros cuadrados, aunque esta distribución está fragmentada. “Si se supone que el 50 por ciento del hábitat remanente de la especie ya está ocupado, su población estaría cercana a 5.600 individuos. Aunque hay un alto grado de incertidumbre en esta estimación, lo más probable es que la población esté por debajo de los 10.000 individuos maduros”, informa el estudio publicado en 2016 por el Instituto Humboldt y la Universidad Javeriana.

Aunque su hogar está cada vez más fragmentado y contaminado, la tingua bogotana se resiste a desaparecer. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Hay esperanzas

Jorge Escobar, director de la Fundación Humedales Bogotá, organización que lleva más de 10 años estudiando y protegiendo la flora y fauna de los humedales capitalinos, asegura que la cantidad de especies de aves que habitan en estos ecosistemas podría superar las 200, información que aún está siendo recopilada. 

Respecto a la tingua bogotana, Escobar ha evidenciado que aunque su situación no es favorable, no es tan crítica como otras especies de aves que no se han vuelto a registrar en la sabana desde hace varios años, como es el caso del cucarachero de pantano.

“En 2014 realizamos un estudio para establecer los posibles sitios donde han logrado sobrevivir estas dos especies. Luego de visitar los 15 humedales declarados en Bogotá y otros cuerpos de agua de la sabana, encontramos poblaciones de tingua bogotana en Juan Amarillo, Jaboque, Guaymaral, Capellanía, La Conejera y Tibanica, y en algunas zonas de la sabana como el humedal La Florida. Aunque su población sí ha bajado considerablemente, estos hallazgos nos demuestran que la especie ha resistido un poco más a los impactos”.

La tingua bogotana es el ave insignia de los humedales de la cuenca baja del río Bogotá. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Sin embargo, Escobar considera que faltan muchas acciones para evitar que la tingua bogotana siga su ruta hacia la extinción. Luego de hacer una revisión bibliográfica e histórica para establecer la cantidad de insumos científicos o técnicos sobre la especie, el resultado no fue adelantador.

“En 2014 no encontramos ningún tipo de estudio con acciones puntuales para su conservación. La Secretaría Distrital de Ambiente (SDA) de Bogotá cuenta con una campaña para la tingua azul, un ave migratoria que llega a la ciudad a reproducirse, pero de las tinguas bogotanas es poco lo que hay. No veo que se estén invirtiendo recursos públicos o privados para la conservación de la especie, que además carece de plan de manejo”.

Seis años después del estudio para identificar las poblaciones de tingua bogotana, el panorama no ha cambiado. A Escobar le causa tristeza que a pesar de estar catalogada como en peligro de extinción, las autoridades no han tomado las medidas pertinentes para evitar que desaparezca. “Estamos en 2020 y la situación es igual de crítica”.

A pesar de las obras en concreto, el humedal Juan Amarillo es uno de los que más cuenta con diversas especies de aves. Foto: EAAB.