Jim West: “Los ecógrafos y demás dispositivos de ultrasonidos no son inocuos”
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Ni la gripe, ni la poliomielitis, ni el SIDA, ni el SARS, ni la mayoría de las patologías achacadas a virus las ocasionarían éstos, sino los tóxicos y antibióticos que entran en el interior de las células al usar ultrasonidos; quien tal cosa afirma es un conocido investigador llamado Jim West que ya en junio de 2000 aseveró en un trabajo publicado en Townsend Letter for Doctors and Patients que la polio la causan de hecho «pesticidas persistentes” como el DDT -compuesto organoclorado presente en numerosos insecticidas-, tesis que posteriormente apoyarían otros investigadores en revistas, webs profesionales y libros. Miembro de NoSpray Coalition y de Greenspeakers y autor de los libros DDT/Polio: Virology versus Toxicology y Prenatal Ultrasound: a new bibliography West va hoy más allá y cuestiona desde su propia base la disciplina de la Virología. Hemos hablado con él de todo ello así como del polémico documental Vacunados del Dr. Andrew Wakefield.
Periodista e investigador independiente especializado en temas de salud Jim West analizó en su día la epidemia estadounidense de polio llegando pronto a la conclusión de que su causa real era la utilización masiva de un conocido insecticida tóxico, el dicloro difenil tricloroetano o DDT, tesis visceralmente rechazada que sin embargo apoyarían con el tiempo otros investigadores. Pues bien, ahora denuncia en un libro ampliamente documentado que acaba de publicar-Prenatal Ultrasound– que los ultrasonidos de las ecografías sí pueden dañar al feto durante un embarazo además de potenciar los efectos nocivos de los antibióticos y las vacunas. Así lo cuenta en su obra y en www.harvoa.org, web en la que opina sobre numerosos temas de salud. Obviamente se trata de afirmaciones que van a generar una amplia polémica -salvo que se opte por ignorarlas- y decidimos pues contactar con él para conversar, algo a lo que accedió rápida y amablemente.
-Sabemos que tras una amplia y larga investigación que finalmente publicaría en el 2000 usted llegó a la conclusión de que la epidemia de poliomielitis que hubo hace unas décadas estaba relacionada con el DDT y otros químicos tóxicos. ¿Provocó reacciones airadas?
-Para mi sorpresa apenas hubo problemas; tuvo una acogida excelente con muchas reseñas, incluyendo algunas de profesionales aunque no de la corriente oficial. Además, me permitió entrar a fondo en el ámbito de la virología y poner en entredicho muchos de sus postulados. Lo que sí provocó fueron muchas discusiones por correo electrónico pero principalmente sobre detalles técnicos. Mantuve por ejemplo una polémica con el jefe del equipo de debate de la Universidad de Columbia de Nueva York (EEUU), experto en virología, que se acabó en cuanto le presenté mis gráficas. El problema fue que hubo gente que difundió mis planteamientos de un modo tan superficial como erróneo generando confusión.
-El doctor Morton Biskind ya afirmó hace medio siglo que las patologías del sistema nervioso central que estaban entonces apareciendo -entre ellas la poliomielitis- no eran en realidad sino manifestaciones fisiológicas de los productos químicos que empezaban a usarse masivamente en el ámbito agrícola. ¿Conocía usted sus artículos?
-No. Su trabajo fue prácticamente ignorado y no se hace referencia a él en la literatura médica. Tenga en cuenta que la mayoría de las referencias a Biskind son en realidad citas de mi propia investigación aunque no se me mencione. Biskind tuvo el mérito de encontrar una explicación razonable a la epidemia de polio que asoló Estados Unidos en la década de los cincuenta pero como no pudo apoyar de forma científica y suficiente sus afirmaciones se le descalificó y atacó duramente sin más. Yo mismo encontré sus artículos cuando ya había terminado mi investigación y escrito mi libro DDT/Polio al buscar literatura relevante sobre el tema. Y también los de Robert Mobbs y Ralph Scobey que igualmente escribieron historias increíbles, muy bien documentadas, sobre éste y otros engaños médicos. En revistas médicas muy conocidas. Pero cuando los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos lanzaron sus programas de vacunación contra la polio estos autores no volvieron a publicar en ellas.
–¿Hay además del DDT otras sustancias tóxicas que puedan causar la poliomielitis?
-Existen dos clases de polio: una que provoca parálisis y otra que no. Y yo realicé básicamente mi investigación sobre la primera porque había una correlación más clara con un potencial envenenamiento masivo; con el DDT pero también con otros tóxicos. En cuanto a la polio no paralizante se trata en realidad de otro problema de salud que pueden causar otros contaminantes, algunos muy comunes; como el gas de una estufa. Lo que yo investigué pues fue la polio que dio lugar a tantos paralíticos y hoy se conoce como la Gran Epidemia de Polio de 1945 a 1972. Y mis gráficos sobre el uso de pesticidas y la aparición de la poliomielitis demuestran que se trató de un claro caso de envenenamiento por «plaguicidas persistentes». Se trató pues de un caso de intoxicación que toda la literatura científica convencional sobre la poliomielitis ha ocultado.
-La poliomielitis se achaca oficialmente a la infección por un enterovirus de la familia Picornaviridae bautizado como poliovirus cuyo ácido ribonucleico (ARN) tiene apenas 300 angstrom de diámetro y un genoma compuesto por una hélice simple de ARN en sentido positivo; y que contiene alrededor de 7.500 bases de longitud. Afirmaron haberlo aislado en 1908 Karl Landsteiner y Erwin Popper no siendo hasta 1981 cuando publicaron su genoma dos grupos estadounidenses de investigadores, uno del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y otro de la Universidad de Nueva York. Está por ello considerado uno de los virus más simples pero al igual que pasa con el VIH al que se achaca el SIDA hay científicos independientes que niegan hasta que haya sido aislado y purificado. ¿Usted qué opina?
-En 2001, apenas un año después de mi trabajo relacionando los pesticidas con la polio, Neenyah Ostrom escribió un artículo revisado y verificado por el doctor en Bioquímica Howard Urnovitz según el cual los estudios pioneros que afirman haber aislado y caracterizado el virus de la polio no se sostienen y se trata de afirmaciones huecas. Sin embargo Urnovitz reculó y eliminó su artículo de la web, muy probablemente debido a las presiones que sufrió. Solo que como yo tenía una copia del mismo lo he subido a la mía y cualquiera puede leerlo en el siguiente enlace: http://harvoa.org/polio /ostrom. htm.
–Usted publicó el libro que relaciona la polio con el DDT y otros tóxicos en el 2000. ¿Ha encontrado en los 16 años transcurridos nuevas evidencias o conoce a otros investigadores que lo hayan hecho?
-El periodista canadiense fundador de Reappraising AIDS, David Crowe, revisó los test de confirmación que el Dr. Thomas Francis llevó a cabo a mediados de los años cincuenta para la vacuna de la polio y ha hecho una crítica muy dura de sus interpretaciones estadísticas. Y hay otros autores que han iniciado líneas de investigación paralelas utilizando mi trabajo como una especie de molde.
–Así que usted descarta que la polio la provoque un virus…
-Yo voy mucho más allá; dudo que los virus provoquen patología alguna. Para mí la Virología es una disciplina inventada para distraernos de las consecuencias de la brutal contaminación industrial actual, principal causa de casi todas las llamadas enfermedades que hoy nos asolan.
CUESTIONANDO LA VIROLOGÍA
–¿Todas las epidemias achacadas a virus se deberían entonces a intoxicaciones?
-He estudiado muchas presuntas epidemias víricas en profundidad y estoy convencido de que gran parte de ellas son simplemente manipulaciones interesadas para ocultar intoxicaciones masivas. Lo que es posible porque hay una enorme corrupción sanitaria y política. Para mí la palabra virus es ya sinónima de contaminación ambiental. Y cuando hablo de tóxicos incluyo a los fármacos -entre ellos, las vacunas- y a las radiaciones electromagnéticas artificiales. Mire, he escrito artículos que detallan la falsedad de las epidemias achacadas al SARS, al virus del Nilo Occidental, al de la tosferina, al de la influenza y a los de otras muchas epidemias.
–¿Y hay investigadores que compartan sus postulados?
-Hay algunos; entre ellos Anthony Brink, Claus Jensen, Chris Rawlings, John Wantling, John Scudamore, David Crowe, el conocido virólogo Stefan Lanka y, en menor medida, el Grupo de Perth.
–¿Y cómo es posible mantener un engaño así en el tiempo?
-La virología surge tras descartarse intencionadamente el brutal efecto de los contaminantes químicos de uso masivo en el último siglo. Nace como alternativa a la toxicología dando lugar al paradigma viral. Solo que ese mismo paradigma se basa en que si un virus causa una patología para probarlo éste debe poder aislarse, purificarse y secuenciarse y basta consultar de forma rigurosa la literatura científica para comprobar que en realidad no se han aislado. En muchos casos alegando que mutan constantemente y por eso no es posible. Como pasa con el de la gripe o el del VIH que se supone provoca el SIDA. Los trabajos sobre el VIH del llamado Grupo de Perth que dirige Eleni Papadopulos son contundentes.
–Pues si es así resulta no solo sorprendente sino inexplicable que haya tanta corrupción en el ámbito científico…
-La explicación es simple: dos de las industrias más ricas y poderosas del mundo son las petroquímicas y las farmacéuticas y, como ya denunció en su día el senador Robert F. Kennedy, las agencias gubernamentales de salud han sido «tomadas» por las corporaciones farmacéuticas siendo los CDC y la FDA meras marionetas en sus manos. Kennedy fue concreto en su denuncia al decir que «las barreras que se crearon para proteger a nuestros hijos -el gobierno, los legisladores, las agencias de regulación, la prensa y los dispositivos de seguridad de nuestro sistema democrático que se supone deberían levantarse entre el poder de las corporaciones y nuestros hijos- han sido destruidos y ya solo queda una barrera: los padres«. Más claro, agua.
EL PELIGRO DE LOS ULTRASONIDOS
–En su último libro, A New Bibliography, abre usted nuevas polémicas; de hecho afirma, entre otras cosas, que los ultrasonidos de las ecografías prenatales afectan al feto en contra de lo que se afirma…
-Siempre sospeché esa posibilidad pero nunca me sentí suficientemente seguro como para decirlo públicamente. Hoy puedo sin embargo afirmarlo con rotundidad: son muchos los estudios que demuestran que los ultrasonidos pueden afectar negativamente al feto, incluso a dosis muy bajas. Pueden provocarle traumas, problemas en el tracto gastrointestinal y hasta disfunciones inmunitarias.
–¿Traumas?
-Desde desordenes de la personalidad hasta trastornos del espectro autista (TEA) pasando por el llamado Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Afortunadamente se puede luego ayudar a esos bebés dándoles una alimentación ecológica, bebiendo agua filtrada y respirando aire limpio pero se trata de enfermedades que suelen tener efectos permanentes.
–También dice en su libro que los ultrasonidos potencian el efecto negativo de los antibióticos y las vacunas…
-Eso es indiscutible; de hecho en el ámbito de la Medicina se usan hoy «para mejorar la administración de fármacos«. Se ha constatado que los ultrasonidos aumentan la permeabilidad de la membrana celular y se usan para que fármacos como los antibióticos puedan atravesarla y entrar en la célula. Se utilizan pues para impedir que la membrana bloquee la entrada de esos tóxicos. Se está violentando la naturaleza. Quienes proponen usarlos para eso dicen que los efectos negativos son mínimos pero la verdad es que no hay estudios serios que lo prueben. Lo único seguro es que los ultrasonidos incrementan la permeabilidad de las membranas celulares haciéndolas vulnerables. Y que eso sea positivo es más que discutible…
–¿Está documentado?
–William Pitt, Ghaleb Husseini y Bryant Staples publicaron en noviembre de 2004 en Expert Opinión on Drug Delivery un artículo titulado Ultrasonic Drug Delivery – A General Review-puede consultarse en www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1361256/- en el que puede leerse lo siguiente: «El uso de ultrasonidos al administrar pequeñas cantidades de productos químicos permeabiliza las membranas celulares permitiendo que sus moléculas penetren más fácilmente en ellas». Y no es más que un ejemplo; hay más estudios. Como el que realizó un equipo coordinado por Eitan Kimmel en Haifa (Israel) incrementando la permeabilidad con ultrasonidos a intensidades permitidas por la FDA. No caben pues dudas: los ultrasonidos aumentan la permeabilidad de la membrana que se vuelve disfuncional; se llena de agujeros y grietas. Y ese daño puede ser permanente e incluso trasmitirse a las futuras generaciones de células. Es más, podemos transmitir genéticamente el problema a futuras generaciones humanas.
En suma, los ultrasonidos se presentan como una solución inocua que mejora la eficacia de los fármacos al evitar que las células los rechacen porque hacen más permeables las membranas que las protegen pero se obvia que la inmensa mayoría de los medicamentos son tóxicos. Luego usar ultrasonidos en una mujer embarazada puede hacer que los fármacos que toma pasen al interior de sus células… y a las del feto. Las ecografías no son pues inocuas.
SINERGIA TÓXICA
–Hablando de vacunas… En abril de 2012 denunciamos en la revista que los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos decidieron ocultar -con ayuda de científicos y asociaciones médicas corruptas, laboratorios y medios de comunicación ligados al poder- la relación entre el mercurio de las vacunas y diversas patologías neurológicas -especialmente en niños- y cómo fue perseguido por ello el Dr. Andrew Wakefield tras publicar un riguroso estudio que así lo afirmaba contradiciendo la tesis oficial. Y cómo el Dr. William W. Thomson, epidemiólogo de los CDC que participó en la conspiración, acabó por admitirla públicamente y pidió perdón a Wakefield por destrozar su carrera. Lo dimos a conocer en un reportaje que con el título Confirmada la farsa de los CDC: ¡las vacunas causan autismo! publicamos en el n° 177 y puede leerse en nuestra web: www.dsalud.com. ¿Coincide usted con el Dr. Wakefield o cree que el autismo y otras patologías neurodegenerativas se deben más al efecto negativo de los antibióticos?
-Pienso que las vacunas juegan un papel importante pero menos fundamental de lo que se postula; claro que eso no resta importancia al trabajo de Wakefield. He visto cuatro veces la película Vacunados que tanta polémica ha generado porque vivo en Nueva York y al estar cerca pude en los estrenos conversar con el productor, el director, los padres, los distribuidores y los científicos que participaron en ella. Me sentí cautivado por sus habilidades técnicas y lloré, como muchos otros espectadores, al escuchar a los padres entrevistados. No cabe duda de que la película se está abriendo camino y contribuyendo a poner en evidencia las mentiras de los CDC y otros organismos dejando muy claro que las corporaciones farmacéuticas y las agencias de salud gubernamentales están corrompidas y los legisladores secuestrados por grupos de presión. Lamentablemente Robert De Niro se dejó presionar y canceló su estreno en el Festival Tribeca aunque ahora anuncia que va a producir su propia película sobre el tema con el principal productor de Hollywood. Harvey Weinstein.
–¿Pero qué es exactamente lo que usted postula? ¿Cuál es su juicio la causa del autismo y la de otras patologías neurodegenerativas?
-Mire, lo que a mi parecer pasa es que cuando se vacuna a un niño y éste reacciona mal enfermando los padres lo llevan al médico y éste, que parte de la errónea base de que la causa no puede ser una vacuna, suele pensar en una infección y le da antibióticos. Y en estos casos lo habitual es que el niño empeore, se entienda que el antibiótico no ha funcionado porque la dosis no era suficiente y se le da más o no era el antibiótico adecuado y se le administra otro. Con lo que a menudo se le provocan daños neurológicos pudiendo llevarlo a la muerte. Tal es círculo vicioso en el que se entra… por descartar apriorísticamente que la causa sea una sustancia tóxica. Entre ellas las presentes en las vacunas, como el timerosal y el escualeno. El doctor Bradstreet, eminente médico «antivacunas» ya fallecido, reconoció en su día que al tener su hijo dolor de oídos él le trató con antibióticos siendo poco después cuando apareció el autismo.
En suma, quienes entienden que son las vacunas las que principalmente causan autismo obvian datos que incluso se ofrecen en la película Vacunados; les pasan desapercibidos. En la entrevista que se le hace a la doctora Doreen Granpeesheh, experta en rehabilitación de autistas, ésta dice: «En cuanto a las posibles causas lo que yo he percibido en los niños autistas es, primero, una asociación con los antibióticos y, después, con las vacunas; en particular la triple vírica».
Y es que los ultrasonidos potencian la entrada en las células de las sustancias tóxicas de las vacunas y fármacos al aumentar la permeabilidad de sus membranas pero aún más la de los antibióticos; éstos constituyen los venenos más potentes. No olvidemos que los antibióticos son venenos que se usan para destruir bacterias. De hecho «antibiótico» significa “destructor de vida«.
En suma, a mi juicio lo que causa más problemas no son las vacunas y los antibióticos en sí -que también- sino los ultrasonidos que aumentan la permeabilidad de las membranas y hacen llegar las sustancias tóxicas de ambas al interior celular. Y le voy a dar dos argumentos: en Cuba se vacuna a todo el mundo y casi no hay casos de autismo. Y en Japón se suspendió en 1992 la vacunación de la triple vírica al sospechar que podría estar causando autismo y desde entonces ha habido más casos que nunca.
–Tendrá usted más argumentos de que la principal causa son los ultrasonidos…
-Y sencillos: en Cuba no había apenas ecógrafos porque no pueden permitirse comprarlos. Pues bien, en cuanto les donaron algunos aparatos empezaron a aparecer casos de autismo. Y cuando en Japón se aumentó la intensidad permitida de las ecografías entre ocho y quince veces el autismo aumentó a pesar de cancelarse las vacunaciones. Mire, en mi libro recopilo documentación sólida al respecto. Y explico que los casos de autismo han aumentado notablemente desde que en los hospitales se usan los ultrasonidos para potenciar la «eficacia» de vacunas, antibióticos y otros fármacos. Los médicos alegan que utilizan «dosis seguras» que no causan problema alguno pero los estudios que recojo en mi libro demuestran que están equivocados: cualquier exposición es perjudicial, especialmente para los fetos. Mire, ya en el 2000 el mayor experto en estudios humanos con ultrasonidos, el profesor del Instituto de Acústica de la Universidad de Nanjing (China) Ruó Feng, advirtió que había que respetar cinco principios claves de seguridad… y casi nadie le ha hecho caso.
–¿Puede decirnos cuáles son?
-Utilizarlos únicamente bajo indicaciones médicas muy precisas, limitar la dosis al mínimo indispensable para obtener información, suspender por completo las ecografías comerciales y educacionales, no hacer jamás ecografías durante el primer trimestre de gestación y limitarlas durante el segundo y tercer trimestre a 3-5 minutos en las zonas sensibles -cerebro, ojos, espina dorsal, corazón y otras- y explicar a quienes manejan ecógrafos y otras máquinas de ultrasonidos las dosis de seguridad y los potenciales efectos biológicos negativos. Pero no se le ha hecho caso. La gran mayoría de quienes manejan equipos de ultrasonidos no tienen ni idea de cuestiones de seguridad como también he demostrado en mi libro recogiendo los resultados de un cuestionario que en 2011 respondieron casi doscientos médicos, especialistas en Sonografía y obstetras de cinco países europeos. Los resultados fueron alarmantes: más de la mitad no supo definir elementos técnicos básicos de las ecografías, solo un 28% sabía cómo consultar los parámetros de seguridad de sus aparatos y menos del 22% sabía ajustar la producción de energía.
–Y aparte de para controlar el estado de los fetos durante el embarazo y potenciar el efecto de los fármacos, ¿para qué se utilizan médicamente los ultrasonidos?
-Para analizar el interior del cuerpo en muchas especialidades: Ginecología, Neonatología, Pediatría, Obstetricia, Anestesiología, Cardiología, Gastroenterología, Urología…; en fin, en casi todas porque los ultrasonidos se consideran erróneamente inocuos.
–¿Y cómo funcionan básicamente?
-Las máquinas de ultrasonidos usadas para diagnósticos médicos contienen cristales piezoeléctricos que al ser estimulados por electricidad emiten ondas sonoras de alta frecuencia no ionizantes -que no pueden ser percibidas por el oído humano- y rebotan sobre las estructuras corporales retornando y creando imágenes mediante un convertidor que las traduce en función de la intensidad y el tiempo que tardan en volver.
–¿Con qué intensidad?
-La intensidad se mide en miliwatios por centímetro cuadrado (mW/cm2) y la FDA aumentó en 1991 su límite máximo de 94mW/cm2 a 720mW/cm2.
¿Por qué sabiendo que no son inocuas aunque lo oculten?
Pues porque con mayor intensidad se obtiene una mejor calidad de imagen y los fabricantes presionaron para lograr aparatos «mejores».
–Pero existirán trabajos que hayan valorado los posibles problemas de su uso…
-No en Estados Unidos y Europa; de hecho las pocas iniciativas que se propusieron fueron ignoradas o paralizadas retirando la financiación. En China sí; entre 1988 y 2011. En mi libro Prenatal Uitrasound doy cuenta de 48 estudios y 10 revisiones en las que participaron un centenar de científicos sobre 2.651 mujeres que habían decidido abortar voluntariamente y se sometieron antes a diagnósticos de ultrasonidos controlados analizándose luego los fetos mediante pruebas bioquímicas y microscopía electrónica.
En todo caso los estudios realizados con animales demuestran que incluso a intensidades muy bajas se pueden causar trastornos graves: malformaciones, corioamnionitis (infección del líquido amniótico y sus membranas), restricción del crecimiento intrauterino, problemas dermatológicos, ictericia, alergias, enfermedades oftalmológicas, autismo, cáncer…
No, los ultrasonidos no son inocuos. Es hora de que el público lo sepa.
Jesús García Blanca
Fuente; Revista Discovery Salud. Número 195 – Julio-agosto 2016
5/10/2023