Harold Shipman (1946-2004) Los problemas de este médico comenzaron en 1974, cuando lo expulsaron del Hospital de Todmorden (Reino Unido) por falsificar recetas para lograr petidina, un analgésico opiáceo al que era adicto. Tras dos años de rehabilitación, reanudó el ejercicio de su profesión como médico ambulatorio. Y comenzó a matar.

Su modus operandi consistía en acudir a los domicilios de los pacientes-la mayoría mujeres relativamente sanas-, auscultarlos superficialmente e inyectarles una sobredosis de heroína o morfina.

Se calcula que, durante la década de los 80, Shipman acabó de esta forma con entre ocho y doce personas al año, y que solo en  1997 mató a 32. Según las estimaciones, la cifra total podría ascender a 236 víctimas, lo que lo convertiría en el asesino serial más prolífico de la historia de Europa. Acabó ahorcándose en la cárcel, fue detenido en 1998.Todo estalló cuando la hija de su última víctima descubrió que el doctor había falsificado el testamento de su madre, que legaba a Shipman 386.000 libras.

Elfriede Blauensteiner, enfermera austriaca apodada la Viuda Negra, que entre 1976 y 1996 seleccionó a tres hombres entre sus pacientes para casarse con ellos, asesinarlos y falsificar los testamentos a su favor, aunque se sospecha que mató a más personas.

Timea Faludi, enfermera húngara que envenenó al menos a tres pacientes entre 2000 y 2001 porque” los veía tristes y sin esperanza de curarse. Me pareció lo mejor para ellos”.

Robert Díaz, enfermero estadounidense nacido en 1938. Fue detenido en 1981 bajo la acusación de haber matado a doce pacientes de un hospital de Perris (California) entre el 30 de marzo y el 25 de abril de ese año. Les habría inyectado altas dosis de lidocaína, un anestésico local.

Joan Vila, condenado en 2013 a 127 años de prisión por el asesinato de once ancianos en el geriátrico La Caritat de Olot (Gerona), donde trabajaba como celador. Sus crímenes se destaparon el 17 de octubre de 2010, con la muerte tras una larga agonía de Paquita Gironés, de 85 años. La autopsia desveló que la mujer presentaba graves quemaduras en las vías respiratorias, la boca y el esófago, por la ingestión de algún corrosivo que debió hacerla sufrir horriblemente.

En 1989, la prensa internacional se hizo eco de la detención de cuatro enfermeras austriacas, acusadas de haber asesinado al menos a 49 pacientes en el Pabellón 5 del Hospital General de Lainz, en Viena. Los mataban al azar, y contaban con el silencio del director del pabellón, el doctor Franz Pensendorfer, que había acabado con la larga agonía de su hermano mediante una inyección letal. Las enfermeras, que se ganaron el calificativo de “el escuadrón de la muerte del hospital de Lainz”, conocían el secreto de Pensendorfer y lo chantajeaban para que no las denunciara.

Fueron detenidas cuando Pensendorfer las denunció, tras lo cual fue apartado de sus funciones.

 

Fuente; (R. Muy Nº 453, febrero 2019/59)

6/11/2020