El mercado papelero lleva más de una década herido de muerte por la digitalización, sin embargo, sus productores acaban de marcar récords de beneficios. El ‘boom’ del cartón y las crisis tras la pandemia han reventado el sistema
Un cargamento de papel en un puerto de China. (Reuters)
Por Guillermo Cid
08/02/2023
Justo hace una semana se hacía oficial un cambio histórico en los quioscos españoles. Por primera vez en 45 años, fue imposible encontrar el nuevo número de la revista satírica El Jueves. La llamada «revista que sale los miércoles» dejó de hacerlo. A mediados de enero, sus responsables advirtieron que a partir de este mes sus viñetas pasarían de ser semanales a ser mensuales. ¿La razón? Algo tan básico como el precio del papel. Tanto ha subido el coste de este material y sus derivados en los últimos tiempos que ha acabado por ahogar a negocios editoriales como el de esta revista, y lo peor es que ni son los primeros en sufrir algo así, ni parece que vayan a ser los últimos.
El complejo mercado global del papel padece una tormenta perfecta, y nadie sabe a ciencia cierta cómo puede acabar ni quién puede sucumbir en el intento.
Desde la pandemia, y más concretamente desde el inicio de la guerra de Ucrania, todo lo que tiene que ver con el sector papelero «se ha vuelto loco», según señalan distintas fuentes consultadas por El Confidencial. En una industria totalmente globalizada y que depende de tantos actores, la cadena de suministros fue golpeada primero por los cierres y las cuarentenas, y ahora el aumento del precio de la energía ha acabado de volar todo por los aires. Un año después del inicio del conflicto, los expertos se dividen entre los que ven un futuro positivo con una normalización del sistema y los que otean en el horizonte una resaca.
«La guerra fue una bomba para el sector. Después de que se complicase todo con la pandemia, en Europa nos concentramos en los productores locales aunque fuese algo más caro. Pero la subida de la energía fue la puntilla». El que habla es Melchor Torres, director de Atlantic Distribution, una compañía especializada en distribución de papel al por mayor con sede en Tenerife. En sus 30 años de carrera dice no haber vivido una situación igual. «Mira que este es un mercado con cada vez menos demanda debido a la digitalización, pues durante los últimos meses muchos han tenido que pagar el papel a precio abierto, algo que no habíamos vivido nunca. Comprabas el papel y, cuando te llegaba, ya te habían subido la cifra tres veces, pero era lo único que había», comenta el empresario. Su distribuidora llegó a pasar de vender la tonelada de papel a 900 euros a hacerlo por más de 2.000. «Una pasada», añade.
Hasta hace unos años, la del papel se veía como una muerte anunciada. La digitalización campaba a sus anchas y todo abocaba a un uso menor de este material. Según expertos y estadísticas, es en buena parte así. Sin embargo, esta sacudida ha demostrado que está lejos de ser un mercado muerto. El consumo de papel cae, pero el de cartón se ha multiplicado, alentado por el comercio electrónico. Si a esto se le suma una concentración de la producción, se empieza a entender lo que se está viviendo ahora.
Mientras algunos se ahogan o sufren para resistir, en el otro lado hay nombres como Ence, la papelera gallega, que ya ha vendido toda la producción que podrá tener en 2023 (incluso estando pendientes del posible cierre de su planta de Pontevedra por un juzgado que al final les ha permitido mantenerla abierta) o el de International Paper, la principal papelera del mundo, que, tras 125 años de historia, en 2023 ha marcado uno de los mejores récords de ganancias del S&P 500. Lo más curioso es que esta multinacional, que ya no fabrica papel al uso, no es la única en marcar beneficios récord. Varias compañías suecas y finlandesas del sector también han recogido pingües beneficios aprovechando la subida por los costes energéticos y un impacto del covid más suave de lo esperado.
Fábrica de cartón con miles de cajas dedicadas al comercio electrónico. (Reuters)
«Hay que entender que la industria papelera es un mercado global, que necesita de materias primas, procesos de transformación complejos y que, además, consume muchos recursos en su fabricación, es el quinto en nivel de gasto energético. Es entendible que viva momentos de crisis después de todo lo que ha pasado», detalla Paco Lorente, profesor de ESIC Business School. «Además, la digitalización estaba llamada a reducir mucho el tamaño de esta industria, y así ha sido en parte, muchas fábricas han cerrado. Pero ha aparecido el cartón y el comercio electrónico ha redoblado la apuesta porque ahora se usa este material para todo, lo que ha pillado un poco al sector por sorpresa y de forma descompensada», añade.
Para Lorente, el papel vive en una espiral difícil de estabilizar. «Los costes de la fabricación suben, por lo que el precio de origen sube; además, al haber menos productores, la demanda, que ha crecido con la pandemia, se concentra. Pero el siguiente escalón de la cadena también tiene más costes, a los que suma el mayor precio que paga por la materia prima, y todo acaba repercutiendo en los siguientes eslabones hasta el usuario final. El problema es que, según va pasando la cadena, el siguiente comprador puede no tener dinero suficiente para afrontar estas subidas y reduce el consumo, lo que afecta de vuelta a toda la cadena y eso es a lo que, creo, se tendrán que enfrentar ahora».
Varios productores de papel están obteniendo beneficios récord, pero el mercado está roto
Entre los que empiezan a ver ese rebote está El Jueves o los periódicos de Eslovaquia, que empezarán a no salir en papel los lunes para reducir gastos, pero su impacto ha llegado también a las fábricas de billetes como la nueva sede del Imbisa (la empresa encargada de imprimirlos en España), que seguirá cerrada por falta de suministros. E incluso podemos añadir el caso de la Administración pública y las próximas elecciones. Los primeros contratos sobre la compra e impresión de papeletas ya han empezado a mostrar la subida. Aunque, en palabras de Torres, el asunto ya ha pasado a la siguiente pantalla: el mercado se volvió tan loco que mucha gente que pudo tuvo que comprar papel y cartón a precios altos, y ahora que viene el aluvión de suministro asiático mucho más barato se encuentra entre la espada y la pared. No puede vender el stock caro al mismo precio que lo compró.
El juego mundial del papel
Asia es la clave que lo explica casi todo; para entenderlo, hay que conocer cómo funciona el sistema. El proceso empieza con la celulosa, que se produce en todo el planeta con los troncos de peor calidad, aquellos que no se dedican a la industria maderera. La celulosa tiene sus principales centros de producción en gigantes como China, EEUU, Brasil o también Rusia, donde, debido a la guerra, muchas empresas occidentales han tenido que vender las plantas que tenían en el país. Europa juega un papel importante, con empresas clave en Finlandia o Suecia. En el tablero del papel, incluso España y Portugal tienen su peso, pero, según explica Torres, el mercado asiático es la clave para ajustar los precios, debido al volumen que pueden mover. «Desde la pandemia, todo el producto asiático apenas ha salido fuera. Además, lo que salía era muy caro debido al precio de los fletes, que en nuestro sector son primordiales», añade. Ahora, sin embargo, están empezando a mover el producto.
Con los fletes en un precio mucho más bajo, empresas como la suya empiezan a respirar de otra forma, aunque pueden enfrentarse a otra situación complicada. «Empieza a entrar producto de Asia o Brasil a un coste mucho más competitivo, lo que va a empezar a desinflar el precio del papel, pero eso también puede impactar para mal en nuestro sistema». Tanto en su nivel, el de la distribución, como en los siguientes eslabones hay muchos casos de empresas que se aprovisionaron como pudieron durante 2022 con precios muy altos y ahora enfrentan un nuevo bache: si baja el precio del papel de forma brusca, tendrán que sacar su stock a pérdidas, si es que pueden.
«Es un gran problema que ya se está viendo en otros sectores. Volviendo al ejemplo de los fletes, muchas navieras, viendo el precio que habían alcanzado con sus viajes, optaron por hacer grandes inversiones en sus negocios aprovechando los beneficios que sacaban. Pero ahora que la demanda ha empezado a caer por la entrada de más actores y la caída del consumo, van a tener problemas para poder sacar provecho de todo lo invertido. Han construido barcos espectaculares que no saben si podrán rentabilizar». La historia es parecida a la que viven otros sectores que superaron la crisis del covid.
Muchos sectores que salieron bien parados, como el papel, el transporte de mercancías o la tecnología, viven ahora una inclinadísima montaña rusa financiera. En pocos meses han pasado de sacar grandes beneficios y pensar en un futuro prometedor a tener que aguantar la respiración porque la economía se ha dado la vuelta y empieza a sobrar producto… o personal.
Medios estadounidenses como Bloomberg ya han empezado a dar la voz de alarma por la caída en el consumo de cajas de cartón en Estados Unidos y lo que eso puede significar para la economía en general. Esto choca con lo ocurrido hace menos de dos años, cuando papeleras de ese mismo país pedían a sus vecinos que les dieran las cajas de pizzas que adquirieran para poder seguir produciendo. Sin ir más lejos, en España la compañía Torraspapel ha empezado a llevar a cabo ERTE en muchas de sus plantas con el objetivo de surfear el enfriamiento de la demanda. «La idea es intentar liberar todo el stock y esperar a que se estabilice el mercado, para eso te quitas a buena parte de la plantilla, reduces producción y, cuando se normalice, los vuelves a meter», comenta Torres.
Un futuro acartonado
Pese al ajuste actual, tanto Torres como Lorente señalan al prometedor futuro que tiene el cartón, material que cada vez está más presente en nuestro día a día y para el que la industria se está preparando a pasos agigantados. «Muchas de las fábricas europeas ya han centrado casi toda su producción en este tipo de producto y están dejando definitivamente de lado el papel gráfico. Tendremos que ver cómo pasan esta resaca del comercio electrónico y la caída del consumo, pero es claramente hacia donde va el sector», comenta Torres.
Troncos apilados en una fábrica de papel en Indonesia. (Reuters)
Esto lo ve también Manuel Fernández, CEO de DEFESA, una compañía española especializada en la gestión de residuos. Según explica Fernández, «se ha visto un descenso notable de recogida en ciertas calidades de papel (papeles blancos y gráficos) y un ligero incremento en las calidades marrones». Es decir, en los últimos tiempos ha seguido cayendo el consumo de papel blanco de calidad, mientras que el de cartón y derivados sigue creciendo. Claro, que todo depende del comercio principalmente electrónico. «La compra online ha incrementado la recogida de cartón, fundamentalmente a través de la recogida municipal (contenedores azules), pero depende totalmente de la compra por internet. Si esta aumenta, la recogida aumentará», añade.
Pese a esta evolución del sector, hay otro problema que empieza a aparecer en el horizonte, y se vive ahora especialmente en Canadá. Allí, en la Columbia Británica, una de las mayores papeleras de la región, Canfor, ha empezado a cortar su producción en una de sus plantas y ha originado un gran debate nacional. ¿La razón para el cierre? La empresa habla de falta de materia prima para la celulosa, pero, según los expertos, es algo más simple: la zona se está quedando sin bosques. Tras una pérdida continua de empleos y masa forestal en las últimas décadas, la región y el país debaten sobre qué hacer en el futuro.
Troncos apilados en espera de conversión a pellets de madera en una fábrica que ahora es propiedad de la multinacional Drax Group. Foto de Stand.earth.
Cambiar plástico por cartón parecía resolver un problema, pero ha acabado generando otros.
29/06/2023
1 Comment
Rubén Torres
1 año agoNo me extraña que suba el precio del papel y de otras muchas cosas. Pues como suele ser habitual el culpable es el mismo de siempre; el gobierno. El error que cometieron todos los que los votaron deberán pagar las consecuencias. Un buen gobernante no hubiese permitido que talaran los árboles para convertirlos en celulosa y de ahí en papel o cartón.
Un buen gobernante no dejaría perder las grandes cantidades de hojas secas que caen de los árboles y las cañas comunes para convertirlas en papel. Además, se debería asegurar que se recicla el 100% del papel y del cartón que se tira todos los días. Por otra parte, con el plan de reducción paulatina de gente sería más que suficiente para conseguir dos cosas; rebajar bastante el precio del papel y cuidar del medioambiente.