La demanda de plantas ornamentales está asolando la rara flora del desierto sudafricano y alimentando un constante tira y afloja entre cazadores furtivos y policía.

Por Dina Fine Maron

 

Publicado 9 mar 2022

Los recolectores furtivos de Sudáfrica asaltan las tierras de los agricultores en busca de Conophytum, raras suculentas codiciadas por los coleccionistas de plantas ornamentales. Los conos confiscados, como estos Conophytum comptonii, son guardados en invernaderos seguros en lugar de replantarlos en la naturaleza.

Fotografía de Sydelle Willow Smith

Antes de que el sol asomara por el horizonte del desierto una mañana de viernes de abril de 2021, Pieter Schreuder se sentó a desayunar con su mujer, Joan. Hablaban en voz baja para no despertar a sus hijos, de nueve y 11 años. Luego, Schreuder y el perro pastor blanco y negro de la familia, Panda, se subieron a una camioneta para comenzar la jornada de trabajo en la granja de ovejas y cabras de 101 kilómetros cuadrados de la familia, a unos 35 kilómetros de distancia en el Cabo Norte, la provincia más grande de Sudáfrica.

Las huellas cerca de las puertas de la granja fueron la primera señal de que algo iba mal. No fue hasta horas más tarde cuando Schreuder vio a cuatro extraños en la distancia. Cuando los llamó, empezaron a correr.

Con la adrenalina a flor de piel, los persiguió, blandiendo el rifle que guardaba en la camioneta. Dice que encontró a los hombres escondidos detrás de una roca y les exigió que se desnudaran para asegurarse de que no llevaban armas. Los hombres dijeron que habían venido a buscar caballos salvajes, pero Schreuder sospechó que habían venido a desenterrar algunas de las raras suculentas que crecen en su propiedad. Había oído hablar de esos delitos en otros lugares de la zona.

Pieter Schreuder, un agricultor de la provincia de Cabo Norte, examina unos Conophytum bien camuflados, las dos protuberancias verdosas que tiene bajo la nariz. En agosto de 2021, 13 presuntos recolectores furtivos habían sido detenidos por robar conos de la granja de 101 kilómetros cuadrados de los Schreuder. Dice que la vigilancia de los cazadores furtivos es ahora «un trabajo de 24 horas».

Para asustar a los hombres para que se quedaran quietos y siguieran sus órdenes, Schreuder dice que hizo tres disparos de advertencia: uno al aire, otro a una roca cercana y otro detrás de uno de los hombres que estaba huyendo. Ordenó a los otros tres que se metieran en la parte trasera del camión y les lanzó un saco de dormir para que se cubrieran. Luego, él y su peón recogieron sus ropas y bolsas.

«Quería llevarlos a la comisaría lo antes posible», dice Schreuder. Llamó al capitán Karel du Toit, que dirige un equipo que ayuda a la policía a investigar los delitos contra la fauna y el ganado en la región. Du Toit aconsejó a Schreuder que llevara a los hombres a la comisaría de la pequeña ciudad de Kamieskroon, a unos 90 minutos de distancia, donde uno de sus agentes estaba de servicio.

Esa misma tarde, cuando los agentes de la comisaría echaron un vistazo al interior de las bolsas de los hombres, encontraron una pistola de aire comprimido y un centenar de pequeñas plantas con forma de cono. Se trataba de Conophytum caroli, una especie de suculenta rara que sólo se encuentra en unos pocos lugares del sur de África, incluida la granja de Schreuder.

La mayoría de las aproximadamente 100 especies de Conophytum del mundo, o conos, como se les suele llamar, están amenazadas. Algunas están en peligro crítico, aferradas a una sola ladera o dispersas en afloramientos rocosos. Una especie muy apreciada que sólo crece en un complejo minero de zinc no muy lejos de la granja de los Schreuder. La escasez de ellos hace que los conos sean tan atractivos para los coleccionistas de plantas ornamentales (principalmente en China, pero también en Japón y Corea del Sur) pone en peligro su supervivencia, dice Adam Harrower, botánico del Jardín Botánico Kirstenbosch, en Ciudad del Cabo.

 Schreuder dice que su familia se quedó conmocionada tras su encuentro con los hombres, pero en ese momento pensó que se había tratado de un incidente aislado y que había tomado las medidas correctas. «Si hay una serpiente peligrosa en tu casa, ¿cerrarías la puerta y te irías? Tuve que defenderme», dice.

Sin embargo, unos días después, los agentes de la comisaría regional de Garies detuvieron a Schreuder, acusándole de intento de asesinato por haber efectuado los disparos. Los hombres que había llevado a Kamieskroon fueron los que presentaron las denuncias. Schreuder pasó dos noches en la cárcel de Garies antes de ser liberado a la espera del juicio.

Poco después, dos hombres se presentaron en su casa cuando Joan estaba sola con los niños. Intentaron desenganchar el pestillo de la puerta lateral y entrar a la fuerza, dice ella. «Me dio mucho miedo». Sólo se marcharon después de que ella les amenazara con ponerles el Doberman encima, gritando que el perro estaba entrenado para destrozar a la gente.

La policía nunca identificó a los hombres, y la investigación sigue abierta.

«Mi hijo mayor sigue sin dormir por la noche», dice Joan meses después. Dice que su otro hijo pregunta constantemente por su padre durante el día, temiendo que no vuelva a casa sano y salvo.

El caso contra Schreuder no ha sido desestimado, pero él dice que su abogado no cree que los fiscales sigan con la acusación. No obstante, Schreuder dice que sigue teniendo un temor persistente de acabar delante de un juez, luchando por no ir a la cárcel.

Está previsto que los presuntos cazadores furtivos comparezcan ante el tribunal en abril.

Un aumento de la recolección furtiva

Desde 1974 es ilegal extraer Conophytum de la naturaleza en Sudáfrica. Durante años, la caza furtiva de Conophytum fue limitada, pero los robos se dispararon durante los confinamientos de COVID-19, cuando los coleccionistas extranjeros, incapaces de poder viajar a Sudáfrica, recurrieron a Internet para reclutar a gente local que les buscara las plantas, dice du Toit. Los compradores o sus intermediarios envían fotos e información sobre la ubicación de las plantas que buscan.

                                                                Fotografía de Sydelle Willow Smith

La demanda de conos específicos puede cambiar de un día para otro. Este Conophytum stevens-jonesianum es lo suficientemente grande como para que probablemente tuviera décadas de antigüedad cuando los cazadores furtivos lo desenterraron. En 2019, varios ciudadanos chinos fueron detenidos con 74 plantas de esta especie, y tres surcoreanos con otras 215.

                                                                Fotografía de Sydelle Willow Smith

Izquierda:

Las confiscaciones han sido tan numerosas en los últimos años que muchos conos, como este Conophytum pageae, pueden languidecer en bolsas o cajas de pruebas tanto tiempo que mueren antes de poder ser replantados en un invernadero.

Derecha:

Las Conophytum pageae atraen a algunos coleccionistas porque parecen tener labios pequeños. Los aficionados a veces dibujan pequeñas caras en las plantas y publican las imágenes en las redes sociales, lo que despierta el interés en China y en otros países. Estos conos fueron incautados por la policía.

Un joven ejemplar de Conophytum praesectum de una sola cabeza, del que brotan flores magenta en primavera, cabría en un dedal. Este ejemplar de tres cabezas no se replantará en la naturaleza porque podría propagar las plagas adquiridas en el invernadero donde se mantiene.

Fotografía de Sydelle Willow Smith

«Se trata de crimen organizado», afirma du Toit, y añade que los conos raros «valen más que la heroína en peso», con plantas que se venden desde unos cientos hasta miles de dólares cada una. Su equipo, la Unidad de Robo de Existencias y Especies en Peligro de Extinción de Springbok, asiste a 16 comisarías del norte del Cabo en las investigaciones sobre caza recolección furtiva. Los delitos de conos son ahora el principal foco de su trabajo, dice.

En 2017 realizaron cinco detenciones relacionadas con el robo de estos conos, y en 2020 los arrestos fueron 55. Luego, el año pasado, esas cifras se duplicaron. Las redes sociales, dice du Toit, facilitan el comercio: los compradores y vendedores utilizan plataformas como Facebook y WeChat para reclutar cazadores furtivos y anunciar sus conos. Casi todos los casos no han llegado aún a la fase de sentencia. Oficialmente, los infractores pueden ser objeto de fuertes multas o incluso de hasta 10 años de cárcel. Pero las sentencias para los lugareños que han cometido este tipo de delitos suelen ascender a unos pocos cientos de dólares, debido a consideraciones que incluyen los ingresos de la persona.

Una vez desenterradas, las suculentas (llamadas así por sus gruesas y carnosas hojas) suelen ser llevadas a Ciudad del Cabo o Johannesburgo para ser enviadas por avión a China o a otros lugares. En algunos casos, se introducen de contrabando en Mozambique o Nigeria, un conocido centro de tráfico de especies silvestres, donde los delincuentes creen que es más fácil evadir la detección de las aduanas.

Wang Chuan, portavoz de la embajada de China en Sudáfrica, afirma que su gobierno ha publicado dos veces en su sitio web avisos en los que se aconseja a la gente que no se lleve suculentas y se advierte de que los cazadores furtivos podrían ser procesados.

«En todo el mundo, la afición a las suculentas contaba antes con unas 10 000 personas; ahora tiene millones, gracias a China y Corea», dice Steven Hammer, experto en suculentas y propietario de una tienda de plantas en California, que visitó Sudáfrica por primera vez hace unos 40 años para estudiar la Conophytum. Las plantas son «por naturaleza minúsculas y muy hermosas», dice. «Fue su pequeño tamaño lo que me atrapó».

Dice que al principio los cazadores furtivos se apoyaban en recursos como los dos libros que escribió para ayudarles a encontrar las plantas, pero que hoy en día obtienen una orientación más precisa de las coordenadas GPS incluidas en los metadatos de las fotos de conos publicadas en Internet.

Los gustos por determinadas especies siempre cambian, dice Hammer. Algunos aficionados también decoran las plantas con un rotulador, transformándolas en «una cara con bigotes y orejas» o quizá en un rostro humano, y publican las imágenes en Internet. «La gente empezó a competir por la imagen de Conophytum más ingeniosa», dice. Por ejemplo, después de que aparecieran en Instagram y otras plataformas imágenes de «caras» de Conophytum pageae, una suculenta verde con toques rosados que ya se asemejan a pequeños labios, la demanda de esa especie se disparó en China.

Este sargento de policía de su comisaría en Cabo Occidental ha trabajado en muchos casos recientes de recolección furtiva de conos de suculenta. Recoger conos sin autorización en Cabo Occidental y Cabo del Norte, las dos provincias sudafricanas donde crecen, es ilegal desde 1974.

Fotografía de Sydelle Willow Smith

Los «labios» rosados del Conophytum pageae, fotografiados tanto en el extremo izquierdo como en el derecho, son una de las características que hacen que la planta sea popular entre los coleccionistas de suculentas. El Conophytum obcordellum, que aparece en el centro, es objeto de atención por sus inusuales patrones de puntos y rayas.

Fotografía de Sydelle Willow Smith

Estas cajas contienen cientos de especímenes confiscados de varias especies de Conophytum.

Fotografía de Sydelle Willow Smith

Contando conos de suculenta

Para proteger las Conophytum, los conservacionistas (y los propietarios) deben saber dónde están las plantas y cuántas quedan.

«Los recuentos de poblaciones suelen ser muy difíciles, sobre todo si el terreno es duro», dice Harrower, por lo que no se realizaron con frecuencia hasta principios de 2020, cuando la caza furtiva se convirtió en una amenaza importante. Él y otros investigadores registran las ubicaciones con GPS cuando encuentran plantas, y luego cuentan manualmente todas las que ven, volviendo periódicamente a los mismos sitios para comparar las cifras. El método es bastante fiable, dice, pero si no ha llovido, los Conophytum «retroceden bajo la superficie del suelo, lo que hace imposible verlos y contarlos».

Una tarde de octubre, unos seis meses después del enfrentamiento de Schreuder con los presuntos furtivos, me reúno con Schreuder, el agricultor vecino Dawie Burden y su esposa, Lizelle, y la fotógrafa Sydelle Willow Smith en la granja de Schreuder, con la esperanza de encontrar las especies que los furtivos estaban robando: Conophytum caroli. Nos separamos, escudriñando las sombras entre las rocas en busca de cualquier señal de las plantas.

Cuando no están en flor, los conos se confunden con el terreno. Suelen ser más pequeños que mi puño, y los que son un poco más grandes pueden tener docenas o incluso cientos de años. Algunos tienen numerosas cabezas. Ciertas especies pueden ser moteadas o rayadas, y en primavera, algunas producen flores rosas, rojas o blancas.

Schreuder, con gafas y pantalones vaqueros y una camiseta de los Looney Tunes, se arrodilla. «Este lugar ha sido barrido para las plantas», dice. Lo dice literalmente: Los cazadores furtivos utilizan escobas para descubrir las plantas, y vemos rastros de cerdas en la tierra.

Los arbustos marchitos de todo el lugar recuerdan los últimos años de sequía. Los conos, que necesitan muy poca agua, crecen cerca de rocas que contienen cuarzo blanco. Las rocas reflejan la luz del sol, moderando la temperatura del aire en las inmediaciones. La condensación nocturna gotea en pequeños riachuelos, proporcionando suficiente humedad para mantener las suculentas.

Lizelle Burden dice que ella y su marido, Dawie, están preocupados por el aumento de la recolección furtiva de suculentas en su zona del Cabo Norte.

Fotografía de Sydelle Willow Smith

Dawie Burden, a quien se ve aquí en la granja de su vecino Pieter Schreuder, ha creado un grupo de WhatsApp para que los habitantes de la zona se alerten mutuamente sobre vehículos extraños o intrusos en sus propiedades.

Fotografía de Photography by Sydelle Willow Smith

Al cabo de una hora más o menos, justo cuando estoy perdiendo la esperanza de ver un cono en estado salvaje, Burden me llama. Allí, entre la tierra polvorienta, las rocas y los líquenes, hay un Conophytum caroli. No más grande que la uña del pulgar de Burden, la planta que señala aún no ha producido su solitaria flor parecida a una margarita. En su lugar, presenta una cubierta exterior marrón, un escudo contra el sol abrasador. Mientras observo esta pequeña y anodina bola en la tierra, soy incapaz de entender el enorme atractivo de la planta.