El crecimiento demográfico que se avecina

Publicado por Chema Caballero en | octubre 9, 2015

 

En el año 2050, la cuarta parte de la población mundial vivirá en África. Una vez más, el continente donde se originó la humanidad va a jugar un papel fundamental en el futuro de la misma.

El informe sobre Perspectivas de Población Mundial que Naciones Unidas presentó a finales de julio tiene clara esta tendencia. Afirma que el número de habitantes del planeta seguirá aumentando a pesar de la ralentización del ritmo de crecimiento conseguido en las últimas décadas gracias a la bajada del índice de fertilidad (número de hijos por mujer). No obstante aunque la media de hijos que tiene cada mujer ha ido descendiendo en todo el planeta desde los años setenta del siglo pasado, todavía la presión demográfica es muy fuerte, sobre todo en los 49 países designados por la ONU como los menos desarrollados del mundo, de los cuales 32 están en África: Angola, Benín, Burkina Faso, Burundi, Cabo Verde, Chad, Comoras, Eritrea, Etiopía, Gambia, Guinea Ecuatorial, Guinea Bissau, Lesoto, Liberia, Madagascar, Malaui, Malí, Mozambique, Níger, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Ruanda, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Tanzania, Togo, Uganda, Yibuti y Zambia.

En esta lista sorprende encontrar a países que muestran un gran crecimiento económico como Angola o Nigeria y se echa en falta a otros como Sudán del Sur.

El informe deja claro que la población mundial pasará de los 7.300 millones actuales a los 8.500 en 2030 y alcanzará 9.700 en 2050, y que el continente africano liderará este camino ya que será responsable de más de la mitad de ese crecimiento, llegando a albergar en 2050 el 25 por ciento del total de la población mundial. El número de habitantes de los países más pobres se duplicará en los próximos 15 años y se volverá a doblar, otra vez, para 2050, lo que sumará cerca de 2.000 millones de personas.

El aumento de población en África, especialmente en la que se extiende al sur del Sahara, no es una sorpresa. El informe muestra que los 10 países con las tasas de fertilidad más altas del mundo están en ese continente. Níger con una media de 7.6 hijos por mujer, lidera la lista. Sudán del Sur es el segundo con una media de 6.9 hijos por mujer. Le siguen la RDC y Somalia que empatan con una media de 6.6 hijos por mujer. La media del continente está en 4.7, mientras que la mundial es de 2.5 hijos por mujer.

Por eso, los expertos de la ONU esperan que para 2050, Nigeria sea el cuarto país más poblado del mundo, con 397 millones de habitantes, por detrás de India, China y Estados Unidos. La RDC será el octavo, con 194 millones y Etiopía el noveno con 165.

Además, después de 2050 África será la única región del mundo donde la población todavía continúe creciendo de forma significativa. Es más, cuando se pone la vista en el año 2.100, se estima que 10 países africanos habrán, cuanto menos, quintuplicado el número de sus habitantes: Angola, Burundi, República Democrática del Congo, Malaui, Malí, Níger, Somalia, Uganda, Tanzania y Zambia.

El informe también muestra la preocupación de la ONU ante esta tendencia y por tanto enfatiza que “es esencial invertir en salud reproductiva y planificación familiar, sobre todo en los países menos desarrollados, para que mujeres y parejas puedan lograr el tamaño de familia deseado”.

Nosotros pensamos que detrás de estas cifras se esconden varias realidades, unas que ciertamente tienen que ser corregidas, pero algunas otras que también tienen mucho de positivo si se encauzan de la manera adecuada. La primera podría ser que la concentración en los países más pobres del grueso del crecimiento de la población hará más difícil la erradicación de la pobreza y la desigualdad o combatir el hambre, la malnutrición, expandir los sistemas de salud y el acceso a la educación, la mejora de los servicios básicos… Elementos que son claves para la consecución de los nuevos Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por las Naciones Unidas el pasado mes de septiembre.

Una segunda conclusión que podríamos sacar de estas cifras es que no solo crecen o se mantienen las tasas de fertilidad en los países más pobres, sino que también han aumentado las expectativas de vida en ellos gracias a las mejoras conseguidas en el campo de la salud o de la seguridad alimentaria, por ejemplo, lo cual nos indica que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que están a punto de caducar, han tenido una influencia positiva en la mayoría de estos países.

Una tercera la descubrimos si unimos la fuerte presión demográfica que sufren los países más pobres, especialmente los africanos, a otro de los datos importantes que recoge el informe: el envejecimiento de la población en Europa, donde para 2050 se espera que el 34 % de sus habitantes tenga más de 60 años; tendremos como resultado un fuerte aumento de los flujos migratorios desde África al viejo, nunca mejor dicho, continente.

Este fenómeno puede resultar en algo muy positivo para el desarrollo económico y social al facilitar el reequilibrio de los mercados de trabajo y favorecer la difusión de nuevas ideas y tecnología. Además, el informe de la ONU destaca el potencial de las remesas enviadas por los migrantes a sus países de origen.

También podemos concluir que estos migrantes serán, quizás, el principal factor de crecimiento de población en muchos países de ingresos altos y ayudarán así a renovar la pirámide de edad en ellos.

Una cuarta es que los niños de la región, que ahora mismo en África subsahariana representan casi la mitad de la población, irán agregándose al mercado laboral en los próximos años. Para mitad de siglo, el número de africanos en edad de trabajar superará a la combinación de niños y ancianos, lo que ofrece un gran potencial.

Este elemento dará a África una oportunidad de crecimiento económico sin precedentes que le puede llevar a ponerse a la altura de otras regiones que están en proceso de envejecimiento. Al mismo tiempo, como ya hemos señalado otras veces en estas mismas páginas, el no dar respuestas a las expectativas de estos jóvenes, creando trabajos suficientes para ellos que les permitan satisfacer sus expectativas de vida, puede resultar en frustración, lo cual aumentaría la inestabilidad de continente.

Es por eso que los gobiernos africanos deben destinar medios suficientes y adecuados para favorecer la creación de empleos, sobre todo en las zonas rurales, con la idea de evitar la migración del campo a la ciudad y redistribuir mejor su población, al mismo tiempo que satisfacen las demandas de la totalidad de los ciudadanos en edad laboral. Para ello, como ya hemos apuntado en otras ocasiones, la inversión en agricultura e infraestructuras es clave. Pero mucho más, en educación. Tras garantizar el acceso a la escuela primaria a todos los niños y niñas del continente, se debe favorecer que procedan, como mínimo, hacia la educación secundaria o formación profesional, lo que dará lugar a una fuerza laboral más preparada que permitirá a los países africanos dar el salto hacia nuevos sectores que favorezcan el surgimiento de oportunidades de trabajo diferentes y la reducción de la dependencia del extranjero.

Hemos visto como el crecimiento demográfico en África muestra tanto aspectos positivos como negativos, todo depende de cómo se asuman las posibilidades y las debilidades que representa.

Es verdad que el crecimiento de la población africana debería ser controlado para evitar una sobrepoblación y todos los problemas que esta puede acarrear. Sin embargo, nosotros pensamos que la reducción de las tasas de crecimiento demográfico en el continente no puede depender solo de una mayor inversión en salud reproductiva y planificación familiar. Tiene que pasar por un plan integral que debe tener en su centro, sobre todo, una seria opción por parte de los diversos gobiernos africanos a favor de la educación, especialmente de las niñas y las jóvenes. Si olvidamos este aspecto, nada cambiará en el continente y el crecimiento demográfico se transformará en una auténtica bomba de relojería.

 

Chema Caballero (Castuera, Badajoz, 1961) es licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, Bachiller en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Máster en Ciencias Sociales por la Long Island University de Nueva York. Llegó a Sierra Leona en 1992 donde trabajó como misionero javeriano hasta 2009. Es autor de numerosos artículos y varios libros, el último de ellos se titula “Los hombres leopardo se están extinguiendo”.

Foto: World Bank Photo Collection 

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18/11/2022