3 Claves para la recuperación del conejo de monte

El pequeño lagomorfo se encuentra en un estado muy delicado, habiendo llegado a desaparecer en algunas de las zonas tradicionalmente más conejeras de España. ¿Pero está en nuestras manos revertir esta pésima situación? Por supuesto, todavía estamos a tiempo. Expertos sobre la materia nos ofrecen las claves necesarias para la recuperación de esta especie. Ya les adelantamos que no será una tarea sencilla, pero todo esfuerzo tiene al fin su recompensa. De nosotros depende

El conejo de monte es una de las especies clave en el Ecosistema Mediterráneo de la Península Ibérica, estando presente en la dieta de multitud de especies amenazadas como el lince ibérico o el águila imperial. Pieza reina de la menor junto con la perdiz roja o la liebre ibérica, tiene el honor de haber sido el responsable del origen del nombre de nuestro país, cuyas raíces se remontan a la llegada de los Fenicios a nuestras costas.

Admirados por la gran cantidad de lo que ellos pensaron que eran damanes (pequeños mamíferos presentes en el continente africano con un aspecto similar al del conejo de monte), comenzaron a llamar a esta tierra de I-Spha-Him o tierra de damanes. Posteriormente, con la llegada de los romanos, el término se latinizó dando lugar a Hispania y, más tarde, a la España que hoy conocemos.

Por otra parte, destacar también que se trata de una especie originaria de la Península Ibérica que ha dado lugar a todas las razas de conejos domésticos que hoy conocemos y que desde aquí ha colonizado prácticamente todo el mundo, estando presente en cualquier latitud. A pesar de esta evidente importancia, el conejo de monte no siempre ha sido apreciado como se merece, pues hasta hace menos de 100 años, debido a su abundancia, era considerado como una plaga contra la que se luchaba con todos los métodos posibles y sin cupos de captura.

Sin embargo, en el momento actual su situación es radicalmente diferente. A pesar de que en algunos lugares concretos todavía sigue causando daños en cultivos o incluso poniendo en riesgo la estabilidad de algunas vías públicas por la colonización de taludes de autopistas o tramos ferroviarios, su situación general dista mucho de la mencionada en el párrafo anterior, habiendo llegado incluso a desaparecer en territorios tradicionalmente conejeros de buena parte de España.

Este aspecto se confirma si recurrimos a las tablas de aprovechamientos cinegéticos de los últimos años, donde podemos comprobar cómo el número de conejos abatidos ha sufrido importantes descensos a lo largo del último siglo:

– Primero, en los años 50 con la aparición de la mixomatosis.

– Después, en los 80 con la Enfermedad Hemorrágico Vírica.

– Y desde 2012 por una nueva variante de este último virus que provoca la casi eliminación total de las poblaciones a las que afecta por su gran virulencia.

Estas acentuadas crisis que ha sufrido nuestro conejo de monte en la historia reciente han repercutido tanto en la caza como en los cazadores por la mayor presión ejercida sobre otras especies con una situación ya crítica de por sí, como la maltrecha perdiz roja. Pero también lo han hecho sobre la conservación de especies como el lince ibérico y el águila imperial, emblemas de nuestro patrimonio que no atraviesan tampoco por su mejor momento.

A diferencia del conejo, para estos últimos sí existen y han existido en las últimas décadas importantísimos aportes económicos, fundamentalmente públicos, cuyo objetivo ha sido poner en valor y garantizar la conservación y viabilidad futura de sus poblaciones, probablemente no con el éxito esperado en proporción a la inversión realizada y, posiblemente también, porque quizás no se había considerado al conejo de monte como la pieza clave de este complejo rompecabezas.

Sirva como muestra para reforzar esta teoría que en las últimas temporadas de cría los datos publicados por los propios programas de conservación del lince in-situ, esto es, en libertad, muestran un preocupante descenso del número de camadas y crías nacidas, asociándolo fundamentalmente a la reducción de las poblaciones de conejo por la virulenta aparición de esa última variante del virus de la Enfermedad Hemorrágica que hemos mencionado.

Ante este panorama, resulta fundamental plantear algunas reflexiones y, sobre todo, ponerse manos a la obra para tratar de revertir la situación de la especie mediante el diseño y ejecución de una estrategia integral de gestión que garantice la viabilidad de sus poblaciones a medio y largo plazo. A nuestro juicio, la gestión práctica del conejo de monte se debe sustentar en tres pilares:

– Enfermedades.

– Hábitat

– La propia gestión cinegética, pudiendo incluirse en este último pilar la conveniencia o no de realizar repoblaciones, aspecto al que nos referiremos al final de este artículo.

  1. LA IMPORTANCIA DE LA GESTIÓN SANITARIA DEL CONEJO

En este apartado, el primer paso será analizar y conocer la epidemiología de las enfermedades que afectan al conejo para poder gestionar su situación, fundamentalmente, Mixomatosis y Enfermedad Hemorrágico Vírica. No es sencillo realizar una gestión sanitaria efectiva en poblaciones silvestres, más aún cuando se trata de enfermedades víricas que carecen de tratamientos específicos y contra las que casi únicamente disponemos de la vacunación como herramienta de lucha.

Desde nuestra experiencia de campo no recomendamos vacunar salvo en casos extremos donde la enfermedad sea endémica y las poblaciones de conejo no sean capaces de combatir sus efectos por sí mismas o situaciones donde se manipulen los animales, como capturas para translocación o repoblación.

¿Por qué? Principalmente porque el conejo de monte es un animal muy estresable y el efecto de la captura y el manejo va a generar una importante inmunosupresión que reducirá notablemente la efectividad de las vacunas. En caso de que se cumpla alguna de las circunstancias anteriores y decidamos vacunar, es importante que para lograr el efecto deseado no generemos más problemas que los que pretendemos resolver, tengamos presente que se trata de un acto clínico que requiere de autorización por parte de la Administración competente en la materia en cada comunidad autónoma y que será necesaria la presencia de un veterinario para realizarla.

Aunque parezca una recomendación obvia, no debemos olvidar tampoco que una de las claves para que la vacunación sea efectiva es la conservación de las vacunas, siempre a temperatura de refrigeración y sin perder nunca la cadena de frío, ni siquiera durante el tiempo que estemos en el campo vacunando, debiendo sacar de la nevera sólo los viales que estemos utilizando en el momento y evitando siempre su exposición directa al sol.

Son numerosas las vacunas comerciales disponibles, tanto frente a Mixomatosis como a la Hemorrágico Vírica, destacando en este último caso la vacuna comercializada recientemente por un laboratorio de León frente a la nueva variante de dicha enfermedad.

En todos los casos debemos tener muy presente que la inmunidad adquirida por parte de los animales vacunados no se transmite por contacto a otros animales y que su duración media suele ser de 6-8 meses, siendo necesario realizar revacunaciones transcurrido dicho intervalo para prolongar la protección de los animales, aspecto harto complicado en el campo y, por tanto, difícil de asegurar.

Otra de las actuaciones sanitarias que podemos realizar sobre las poblaciones silvestres es el control de vectores (pulgas, piojos y garrapatas), que reducen las defensas de los animales parasitados y empeoran su condición corporal, haciéndoles más susceptibles a padecer otras patologías. Además, son transmisoras de la Mixomatosis.

Para tal fin se pueden emplear algunos productos naturales de probada eficacia, como esencias de ajo, tomillo, lavanda, laurel o romero, o bien productos de síntesis química, siempre teniendo en cuenta la inocuidad para el medio donde se aplicarán y, en su caso, solicitando previamente la pertinente autorización en la comunidad autónoma donde se localice el coto.

Nunca debemos olvidar tampoco que si aparece un brote de enfermedad en nuestro coto y hallamos animales muertos, es muy importante que los retiremos, pues son foco de transmisión de enfermedad a otros animales e incluso a otras especies y, si fuera posible, enviarlos a algún laboratorio para diagnosticar la causa exacta de la muerte y así poder elaborar una estrategia de lucha específica.

  1. LA GESTIÓN DE SU HÁBITAT

Desde nuestro punto de vista, es el aspecto más relevante para la recuperación del conejo de monte en aquellas zonas donde atraviesa serias dificultades. Además, se encuentra íntimamente ligado a otros aspectos, puesto que un hábitat óptimo es clave para la existencia de poblaciones estables de animales con buena condición corporal, puntos esenciales para combatir con éxito cualquier brote de enfermedad.

Esta gestión, como el resto, debe plantearse de forma específica según las circunstancias del entorno donde se va a realizar y, sobre todo, planificarse, como el resto de acciones, con una perspectiva a medio o largo plazo, puesto que los resultados no se consiguen de un día para otro.

En todos los casos, el objetivo de la gestión del hábitat para el conejo de monte debe centrarse en la obtención de un entorno diverso, con abundantes zonas de ecotono, esto es, de contacto entre matorral y áreas abiertas o siembras, que generen un hábitat en mosaico donde los conejos encuentren refugio frente a predadores y disponibilidad de agua y alimento.

Por ello, cuando el hábitat se caracteriza por la presencia de un monte denso, probablemente evolucionado por la desaparición de usos tradicionales ganaderos o de aprovechamientos forestales, la gestión se encaminará hacia la realización de desbroces estratégicos, no necesariamente de superficies de varias hectáreas sino más bien de múltiples pequeños parches próximos entre sí, de entre media y una hectárea, sobre los que se sembrarán mezclas de gramíneas y leguminosas que se adapten bien al entorno donde nos encontremos.

Por el contrario, si nos encontramos ante un hábitat caracterizado por grandes latifundios de monocultivos, probablemente fruto de agresivas concentraciones parcelarias, el objetivo debe ser el contrario: generar parches de vegetación, linderos y refugios que permitan al conejo protegerse frente a los predadores.

Estas medidas pueden llevarse a cabo además aprovechando las nuevas tendencias de la Política Agraria Comunitaria (PAC), que favorecen las estrategias de diversificación de cultivos, reforestación de tierras o empleo de prácticas agrícolas más sostenibles.

En este último caso, también sería recomendable emplear tiempo en intentar cambiar la mentalidad de agricultura intensiva, donde se produce un uso masivo de productos fitosanitarios que repercuten directamente en las poblaciones de conejo y otras muchas especies del entorno. Lo deseable sería que las actuaciones fuesen fruto del consenso entre agricultores, cazadores y conservacionistas para que así resultase más sencillo alcanzar la meta propuesta.

Otras herramientas de gestión de hábitat usualmente empleadas, sobre todo en casos de repoblación, son la construcción de vivares o bardos como refugio para los conejos. Existen multitud de diseños, materiales y alternativas en este sentido, si bien, desde nuestra experiencia, los que mejor funcionan son los que evitan el uso de plásticos, chapas o tuberías y se construyen con materiales naturales, troncos, palets de madera, ramas, tierra y piedras, que adecuadamente intercalados ofrecerán un refugio inicial a los animales y luego permitirán que ellos mismos diseñen su propio entramado de galerías, lo mejor para garantizar la presencia estable de animales allí.

Respecto al tamaño de estas estructuras, debería ser de, al menos, 4-6 metros de largo por 3-4 metros de ancho y 1-1,5 metros de alto, siempre sobre la superficie del terreno y evitando realizar hoyos profundos que puedan favorecer el encharcamiento de la estructura en el futuro. Antes que usar comederos y bebederos artificiales, pensamos que debe ser prioritaria la realización de siembras, con mezclas de gramíneas y leguminosas propias de la zona.

Estas siembras deben tener forma de tiras alargadas de no más de 8-10 metros de ancho y longitud variable en función de la disponibilidad. Asimismo, también debe procederse a la recuperación de fuentes, charcas y arroyos naturales para procurar agua. Sin embargo, cuando esto no sea posible, será necesario recurrir al uso de dispositivos artificiales, puesto que la prioridad debe ser siempre garantizar el abastecimiento de las poblaciones a gestionar.

Por último, señalar que la planificación de estas actuaciones debe considerar su distribución en el coto, trabajando en la recuperación de áreas concretas que no disten más de 500-1.000 metros entre sí, de manera que las poblaciones tengan oportunidad de interconectarse a medio-largo plazo.

  1. LA GESTIÓN CINEGÉTICA, IMPRESCINDIBLE

Desde un punto de vista estrictamente cinegético, también será fundamental aplicar una gestión razonada y sostenible, basada en la situación real del acotado. Para ello, la realización de censos y estimas de densidad de las poblaciones serán herramientas imprescindibles para todo buen gestor.

Conocida la situación de partida, algunas medidas a poner en práctica podrían ser:

– Establecimiento de horarios de caza.

– Cupos diarios por cazador.

– Análisis y adaptación de los períodos y jornadas hábiles de caza, tanto en función de la densidad presente como de su estado fisiológico, de tal manera que si las condiciones am- bientales provocan un adelanto de la temporada de cría, el sentido común recomienda adelantar el cierre de la temporada, por ejemplo.

– Creación en el coto de zonas de reserva, que deben ser elegidas en función de la calidad de su hábitat y la presencia de conejos por encima de falsos intereses que sólo persiguen salvar el expediente y, en su caso, conseguir una reducción de las tasas administrativas del acotado que se conceden en algunas comunidades autónomas.

– Control de predadores, teniendo en cuenta siempre la normativa vigente en el entorno de actuación y solamente sobre aquellas especies que se encuentran autorizadas.

– Repoblaciones, reintroducciones o refuerzos poblacionales. En todos los casos se pretende mejorar la situación de las poblaciones de conejo existentes, aunque desde nuestro punto de vista deberíamos partir siempre de las siguientes premisas:

Realizar siempre repoblaciones o refuerzos poblacionales con la subespecie de conejo de monte que corresponde con la zona de suelta. En la Península Ibérica existen dos, Oryctolagus cuniculus cuniculus (presente de forma originaria en el norte y este peninsular) y Oryctolagus cuniculus algirus (presente en el sur y oeste) distribuidas en áreas diferentes cuyo límite se establecería por una línea imaginaria que atravesaría España en diagonal desde Galicia hasta Almería con una amplia zona de transición.

No realizar nunca una suelta de animales en un entorno donde existen conejos autóctonos. Siempre será de elección tratar de recuperar las poblaciones presentes poniendo en marcha algunas o todas las medidas que se han mencionado anteriormente.

Evitar el empleo de animales de dudoso origen o calidad, garantizando siempre su pureza genética y garantía sanitaria.

Evitar la suelta de animales procedentes de zonas muy distantes, puesto que corremos numerosos riesgos que harán fracasar la repoblación. Destacaremos la dificultad de adaptación al nuevo entorno, la transferencia de cepas víricas, la contaminación genética o el propio estrés de un transporte prolongado.

Invertir siempre en una recuperación previa del hábitat de suelta con la creación de vivares, siembras o ambos.

Utilizar la técnica de suelta directa en madriguera y nunca libre en campo abierto, dando oportunidad a los conejos a reconocer al menos los lugares de refugio.
Si es posible, contar con un vallado perimetral del entorno de suelta durante los primeros días tras la actuación.

Evitar concentraciones de cientos de animales en un mismo punto. Es mucho más conveniente planificar repoblaciones pequeñas, de 25-50 animales, en puntos cercanos, entre 500-1.000 metros de distancia.

Por supuesto, realizar un seguimiento de la actuación, sobre todo en los primeros días tras la suelta, puesto que por un lado conseguiremos un efecto disuasorio de potenciales predadores y, por otro, detectaremos cualquier problema de forma precoz.

En definitiva, el conejo de monte es una especie de gran importancia en los ecosistemas mediterráneos que atraviesa situaciones dispares, muchas veces extremas, incluso en cotos muy próximos, que requieren de labores de gestión específicas adaptadas a sus circunstancias puntuales.

¿CÓMO GESTIONAMOS LOS DAÑOS CAUSADOS POR LA ESPECIE?

A pesar de que casi siempre la gestión va encaminada a recuperar sus poblaciones, no son pocos los daños asociados a la presencia de superpoblaciones de conejos que se declaran año tras año en cultivos agrícolas e incluso en infraestructuras. En este sentido, será responsabilidad de los gestores y, sobre todo, de la propia Administración tomar medidas para minimizar o evitar estos daños, teniendo en cuenta que, en este caso, se cumple al pie de la letra aquello de “prevenir es mejor que curar”.

Resulta difícil controlar una población de conejos una vez que se han producido los daños, de manera que, de ser necesario, las actuaciones de control es recomendable realizarlas antes de que comience su temporada de cría y se declare la emergencia de los cultivos. Por tanto, sería más conveniente llevar a cabo descastes en invierno, mediante hurón y red o escopeta, entre otros.

Además, no debemos olvidar que estas actuaciones deben complementarse con otras, como la protección activa de cultivos mediante vallados, la realización de siembras estratégicas en zonas alejadas de los cultivos principales cuando sea posible y el adecuado laboreo y desbroce de posibles refugios para la especie (taludes, ribazos y cunetas).

Ciencia y Caza

www.cienciaycaza.org

https://www.trofeocaza.com/caza-menor/reportajes-caza-menor/caza-menor-nacional/3-claves-para-la-recuperacion-del-conejo-de-monte/

21/10/2020