Un costeño que trabaja por salvar los humedales del río Bogotá

Por Jhon Barros

 

Pero algo dentro de él le decía que debía aceptar la propuesta, lo que tomó más fuerza por la motivación generada por su amigo Fernando Castro, curador de aves del Parque Jaime Duque. Un día decidió recorrer el humedal solo para conectarse con la naturaleza y saber qué mensaje le decía sobre su futuro, algo que hace desde que era un niño en el municipio caluroso del Cesar.

Córdoba me dijo que ya era el momento de salir de allí y hacer cosas por otros ecosistemas, es decir dar continuidad al proceso con el humedal pero en otros territorios de la sabana de Bogotá. Eso sí, me indicó que no lo abandonara, ya que soy uno de sus hijos”.

Darwin no mueve un dedo sin la autorización de los árboles y humedales que ha protegido. Foto: archivo personal.

Las directivas del Jaime Duque conocían detalladamente todo el proceso de recuperación y restauración comunitaria surtido en el humedal Córdoba, ejemplo que querían aplicar en el Ecoparque Sabana. Eso fue lo que motivó a Darwin a tomar la decisión de aceptar la propuesta. 

“El primer paso fue que los directivos del parque conocieran Córdoba. Junto a Jorge Larrota y Mauricio Castaño, dos de los defensores más asiduos del humedal, lideramos un recorrido a finales de octubre, donde les contamos con lujo de detalle todo el proceso. Quedaron enamorados al ver especies como el pato turrio o de pico azul y la tingua pico verde. Asumí que mi labor con el parque sería una asesoría”.

A los pocos días, recibió una llamada que lo dejó perplejo. El gerente del Jaime Duque le dijo que lo necesitaba como director del Ecoparque Sabana. “Eso fue un viernes y me querían allá el lunes. Ahí tomé la decisión de abandonar Bogotá para irme a vivir a Zipaquirá, municipio cercano a Tocancipá”.

Una de las decisiones más complejas de este joven ambientalista fue dejar Bogotá y radicarse en la sabana. Foto: archivo personal.

El nuevo hijo de Córdoba

Las 70 hectáreas del futuro Ecoparque Sabana estaban mucho más deterioradas que Córdoba. El humedal Arrieros, que en el pasado dominaba la zona, había desaparecido. Pocas aves revoloteaban por el lugar y toda la vegetación era pasto kikuyo amarillento.

Quince expertos, entre ingenieros ambientales, biólogos, zootecnistas y trabajadores sociales, todos liderados por Darwin, hicieron un diagnóstico del área. Efectivamente no había espejos de agua, los suelos presentaban altos índices de contaminación por los químicos de los cultivos y estaban compactados por el pisoteo del ganado, y el aire de la zona no era el ideal.

Reverdecer un terreno afectado por los cultivos y ganado, se convirtió en uno de sus mayores retos. Foto: archivo personal.

“A diferencia de Córdoba, que hace parte de una zona residencial, Tocancipá es uno de los municipios más industriales de la sabana, actividad que ha erradicado la mayoría de escenarios verdes que se encargan de mitigar los gases de efecto invernadero. Además, alrededor del parque hay pocas comunidades, por lo cual el reto sería mucho mayor”.

Pero el suelo aún contaba con características de humedal y daba señales de vida, en especial en siete hectáreas. Los expertos empezaron a trabajar en el diseño de la zona de conservación ambiental del Ecoparque, que contaría con una simulación del río Bogotá desde su nacimiento en el páramo de Guacheneque hasta el Salto del Tequendama.

El propósito era replicar todo el trabajo realizado durante 13 años en el humedal Córdoba, es decir las obras de reconformación hidrogeomorfológica, la siembra de plantas nativas y la construcción de senderos en elementos que no afectaran los ecosistemas. Pero todo esto debía contar con la participación ciudadana, es decir consolidar un escenario abierto para que la gente se sienta parte del ecosistema y se genere un enamoramiento”.

Las mismas obras realizadas en Córdoba, fueron replicadas en los humedales de Tocancipá. Foto: archivo personal.

Las dos zonas de humedales del Ecoparque, llamadas Jaime Duque y Arrieros, están siendo restauradas respetando sus características propias de humedal. Las orillas no fueron adoquinadas sino adecuadas con pendientes bajas para que la fauna contara con escenarios propicios para sobrevivir. Las aguas que bajan del cerro Tibitoc se encargaron de darle vida a los espejos hídricos.

Para el reverdecer de la zona, Darwin propuso la construcción de un vivero donde se germinan más de 140 especies de plantas nativas. Cuando crecen, el paso a seguir es que sean sembradas con la participación de las comunidades de la sabana para que se apropiaran del nuevo terruño biodiverso.

“La comunidad es la encargada de sembrar los árboles. Muchos los nombran, adoptan y van a visitarlos en familia para ver su crecimiento. Ese impacto social es impresionante, en especial la semilla que sembramos en los niños. Más de 10.000 personas de Tocancipá, Sopó, Chía, Cota, Zipaquirá, Gachancipá, Cogua y Bogotá, han ido al Ecoparque a untarse las manos con tierra negra para consolidar el nuevo ecosistema. Ya llevamos más de 60.000 plantas sembradas”.

El espejo de agua de los humedales del Jaime Duque empezó a resurgir. Foto: Darwin Ortega.

Como ocurrió el Córdoba, el trabajo de restauración participativa arrojó frutos. De 15 especies de aves registradas en 2017, hoy en día los humedales que Darwin ayudó a rescatar del olvido ya suman 112 especies, muchas de las cuales son nativas como la tingua bogotana, la tingua pico verde y el pato pico azul, además de migratorias como el halcón peregrino, el pato canadiense y el chorlo gritón.

El año entrante, Ecoparque Sabana abrirá sus puertas al público. Además de conocer los dos nuevos hijos de Darwin, los humedales Arrieros y Jaime Duque, los visitantes podrán empaparse con la cultura muisca y la historia del río Bogotá. 

La fauna, en especial aves, está regresando a los humedales recuperados en Tocancipá. Foto: Darwin Ortega.

 “Estamos construyendo varias estaciones que contarán los mitos y leyendas de Chiminigagua, los dioses Chie (luna) y Sua (sol), Bachué y Bochica, además de las lagunas como Iguaque y Guatavita”.

Las 70 hectáreas del Ecoparque están conectadas con la cuenca alta del río Bogotá, el Parque Nacional Natural Chingaza y el río Teusacá, una conexión que ha causado un resurgir en la fauna acuática, antes ausente en la zona.

“Los humedales tienen una conectividad hídrica con otros ecosistemas, por lo cual creemos que varios animales acuáticos se están desplazando al Ecoparque porque tienen un buen sitio para vivir. Tal es el caso de la guapucha, un pez endémico que casi no se ve en los cuerpos de agua de la sabana por la contaminación, y hasta ostras y cangrejos de agua dulce”.

Ecoparque Sabana contará con simulaciones naturales de los sitios sagrados de los muiscas, como la laguna de Iguaque. Fotos: Darwin Ortega.

Los trabajos en los humedales de Córdoba y Tocancipá demuestran que sí es posible recuperar estos ecosistemas con trabajo comunitario, algo que para Darwin podría hacerse en una zona como la reserva Van der Hammen. 

“Todos esos terrenos eran humedales. El hecho de que no veamos el espejo de agua no significa que no esté. Debemos reflexionar en la forma cómo actuamos con la naturaleza y darle la relevancia que merece como un eje fundamental para mantener el equilibrio ecosistémico”.

El ecoparque no solo es un lugar de paso para las aves. Muchas han escogido el lugar para reproducirse. Foto: Darwin Ortega.

El buen hijo…

Aunque por ahora todos sus esfuerzos están enfocados en el Ecoparque Sabana, Darwin tiene bien ancladas sus raíces en el humedal Córdoba. Cada vez que puede, viaja a Bogotá para hablar con los árboles y el agua del ecosistema, muchas veces acompañado por su grupo de trabajo, y para visitar a su mamá, quien le inyectó desde niño el amor por la naturaleza. 

Hoy, con 34 años de vida, tengo claro que jamás me voy a ir de Córdoba. Nunca me he ausentado por mucho tiempo, ya que es el papá de los humedales del Jaime Duque que nos ha servido como referente para dar marcha a los procesos. Solo la cuarentena me ha impedido ir durante los últimos meses, algo que, sumado a no ver a mi madre, me tiene el alma y corazón apachurrados”.

María Helena Chamorro, la mama de Darwin, fue la encargada de inyectarle ese amor desmedido por la naturaleza. Foto: archivo personal.

La mamá de Darwin no oculta la dicha por ver que el menor de sus 11 retoños sigue replicando los mensajes de cuidado con la naturaleza. “Ella fue mi orientadora y maestra en el amor hacia los recursos naturales. Ella quería que yo estudiara botánica, pero al ver todos los procesos en los que he participado, no se cansa de decir que hizo un buen trabajo conmigo”.

Doña María Helena, hoy con 70 años, vive en el barrio Lagos de Suba, donde tiene una terraza llena de plantas. Cuando Darwin la visita, ese lugar es donde conversan durante largas horas, charlas que siempre tienen a la flora como protagonista. 

“Siempre sale con algo nuevo, como mira esta planta que está creciendo, creo que su flor puede curar alguna enfermedad. La cuarentena nos ha dado muy duro, ya hace mucho tiempo que no nos vemos para charlas sobre las plantas”.

Madre e hijo comparten una pasión por las plantas, la cual nació en el caluroso municipio de El Copey. Foto: Darwin Ortega.

Su sed de conocimiento no ha cesado. Darwin está a punto de culminar una maestría en conservación y uso de la biodiversidad en la Universidad Javeriana, para la cual presentó como trabajo de grado el proceso con los humedales del Ecoparque Sabana. 

“Mi tesis está basada en conocer la influencia que tienen los bordes de los humedales en la presencia o ausencia de la avifauna, es decir si las aves prefieren un borde con pendientes suaves o tipo de pared. No podemos hablar de restauración ecológica enfocada en una piscina adoquinada llena de cemento, este espacio debe ser suave y muy orgánico, desarrollado por la misma naturaleza”.

Por ahora, los humedales del Jaime Duque no le han dicho que es momento de partir, como lo hizo Córdoba hace cuatro años. Cuando esto suceda, este costeño aferrado a la sabana tiene proyectado seguir replicando los ejercicios de restauración ecológica y participativa, pero ahora en el orden nacional.

Cuando esto pase sé que no me voy a desconectar del todo de estos hijos a los que he visto crecer. Siempre serán mis referentes para futuros proyectos, un sueño que me gustaría realizar en sitios como la Ciénaga Grande Santa Marta, un ecosistema del que dependen las comunidades para abastecerse y obtener recursos económicos. Siempre seguiré trabajando por la restauración de los humedales pero de la mano con la gente. Esa es mi misión en esta vida”.

El equipo del Ecoparque Sabana se convirtió en una nueva familia para Darwin. Foto: archivo personal.

https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/un-joven-costeno-que-salva-a-los-humedales-del-rio-bogota/51285

8/11/2020